Sub-módulo II - La
“lección” del experimento Creel
Izquierda: cartel “Británico, tu país te
necesita”, de Alfred Leete, 1914, modelo del “I want you” de EEUU en 1917.
Derecha: versión soviética del cartel norteamericano, 1918.
La
sociedad americana en los años de la Gran Guerra
Cuando se lee el material referente
a la descarada manipulación de la opinión pública, puede producir una primera
reacción de sorpresa; no solamente porque la mayor parte de la ciudadanía no fue
nunca consciente de la forma en que era manipulada, sino porque cuesta creer que tantos millones
de adultos hayan sido llevados al grado de fanatismo histérico que describen
los textos. Para poder comprender relativamente este hecho histórico, hemos de
tener en cuenta múltiples factores; entre ellos la conformación y
características de esa población y de sus clases dominantes. También, las ambigüedades
del lenguaje: el distinto significado atribuido a las mismas palabras (por
ejemplo “libertad” o “democracia”) en diferentes poblaciones y momentos.
Siendo imposible, en una somera
reseña como esta, plantear un verdadero análisis sociológico de la situación
que relatamos, nos limitaremos a brindar, a modo de fragmentarias pinceladas
temáticas, algunos puntos importantes a tener en cuenta en aras de la
mencionada comprensión.
Durante esas dos primeras décadas
del siglo XX, el gran crisol multiétnico que es la sociedad estadounidense
continúa creciendo con sucesivos flujos de inmigración. Entre 1870 y 1914 llegaron al país quince
millones de europeos desarraigados (más de 1.200.000 sólo en ese último año)
con todas las consecuencias que ello apareja, incluyendo la rápida
configuración de estratos sociales de escasos ingresos, con grandes carencias culturales
y educativas. La historiadora Joyce Oldman Appleby afirma, (La Verdad sobre la Historia, Appleby, Hunt y Jacob, 1994) que las
diferencias religiosas, de hábitos y conductas e incluso de aspecto
físico, constatables
POBLACIÓN EN
EEUU (Desde la colonización a fin de II Guerra
1610 - 350 habitantes
1650 - 50.000
1700 - 250.000
1750 –
1.170.000
-------------------------Guerra de Independencia
1800 - 5.200.000
1850 -
23.000.000
--------------------------Guerra
de Secesión.
1900 -
76.000.000
---------------------------I
y II Guerras Mundiales.
1950 -
151.000.000
-----------------------------------------------------------------------------------------------
entre los nuevos pobladores, “activaron inesperadas resistencias” en la base autóctona blanca,
británica y protestante. “Se tornó
imposible mantener el concepto de un pueblo indiferenciado, que tan crucial era
para la conciencia que de sí mismos tenían los norteamericanos.” Desconfianza
y prejuicios sobre los que prende rápidamente el sentimiento anti alemán del
momento (más adelante anti soviético, japonés, vietnamita o iraní).
Por su parte la enorme población
negra, manumitida tras la guerra civil pero empujada inmediatamente al apartheid, (1) se
encuentra en una situación muy similar, viéndose forzada a una diáspora que
solamente mejorará su situación de forma incompleta y circunstancial. (2) Es igualmente necesario tener en cuenta aquí el
otro problema planteado: la diferencia de significado que el término
“democracia” tiene para aquella sociedad de base blanca anglosajona, en
relación con el que nosotros le damos. Para nosotros, se trata de un sistema de
derechos y obligaciones en el que
los ciudadanos han de tener la oportunidad de
formarse/informarse y participar en la discusión y elaboración de políticas y
programas, a través de su propia acción. (Y dejo de lado –por ahora- el hecho
indiscutible de que esto deviene cada vez más, en la práctica, letra muerta sobre papel mojado.) Fotos: trabajo infantil en EEUU en 1910
En EEUU, según dice Chomsky en “Ilusiones necesarias”: “la democracia se concibe desde un punto de
vista más estrecho: el ciudadano es un consumidor, un observador, pero no un
partícipe.” La gente tiene la oportunidad de ratificar las políticas que
una élite prepara y dispone para ella, “pero
si se sobrepasan estos límites no tenemos democracia, sino una crisis de
democracia” que es necesario solventar de un modo u otro.
Queda muy claro que ese
consumidor-observador es más súbdito que ciudadano, un individuo dócil con
escaso sentido crítico. Y esta concepción de la sociedad y las instituciones,
nos dice Chomsky citando a su vez a Appleby (ibid)
proviene directamente de las doctrinas establecidas por los Padres Fundadores de
la nación. Estos tenían confianza en que “las
nuevas instituciones políticas americanas continuarían funcionando dentro de
las antiguas asunciones en cuanto a una élite políticamente activa y un
electorado deferente y sumiso.” Así, George Washington, hijo de un próspero
hacendado poseedor de esclavos, esperaba que su prestigio convencería a los
ciudadanos con sentido común, de la conveniencia de apartarse de los peligros
de las sociedades que intentan autocrearse saliéndose de las formas
establecidas. (3)
Volveremos sobre estos temas.
Tras la conquista del oeste, el
país se extiende de un océano al otro, pero aunque emerge velozmente como la
mayor potencia económica mundial –entre 1900 y 1913 las exportaciones a Europa
aumentaron casi un 50%- presenta todavía, en esas primeras décadas del siglo,
algunos problemas de complicada solución:
Las ciudades, muy desarrolladas pero caóticas, están mal administradas, con
vastas aglomeraciones de gente en paupérrimos barrios bajos, y la endémica
corrupción política y hasta policial e institucional que mostraría más adelante
el cine de gangsters. (4)
Ciertamente, la llamada “era
progresista” de Theodore Roosevelt (1901-09) y el propio Woodrow Wilson
(1913-20), aunque no pone fin a los problemas y contradicciones de la nación,
implica un clima social favorable a la adopción institucional de medidas en
defensa de los derechos y libertades civiles. Pero su mayor resultado para el
tema que nos ocupa, fue “transformar el
papel de la Presidencia en lo que desde Lincoln no era: la institución rectora
del país al servicio de los intereses generales de la nación”(5) (Carlos Arauz: “El progresismo: de Roosevelt a Wilson 1870-1914”) Se recupera así, agrega este autor, una idea clave del
sistema estadounidense, aunque totalmente ilusoria: “la idea de que la Presidencia, abierta a cualquier individuo por ser
elegida por el pueblo, era la encarnación de la voluntad general.”
Al mismo tiempo, se estaba dando
desde la guerra con España por Cuba (1898) otro elemento importante: un cierto
sentido mesiánico del papel de los EEUU y su “deber” de llevar a todas partes
los “beneficios de la civilización occidental”. (6)
Los estadounidenses justificaron esa guerra argumentando que preparaban la
democracia en las naciones poco desarrolladas (aunque en realidad no concedieron a Filipinas un autogobierno
limitado hasta 1907 y la independencia recién en 1946). Algunos intelectuales
–William James entre ellos- denunciaron estas acciones como contrarias a los
valores nacionales, pero el grueso de la población apoyó al gobierno aprobando
aquella demostración de poder.
El
acorazado Maine entrando en el puerto de La Habana. Su explosión, tres semanas
después, fue la excusa para la guerra contra España.
Contrapuesta a la compleja base
social/cultural/económica que de modo tan esquemático hemos mostrado, existía
una clase media o media-alta y, especialmente, unos sectores de nivel cultural más
elevado, con diferente forma de vida y distintas aspiraciones e ideas: la “comunidad intelectual liberal” al decir
de Noam Chomsky (ibid) De este grupo
saldrán varios de los hombres fundamentales de la Comisión Creel.
La élite intelectual
y las “Relaciones Públicas”
“La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones
organizados de las masas, es un elemento de importancia en la sociedad
democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad,
constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el
destino de nuestro país. Quienes nos gobiernan, moldean nuestros gustos o nos
sugieren nuestras ideas, son en gran medida personas de las que no hemos oído
hablar. Ello es el resultado lógico de cómo se organiza nuestra sociedad
democrática. Grandes cantidades de seres humanos deben cooperar de esta suerte si
es que quieren convivir en una sociedad funcional sin sobresaltos.”
Con este sugestivo párrafo inicia
Edward Bernays su libro “Propaganda”
(1927). Judío de origen austríaco, hábil promotor y agente de prensa, Bernays
se incorpora en 1918 al Gabinete de Prensa del Creel, en el que tendrá un papel
significativo. En 1920 funda su primer despacho como “consejero de Relaciones
Públicas” dando así origen a esta industria. La cumbre de su fama e influencia
llegará precisamente por su éxito total en “moldear nuestros gustos” con la
campaña masiva, patrocinada por la industria del tabaco, para conseguir que las
mujeres comenzaran a fumar. En 1923 publica “Cristalizando la opinión”, primer texto teórico relativo al trabajo
sobre la opinión pública a través de los media.
“Señalé –dice en él- la función social de las relaciones públicas
en combatir el pensamiento estereotipado que impulsa al público a oponerse a
los nuevos puntos de vista, y destaqué el deber ético del consultor en
relaciones públicas."
Manipular, disciplinar la opinión pública. “Se ha visto que es posible moldear la mente de las masas de tal suerte que dirijan su poder recién conquistado en la dirección deseada. Esta práctica resulta inevitable en la estructura actual de la sociedad.”
Manipular, disciplinar la opinión pública. “Se ha visto que es posible moldear la mente de las masas de tal suerte que dirijan su poder recién conquistado en la dirección deseada. Esta práctica resulta inevitable en la estructura actual de la sociedad.”
Y eso porque el “hombre llano” carece de pensamientos propios, movido por clichés
mentales –“sellos de goma tintados con
eslóganes publicitarios ./. con las banalidades de las gacetillas y tópicos
usuales.” La mente del pueblo –nos dice, y parece evidente que al hablar de
“pueblo” está pensando en aquellas clases populares que vimos en el apartado
anterior- “se compone de prejuicios
heredados y símbolos, lugares comunes y latiguillos que los líderes de opinión
suministran a la gente.” Pero esta
labor de moldeado no debe ser entendida como algo negativo –agregará- si
quienes la llevan a cabo lo hacen “honestamente,
guiados por el bien común.” ¿Ética? Sincera ingenuidad, en todo caso, que en
aquella Norteamérica anterior a la Gran Depresión, aún era posible.
Más duras, y probablemente con
mayor influencia en aquel momento, son las tesis de Walter Lippman, que fue
consejero del presidente Wilson durante la Guerra. También perteneciente a la
comunidad intelectual judía acomodada, este periodista, crítico de medios y
filósofo, tuvo total acceso a los ámbitos de decisión de la política USA. Pensaba que los ideales democráticos se
habían deteriorado; que los votantes, completamente ignorantes acerca de la política
y los temas de debate público, carecían por tanto de competencia para
participar en ello.
Condensará estas ideas en “Opinión pública” (1922), sosteniendo
que los desafíos de la realidad moderna deben ser enfrentados por una verdadera
clase gobernante. Pensar a través de
estereotipos –nos dice- (término que
acuña con este sentido específico) lleva
al público a verdades parciales y a tomar decisiones antes de extraer ninguna
conclusión. Ve así a las masas populares
como un “gran rebaño desconcertado” que
se debate en el desorden de las opiniones locales sin preocuparse por el
interés común, y que debe ser gobernado por aquella clase especializada con intereses más generales.
Esos expertos, a los que se
referirá como “las élites,” solventarán el “principal problema de la
democracia”: la imposibilidad del ideal
de un ciudadano competente en los asuntos públicos. Hay que conseguir que el
grueso de la población se conforme con elegir entre los miembros de tales
élites, a los hombres más responsables para dirigir la nación. Y para esto se
necesita “una revolución en la práctica
de la democracia”, es decir la mencionada manipulación, que llamará “fabricación del consentimiento” (consent, traducido también como
“consenso”) sin el cual no se puede gobernar.
“El público debe ser puesto en su
lugar –escribirá- para que los hombres responsables puedan
vivir sin el miedo de ser pisoteados por el rebaño de bestias salvajes.”
En 1927 Harold Laswell (1902-78)
publica “Técnicas de propaganda en la Guerra
Mundial”, donde sostiene que el funcionamiento equilibrado de una sociedad
democrática (siempre considerando el vocablo en la acepción estrecha antes
mencionada) se obtiene confiando en el sistema institucional, pues los mejores
jueces en los asuntos sociales son las
élites, debido a “la ignorancia y
superstición de las masas.” Por tanto, por el bien de todos se debe
proporcionar a esos “dirigentes naturales” todos los medios precisos
para imponer sus ideas. Por su parte,
Reinhold Niebuhr (1892-1971) dirá que “el
proletario” no profesa la razón sino la fe, y requiere un elemento vital de
“ilusión necesaria.” Por ello insta a
admitir “la estupidez del hombre medio” y
a proporcionarle las “simplificaciones
excesivas con poder emocional” que lo mantengan en la buena senda hacia una
sociedad mejor.
Parece claro, pues, que las posiciones ideológicas de la
“comunidad intelectual liberal” a la que pertenecen, en una situación tan
complicada como la necesidad de justificar la guerra ante aquella población
mayoritaria pobre “con carencias culturales y educativas” y por ello sumisa -para
peor, vista como un “rebaño de bestias
salvajes”- llevaron de modo natural a estos hombres
responsables al gran fraude de un engaño masivo. Quizás el artificio
hubiese finalizado con el desmantelamiento de la Comisión en 1919, de no haber
mediado otro trascendental acontecimiento de 1917: la revolución rusa.
El “Miedo Rojo”
Es imaginable el impacto de la
revolución de octubre en una nación ya trastornada por el miedo, y también
sobre el sentimiento mesiánico, de “pueblo escogido” de sus gobernantes, que antes hemos apuntado. “La Providencia
–debió pensar Wilson- está teniendo un cortocircuito.” ¿Por qué no continuar
aplicando el mismo método, que tan buen resultado estaba proporcionando? Ayudar
a la Providencia nunca está de más, y todo el mecanismo estaba ya listo y
engrasado.
Ilustración rusa fácilmente comprensible sin traducción.
Ciertamente, EEUU junto con el
resto de los Aliados (y hasta Japón), participó activamente en la guerra civil
rusa, apoyando a las fuerzas contrarrevolucionarias –el Movimiento Blanco- con
dinero, asesoramiento militar y pertrechos, además del cuerpo expedicionario
que intervino especialmente en Siberia. Pero para nuestro análisis interesa
solamente la repercusión interna –¡enorme!- del conflicto con la URSS. (7)
El historiador Murray Levin
define la tensión producida a partir de finales del 17 como una “histeria a escala nacional provocada por un
miedo y ansiedad crecientes ante una inminente Revolución Bolchevique en
Estados Unidos. Una revolución que destruiría propiedades, iglesias, hogares,
matrimonios y el estilo de vida americano.” Ese temor se verá incrementado
por la breve Revolución Alemana de noviembre 1918, con su corolario de
Levantamiento Espartaquista y “República Soviética de Baviera” (5 al 12 de
enero 1919), así como la posterior creación de la III Internacional en marzo.
Izq.: Karl Liebknecht habla a la multitud. Der.: barricadas en las
calles. Berlín, enero de 1919.
Pero no cabe duda de que, pese a
las predicciones de Marx y a las esperanzas del movimiento obrero en el estallido de la revolución mundial, ni
los espartaquistas tuvieron posibilidad alguna de mantener su sueño de república
soviética, ni la URSS la tuvo
de “exportar” su revolución, ocupada como estaba
simplemente en defenderla. En cambio, se le brindó a USA el enemigo perfecto,
tan atemorizador como el gorila prusiano pero sin el inconveniente de una
campaña bélica directa, y con una enorme ventaja práctica: la posibilidad de
crear un antagonista adicional, el enemigo
interior: la clase obrera
organizada, la disidencia política y el pensamiento independiente.
En definitiva, simplemente lucha de clases.
En definitiva, simplemente lucha de clases.
Ilustración made in USA. Un torvo, malísimo –y muy feo- “anarquista europeo” con claras intenciones satánicas.
Antes de continuar, parece
oportuno hacer algunas consideraciones adicionales acerca de la línea político/ideológica
de los EEUU desde su inicio. Ya mencionamos el limitado concepto de democracia de los Padres Fundadores. Aunque
la lucha por la independencia fuese conducida por prohombres liberales, pelearon en ella agricultores,
artesanos, obreros y hasta esclavos, en nombre de, y por la libertad. Ese pueblo pretendió luego estar
representado en el gobierno por hombres de su misma clase. No fue así. El poder
recayó en los banqueros, terratenientes y grandes propietarios. Algo cambió,
para que todo continuase como estaba, Lampedusa dixit.
Afirma el historiador Edward Countryman en su “La Revolución Americana” (citado por Chomsky): “La última boqueada del espíritu original de
la Revolución, con toda su fe en la comunidad y la cooperación, la dieron los
agricultores de Massachussets” durante la llamada “Rebelión de Shays” y su
fracaso les enseñó que “las vías antiguas
ya no funcionaban. Se vieron obligados a arrastrarse pidiendo perdón ante unos
gobernantes que declaraban ser los servidores del pueblo.” (8) Y agrega Chomsky: “Así ha seguido siendo.” Nada demasiado original, como puede apreciarse.
Veamos un ejemplo de la nueva
forma de “solucionar” los conflictos sociales merced al espantajo del peligro
rojo. El país atravesaba una gran crisis económica tras la guerra; el costo de
la vida se dobló y en el inicio de 1919 se producen importantes huelgas. En
Seattle, 60.000 trabajadores paralizan la actividad. Inmediatamente se les
acusa de comunistas subversivos que fomentan un golpe de estado y se anuncia la
movilización de 1500 policías para atajar ese peligro. Ante la amenaza de un
baño de sangre, los huelguistas regresan al trabajo.
A. Mitchell
Palmer, Fiscal General, crea dentro del FBI una División General de
Inteligencia (GID) con J. Edgar Hoover a la cabeza, cuya misión es descubrir
los “múltiples complots bolcheviques”
y encarcelar a los participantes. Son fichados cerca de 200.000 “sospechosos”,
y se lanza una cruzada en toda regla contra la izquierda radical, especialmente
la anarquista y los partidos Socialista y Comunista. En noviembre 1919 y siguiente
enero, se producen las llamadas “Redadas de Palmer” (Palmer Raids) contra residentes extranjeros y trabajadores
nacionales sindicados. Miles son detenidos sin orden judicial y sin que la
Corte Suprema defienda los derechos constitucionales. Por el contrario, hay un
célebre pronunciamiento señalando que cuando la libre expresión constituya un “claro peligro” (según estimación de las
autoridades) para la nación, estárá
justificado suspender aquellos derechos.
Esta arbitraria
política va acompañada de una retórica “patriótica” según la cual todo
cuestionamiento del orden establecido es antiamericano (unamerican) y las huelgas que sacuden el país se califican como
crímenes contra la sociedad. El Washington Post sostiene que frente a la
amenaza roja no se puede perder tiempo en “sutilezas
sobre violaciones de libertades” y el New York Times alaba “el vigor inteligente del Departamento de
Justicia” al acorralar a los Enemigos Rojos, una “banda
perniciosa” que estaba “urdiendo un
complot para celebrar una huelga en todo el país.” Por cierto, señala
Chomsky (ibid) que la prensa había
avalado antes un proyecto de ley propuesto por Palmer y Hoover que solicitaba
penalizar “hechos, demostraciones,
escritos, impresos o divulgaciones de alguna señal, palabra, discurso, dibujo,
diseño, disputa o enseñanza, que aconseje, defienda, enseñe o justifique
cualquier acto de sedición.” En un
mismo orden de ideas –recuerda Chomsky- las autoridades consideraron que las “declaraciones sediciosas” de los
anarquistas juzgados por las revueltas de Haymarket, eran suficientes para
atribuirles la “responsabilidad moral” por
el lanzamiento de la bomba aunque no fuese obra de ellos, y para justificar su
condena. Palmer llegó incluso a afirmar que, entre los ideales teóricos de una
persona radical y su violación real de la ley, solamente había “distinciones sutiles”. (Obviamente, a
nuestro Ministro del Interior le queda mucho por aprender, aunque hay que
reconocer que se esfuerza.)
La aberración
fue llevada al extremo de sostener que toda duda acerca de la criminalidad de
un sospechoso se disipa “ante el examen
de sus fotografías.” ¡Sic! “De la
mirada astuta y furtiva ./. brotan la codicia, crueldad, la locura y el crimen;
en sus caras desproporcionadas, cejas oblicuas y rasgos deformados, se reconoce
el tipo inconfundible del criminal.” Ante tanto despropósito y abusos, la
aprobación de la ciudadanía fue desapareciendo a lo largo de 1920, y la represión
se desacelera. Por otra parte, los patronos industriales comprenden que la
expulsión de tantos extranjeros significa la desaparición de mano de obra
barata. El Miedo Rojo se debilita, no
sin que antes los prejuicios antiextranjeros sembrados desembocaran en otro
asesinato legal: la condena de Sacco y Vanzetti. (11)
Cartel del film de G. Montaldo, 1971 y foto
del movimiento para salvar a los condenados.
Este primer Miedo Rojo define
ya los aspectos esenciales del
anticomunismo norteamericano del siglo XX: xenofobia, intolerancia ante
cualquier disidencia, utilización obsesiva de la idea de conspiración,
destrucción de las libertades en nombre de la seguridad nacional, acusaciones
sin fundamento y la supuesta amenaza exterior utilizada para eliminar la
oposición interior. Consolida –si ello
era aún necesario- la
estrecha alianza entre la élite del pensamiento, la clase
política y la empresarial que lo apoya y financia; también reafirma la función
desinformativa de los media, transformada en campaña
sistemática permanente, completando el esquema ahormador. Finalmente tuvo como
útil resultado adicional, el refuerzo de una agresiva política exterior
intervencionista presentada como autodefensa (la invasión de Irak será el mejor
ejemplo) y “dejó como un crucial residuo
institucional la policía política nacional [el FBI] que ha proyectado una larga sombra durante los años siguientes.”
(Chomsky: ibid.)
Hacia la II Guerra Mundial
Parte de una famosa serie de fotos de Dorothea Lange sobre la Gran
Depresión, centradas en Florence Owens Thompson, de 32 años, que emigró a
California con sus siete hijos en 1936.
Al llegar los difíciles años 30,
el efecto devastador de la política institucional señalada sobre los movimientos
de la clase trabajadora se había desvanecido en gran parte, y recomienzan los
conflictos. De este período de entreguerras solamente señalaremos, por su
carácter ilustrativo acerca de los mismos, el caso de la “Fórmula Mohawk Valley”,
que es también un caso de manipulación social.
Se trató de un plan para romper
huelgas atribuido a James Rand Jr., presidente de la Remington Rand, durante
una huelga en esa localidad en 1937. Se describió en un artículo del “Boletín
de Relaciones Laborales” de la Asociación Nacional de Fabricantes y fue editado
y distribuido más tarde como folleto. Sus reglas básicas son:
1º - Etiquetar inmediatamente a
los líderes sindicales como “agitadores” minoritarios y enemigos de América. Presionar, amenazando con llevar la fábrica a otra parte
y organizar a banqueros, empresarios y propietarios en un “Comité Ciudadano.”
2º - Enarbolar la bandera de “Ley
y Orden” para que la propia comunidad solicite acción policial ante imaginarias
violencias. Con esto se consigue separar a los huelguistas de la comunidad.
3º - Promover un sentimiento público contrario a la huelga
y sus “desórdenes.”
4º - Agrupar una gran fuerza
policial para amedrentar (efecto psicológico).
5º - Organizar un movimiento
aparente de “regreso al trabajo” con supuestos “empleados leales” marionetas.
6º - Que el grupo marioneta fije
una fecha para la reapertura del lugar de trabajo.
7º - Realizar una teatral
“reapertura” muy publicitada, con los “leales” marchando protegidos por
policías armados, para aumentar el efecto desmoralizador.
8º - Realizar una gran
demostración de fuerza, muy exagerada.
9º - Llevar a cabo una campaña
publicitaria masiva resaltando que la planta funciona a pleno rendimiento y los
huelguistas intentan interferir en la libertad de trabajo.
Con todo esto el empresario habrá
triunfado, rompiendo la huelga. Al parecer, esta “fórmula” fue muy utilizada, y
su efectividad se pone de manifiesto al comparar sus principios generales con
las manifestaciones de los actuales gobernantes españoles.
La segunda Guerra Mundial, que
estallará poco después, suaviza pero no elimina las fricciones USA-URSS.
Difícil tarea, combatir a un enemigo momentáneamente transformado en aliado…
pero la desarrollaron con éxito. El ataque a Pearl Harbour eliminó cualquier
reticencia antiguerrera de los pacifistas. Continuaba gruñendo el gorila alemán –aunque ya no un prusiano de casco puntiagudo-
y se agregó el “peligro amarillo”. Después, la “Guerra fría” durante varias
décadas. Y el “Segundo Miedo Rojo” (el de McCarthy), tan útil como el primero,
aunque ya comenzaba a verse la impostura.
Como antes adelantamos, el
nazismo llevó los métodos de la Comisión Creel a su mayor grado de
perfección. Estudiaremos esto en el
tercer y último submódulo.
NOTAS
(1)
Como especifica Carlos Arauz (ibid): “Que la primera gran película de la historia
del cine, ‘El nacimiento de una
nación’ (1915) de D. W. Griffith –verdadera apología del Ku Klux Klan,
aunque también una obra maestra- fuera
explícitamente racista, revelaba el grado de cristalización que el racismo
blanco tenía en el país, y no sólo entre la élite sureña sino también y sobre
todo entre los agricultores de los estados del Oeste medio y entre los
trabajadores inmigrantes y autóctonos del Norte.”
(2)
Se llama Gran Migración Negra (Great Migration) al prolongado éxodo de
casi dos millones de afrodescendientes, producido entre 1910 y 1930 desde los
Estados del sur a los del oeste, medio y noroeste de EEUU. Escapaban de la
falta de derechos inherente al racismo del apartheid,
buscando trabajo en las grandes zonas industriales.
El momento de mayor empuje
migrante se produjo precisamente durante el bienio 1916-18 por las carencias de
mano de obra producidas por la guerra. Cerca de medio millón de personas se
desplazó entonces. Un dato ilustrativo: la población negra de Detroit,
importante centro de la industria del automóvil (esencial para el crecimiento
de los sindicatos y base importante del PC de los EEUU), era en 1910 de 6000
personas; a comienzos de la Gran Depresión llegaba a 120.000. La Gran Migración
creó las primeras comunidades urbanas específicamente negras: los guetos.
(3) EEUU
se crea por colonización británica: oleadas de inmigrantes que fundan, en la
costa atlántica, las llamadas Trece
Colonias, entre los territorios franceses de Québec
al norte y Louisiana
al sur. La primera colonia se instaló en 1607 en Jamestown (Virginia). Para 1770 ya habían surgido
varios centros urbanos en proceso de expansión; Filadelfia,
con 28.000 habitantes, era la ciudad más grande, seguida por Nueva York
y Boston.
Hay que hacer notar que estos colonos llevaron desde el Reino Unido, no
sólo su idioma, sino sus creencias, tradiciones y normas legales. Por ejemplo,
y referente a los derechos de los trabajadores, la ilegalidad de cualquier
intento de organización sindical. O el
hecho de que el voto para elección de las
asambleas –que debían gobernar conjuntamente con los gobernadores coloniales-
estaba reservado a terratenientes varones blancos.
Dada la considerable abundancia de tierras y
riquezas naturales en aquellos territorios, esos colonos prosperaron con rapidez,
de suerte que la mayoría de los varones blancos llegó a tener propiedades
suficientes para obtener su derecho a votar. Pero siendo finitos los bienes
también lo era la posibilidad de su apropiación y reparto, que en algún momento
cesó. De este modo es lógico suponer, viendo los datos –la población se multiplica
por 5 entre 1650 y 1700 y por 23 entre 1650 y 1750- que las sucesivas oleadas
poblacionales introducirían una marcada desigualdad social, creciendo exponencialmente
el número de los migrantes sin otra propiedad que su fuerza de trabajo. No es
nada difícil adivinar a cuál de estos grupos pertenecieron los “Padres
Fundadores” o su ideología.
Acomodados liberales del laissez faire pertenecientes a la aristocracia del dinero,
conquistaron todas las posiciones de gobierno nada más ganada la guerra de
liberación, y dispuestos a recrear, en las nuevas condiciones republicanas, la
vieja sociedad rígida y fuertemente clasista de sus mayores monárquicos
británicos, reduciendo la democracia a “interacciones entre grupos de
inversores que compiten por el control del Estado” (Chomsky, ibid). Esta dominación fue aceptada implícitamente
por la sociedad. (Ver también nota 8.)
Particularmente elocuente es el fragmento de
carta entre el Gobernador Morris y John Jay –primer presidente del Tribunal
Supremo- en 1783, citado por Chomsky:
“Cansados de la Guerra, se puede contar con su Conformidad [la del pueblo,
al gobierno de la élite] con Certeza
absoluta, y usted y yo sabemos por Experiencia, mi amigo, que cuando unos pocos
Hombres de sentido y espíritu se reúnen y declaran ser la Autoridad, los pocos
que tienen una opinión diferente pueden ser fácilmente convencidos de su Error
por medio de ese poderoso Razonamiento: la Soga.” La índole de aquella "democracia" queda así firmemente establecida para el futuro.
Un poderoso razonamiento de probada eficacia.
(4) Los
bosses que controlaban las
maquinarias políticas y económicas, manipulando elecciones merced a enchufismo
y patronazgos, llegando a designar candidatos locales e influir incluso en la
nominación de candidatos presidenciales, prosperarían durante la Ley Seca.
(5) Otra cosa muy distinta es determinar cuáles
son verdaderamente esos “intereses nacionales”
(6) El presidente Andrew Jackson había afirmado en
1837: “La Providencia ha escogido al pueblo norteamericano como guardián de la
libertad, para que la preserve en beneficio del genero humano.” Basándose en
tal designio emanado de Dios mismo (en el que confían, según afirman en su
papel moneda) Theodore Roosevelt proclamará más adelante abiertamente el
derecho a intervenir militarmente en America Latina, estableciendo los conceptos
de “politica de gran garrote” y “gendarme internacional.”
(7)
Naturalmente, estamos haciendo una grosera simplificación, y no
solamente porque ignoramos al Gobierno Provisional que tomó el poder tras la
abdicación del Zar, sino porque la URSS como tal no existió hasta diciembre de
1922, tras la caída de Vladivostok en
octubre y el fin de la resistencia blanca.
Últimos guardianes del Palacio de Invierno. Entre ellos, el curioso
Escuadrón de la Muerte femenino
(8)
Daniel Shays (1747-1825) fue un capitán en la Guerra de Independencia, con una
notable hoja de servicios. Luego se desempeñó en posiciones gubernamentales
locales, en Massachussets. Desilusionado por la mala calidad de vida de la
población, y para evitar que la Corte Suprema del Estado condenara a pequeños
agricultores endeudados, lideró la rebelión de 800 granjeros entre 1786 y 87
(es decir antes de la formación del Gobierno federal, durante la Confederación
de las 13 ex colonias). Tras ser
derrotado en febrero 1787, huyó y fue condenado en ausencia, pero al año
siguiente se le concedió la amnistía y una pensión por sus servicios. Siempre sostuvo que se amotinó llevado por
los mismos principios que lo habían impulsado a luchar en aquella Guerra. Se considera
esta revuelta como un ejemplo de las contradicciones de clase en la base misma
de la sociedad USA.
(9) La llamada “Revuelta de Haymarket” durante las protestas de principios de mayo en respaldo a los obreros en huelga. Hubo violentísimas cargas policiales que culminaron con el lanzamiento de una bomba a los policías. Los ocho detenidos fueron condenados, cinco a la pena capital –aunque uno se suicidó antes de ser ahorcado- y tres a reclusión. Este hecho dio origen a la consideración del 1 de mayo como Día del Trabajo, en homenaje a estos luchadores condenados.
(10) William Randolph Hearst (1863-1951), poderoso personaje, político, editor, magnate empresarial que llegó a poseer 28 periódicos nacionales, influyó todo lo posible para que EEUU declarase la guerra a España en 1898 y poder aprovecharse de sus primicias. No dudó en difundir todo tipo de patrañas relativas a la crueldad de los españoles en la isla, muy en la línea propagandística señalada. Su controvertida personalidad fue retratada por Orson Welles en “Ciudadano Kane”en 1941.
(11)
Ferdinando Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti eran dos inmigrantes italianos
anarquistas. Acusados del robo a mano armada y asesinato del encargado de una
nómina gubernamental y un vigilante, el 15 de abril de 1920 en Massachussets,
sufrieron un juicio plagado de irregularidades que más tarde sería declarado
nulo. Condenados en base a prejuicios, dieron origen a movimientos de
solidaridad que lucharon durante años por salvarlos. Finalmente fueron
ejecutados en 1927.