Destrozado silencio que me pesa
como inútiles mantos.
Alzada, asoladora
atmósfera ofuscada de una férrea
floresta de vocablos,
humobruma que ciega,
conjura y enmascara como un sueño.
Porque sólo sabemos
encubrir con lenguajes lo terrible,
que anida allí donde la voz acaba,
para -desnudos, mudos- asomarnos
al enigma de esfinges aturdidas
por el pecado de la lengua vana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario