Un hombre se sentó fuera del tiempo,
bajo un hojoso roble de recuerdos
-claridades y sombras en la frente-
con el afán de definir la vida.
Memoria, toda en disonancias, era
claro espejeo de aguas transparentes
donde el hombre sentado se miraba.
A fondo analizó por largo tiempo,
y un amplio, bello templo de teorías
alzó brillando bajo el roble denso.
Entonces sonrió.
Pero la vida,
que a su lado pasaba, su tocado
desciñó, de murmullos y destellos.
"No puede ser la vida -pensó el hombre.-
En nada se parece a mi teoría."
El templo relumbraba, suave, quedo.
Sin pena ni desdén, miró la vida
al hombre que en las aguas se miraba;
sin pena ni desdén, pasó de largo.
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