Sub-módulo I -
Conformando la Opinión Pública
A lo largo de todo el año 2013 se
ha reiterado, por múltiples vías, el asombro por la pasividad de una parte
esencial de nuestra población ante “la que está cayendo” o incluso la
aquiescencia –por acción o por omisión- con los responsables de aquello “que
cae”. Se manejan, para intentar explicar este hecho, hipótesis de distinta
índole y calado: miedo; creencia de que todo volverá a ser como antes o, peor
aún, pensar que verdaderamente hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades –culpa que quieren inocularnos- y por tanto ahora tocan los
inevitables y merecidísimos sacrificios.
Quienes intentamos desentrañar
este embrollo para proporcionar explicaciones verosímiles, nos encontramos con que
casi todas contienen elementos de verdad, pero también otros que no satisfacen.
A veces estamos ante simplificaciones excesivas, faltan datos o tendemos a
ceñirnos en demasía a lo local/nacional como si viviéramos en un mundo aparte.
O nos olvidamos de condicionantes intangibles aunque evidentes. El Poder, por
ejemplo; cómo supedita desde siempre nuestras estructuras de pensamiento y
modos de relación; cómo tal sistema de fuerzas atraviesa toda la sociedad
transversalmente afectando a clases, grupos y personas. O la religión, con sus
dogmas, prejuicios e intolerancias. Y el efecto amoldador, igualador de la
educación (familiar, escolar, social) o la costumbre. (1)
Así pues, para aproximarnos a la
verdad, múltiple y compleja, deberemos ampliar nuestros criterios de análisis,
abrirlos a más vías de exploración y profundizarlos con el aporte de nuevos
conocimientos. Comenzaremos con un tema
que es también un “efecto amoldador” y ciertamente de una enorme importancia:
la manipulación de la opinión de una sociedad entera. Veremos cómo se creó el procedimiento
de conformación (deformación) de esa opinión pública, y luego cómo se
profundiza constantemente a través de la desinformación impuesta por los medios
de comunicación, así como por la creación de un efectivo, perverso metalenguaje,
enteramente funcional al poder.
Propaganda y
Relaciones Públicas
La primera gran operación
fraudulenta de configuración de la opinión pública tuvo lugar en EEUU durante
la Gran Guerra. El 4 de marzo de 1916 Thomas Woodrow Wilson toma posesión como
28º presidente de EEUU. Ha ganado las elecciones con un eslogan abiertamente
pacifista –Paz sin victoria- y es señalado
como el hombre neutral que mantendrá a su pueblo lejos de la guerra. Pero ciertamente
la situación bélica no era, en aquel momento, favorable a sus aliados naturales.
Dos meses antes, británicos y franceses
se habían retirado de Gallípoli tras un costoso fracaso; en febrero había
comenzado la terrible batalla de Verdún, de tan incierto resultado a lo largo
de todo el año; a finales de abril, el ejército británico capitulará en Irak
ante los turcos.
Noam Chomsky (“charla en el Z Media Institute”, junio
1997) señala que el Ministerio de Información británico realizó todo tipo de
presiones -incluyendo noticias falsas y
tremendos bulos sobre la crueldad germana- para convencer a los estadounidenses
de que se sumaran a la guerra. (2) Los USA no eran entonces un actor importante
en el panorama mundial, ni mucho menos el país hegemónico que llegaría a ser.
Pero sí eran extraordinariamente ricos y mantenían intensas relaciones
comerciales con Francia y Gran Bretaña. Esta realmente necesitaba ayuda y
Wilson era consciente de las posibilidades de expansión que resultarían para su
país si intervenía en la guerra. El elemento determinante fue económico. Los
aliados franco-británicos debían aprovisionarse permanentemente de víveres y
armamento, que se adquirían gracias a créditos facilitados por Wall Street.
EEUU era, pues, acreedor de astronómicas sumas de dinero, de las que no vería
ni un céntimo si Francia y Reino Unido perdían la guerra. Finalmente, el 6 de abril de 1917, EEUU entra
en el conflicto.
Y se presenta el problema. ¿Cómo
convencer a un pueblo pacifista, alejado de una contienda considerada “cosa de
los europeos” y que eligió un gobierno declaradamente neutral, de que la
situación ha dado un giro de 180º y ahora sí hay que ir a matar alemanes? (3)Era imprescindible modificar el sentir de la
población. La hábil solución fue la creación del Comittee on Public Information (Comité de Información Pública,
también llamado CPI o Comisión Creel),
una enorme agencia federal de propaganda destinada a manipular la opinión
pública. Funcionó increíblemente bien.
Cartel “Información de Guerra” editado por
el CPI
La Comisión Creel
Creada el 13 de abril bajo la
dirección del periodista y político George Creel (1876-1853) de quien toma su
nombre, esta Comisión (4) desarrolló el primer intento de utilización
gubernamental de las técnicas de psicología de masas más eficaces y modernas,
con el deliberado propósito de controlar la opinión mayoritaria de los
estadounidenses. En sólo seis meses, no sólo inyectó en la sociedad la idea de
que había que hacer la guerra para preservar la paz en el mundo, sino que
generó un fanático aborrecimiento de todo lo alemán presentado como monstruoso.
Nos encontramos, así, ante una formidable y eficaz maquinaria institucional de
propaganda, cuyo éxito determinó el nacimiento y evolución de las “Relaciones
Públicas.”
Wilson se enfrentaba a varios
problemas derivados de su decisión de entrar en guerra. Había que transformar
al imperio alemán, al austrohúngaro y a los turcos -hasta poco antes, simples
potencias coloniales que no interesaban a nadie- en el Enemigo. (5) Era imprescindible
fomentar el alistamiento y formar un ejército; vender bonos para solventar los
descomunales gastos y reconfigurar el lugar de la mujer en la sociedad, pues
dependerían de que ellas se incorporasen a los puestos de trabajo dejados
vacantes por los hombres, para no detener la producción industrial
Durante 28 meses, hasta agosto de
1919, la “División of Pictorical Publicity” de Creel utilizó gran cantidad de
artistas para crear miles de carteles, historietas, libros, pinturas, y cualquier otro medio imaginable para
obtener el apoyo a la guerra. Hizo imprimir casi 60 millones de panfletos y
octavillas que fueron repartidos con el concurso de los Boy Scouts y contrató
unos 75.000 “four minutes men”, hombres de cuatro minutos (promedio de atención
de las personas, según las técnicas de la venta a domicilio) para que,
introducidos en reuniones sociales o espectáculos, hablaran durante ese tiempo
sobre las razones para participar en el conflicto. Se calcula en más de 7
millones los mini-discursos realizados de esta manera.
Carteles de ambos bandos, mayoritariamente de la II Guerra. Obsérvese
en “He’s watching You” el claro antecedente de Darth Vader.
Paralelamente, el CPI recogió
apoyos de clubes sociales y recreativos, así como de instituciones religiosas,
y tuvo como punta de lanza la industria cinematográfica de Hollywood, que
también resultaría fundamental para sostener el esfuerzo durante la II Guerra
Mundial, como recordará cualquier amante del cine de los años 40. Naturalmente,
la visión del enemigo en ambos casos, no va más allá de una caricatura como
demuestra el poco agraciado “prusiano” del siguiente ejemplo (otro claro
antecedente, en este caso de King Kong.) (6)
En semejante campaña
propagandística, convertida en actividad sistémica sin ningún límite de
presupuesto o de recursos humanos, en la que cada instrumento, cada mensaje,
cada idea desempeña una función persuasoria, resultaba ciertamente
imprescindible contar con los medios de comunicación. Para ello se solicitó la
colaboración de los grandes propietarios, algunos de los cuales incluso
integraron el Comité. Según algunos historiadores, en una sola semana de
actividad éste aportaba material para más de 20.000 columnas de prensa, de modo
de unificar completamente lo que decía el gobierno, con la “información” facilitada por periódicos y
emisoras de radio. (7)
Pero muy pronto resultó evidente
que la información que llegaba de los campos de batalla europeos, no era
precisamente la más adecuada para mantener la moral de la ciudadanía y fomentar
el reclutamiento. No olvidemos que la Gran Guerra fue una carnicería terrible
en la que perdieron la vida 9 millones de personas. Había, pues, que filtrar,
recortar, retocar o censurar noticias: manipular en nombre del bien de la patria,
seleccionando la información diaria (técnica conocida como“gate keeper”) y publicando sólo lo que el gobierno consideraba más
adecuado para ser conocido. Siempre guiándose por la máxima de que en
propaganda es preferible decir apenas una parte de la verdad, pero igualmente
por aquella otra que insiste en que una inexactitud o incluso falsedad,
repetida incansablemente, acaba por ser creída.
Imágenes como esta, tomada en las trincheras,
fueron censuradas entonces.
Dice Rubén Sánchez Medero (“Campañas propagandísticas: su uso en la
formación de la opinión pública.”) que “la
única forma que hace posible destruir la resistencia de la gente, para
arrebatarle su capacidad de tomar decisiones, es un bombardeo continuo de
propaganda en todos los ámbitos de la
cultura.” “La propaganda moderna [que en 1916-19 sienta las bases de lo que
será hasta el presente] es una astuta
combinación de información, verdades a medias, juicios de valor, exageraciones
y distorsión de la realidad” (Naief Yehya, “Guerra y propaganda. Medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos”).
La disposición de los destinatarios a confiar en la sinceridad del emisor del
mensaje, sumada a la importancia que concedan al medio difusor (“lo dijo la
tele” o “expertos consultados aseguran…”) hace el resto, y se logra controlar
lo que piensa la gente. Veremos más adelante cómo estos métodos son retomados y
llevados a su perfección por Goebbels y su Ministerio de Propaganda durante el
nazismo.
La sección exterior de la
Comisión desarrolla varias actividades. Una, dedicada a los soldados, es la publicación
de un periódico “The Stars and stripes”
(Estrellas y barras). El Departamento de Prensa Extranjera supervisa toda
noticia enviada por las agencias de prensa, y se crea una “Sección de propaganda”
para las fuerzas aliadas, que elaboró millones de panfletos antimilitaristas para
ser arrojados sobre las filas enemigas. Todo esto tenía como misión convencer a
los alemanes y al mundo, de que USA no pueden ser vencidos, que son tierra de
libertad y democracia y por tanto merecen confianza, y que gracias a su visión
del mundo llevarán a este a una era de paz y confianza.
Pero en el interior es
fundamental, al mismo tiempo, impedir la
difusión de ideas o noticias desacordes, incluso si se trata de informaciones
veraces; eliminar cualquier disparidad de puntos de vista es imprescindible a
la hora de controlar la mente de los ciudadanos. Para ello se dictan leyes fuertemente represoras hacia cualquier
disidencia: la “Ley de Espionaje” (Espionage Act) de junio de 1917 y su
complemento la Ley de Sedición (Sedition Act) de mayo 1918. La presión
disuasoria y punitiva creada entre ambas es enorme; establecían penas
desmesuradas (veinte años de prisión por interferir en la venta de bonos o
“estimular la deslealtad”) y produjeron detenciones masivas. Podemos suponer
que una campaña llevada en tales condiciones tuvo escasa resistencia interna.
(8)
Imposible entrar aquí en detalles
de la situación de histeria vivida en esos dos años. Los alemanes residentes en
el país sufrieron vejaciones y hostigamientos reiterados por parte de la
población. Tampoco se libraron otros extranjeros, cualquiera fuese su
nacionalidad, y en muchos casos se llegó a deportaciones sin juicio. El relato
–por momentos casi increíble- de aquellos sucesos, abarca situaciones absurdas
casi cómicas, como las actividades de la “American Protective League”, que además
de fomentar la delación de todo aquello que resultase “sospechoso”, organizaba
piquetes de búsqueda de espías en los barrios de las grandes ciudades (no logro
imaginar por dónde o cómo los buscarían, ni de qué forma los identificarían
como espías). (9) Pero también da cuenta de las muy dramáticas circunstancias producidas
por la persecución y represión de los sindicatos socialistas, que al entender
la guerra como un conflicto capitalista en el que los trabajadores no debían
participar, se oponían a los alistamientos. Sobre estos temas el interesado encontrará abundantísimo
material en Internet.
Como hemos dicho, el CPI logró un éxito impresionante,
cumpliendo la casi totalidad de sus objetivos y sentando las bases de lo que
serían las Relaciones Públicas actuales (es decir el engaño convertido en
arte). Pero sobrevivió muy poco al fin de la guerra. Un desafortunado incidente
–verdadera metedura de pata- ocurrido en los días de la conferencia de paz en
Versalles, que irónicamente fue ventilado por la misma prensa que antes había
posibilitado aquel triunfo, desató una
considerable tormenta política,
precipitando el cese de las actividades oficiales del Comité, el 12 de
noviembre de 1919. Sin embargo, la simiente controladora entonces sembrada,
rebrotaría muy poco tiempo después –McCarthy, el “Miedo Rojo”, la campaña de la
industria del tabaco para lograr que las mujeres fumaran, la correspondiente a
la II Guerra, Nixon, Reagan, Bush…- y continúa rebrotando en nuestros días.
Pero de eso hablaremos en el próximo submódulo.
Famoso cartel conocido como “El Tío Sam te necesita”, obra de James
Montgomery Flagg, 1917, basado en otro británico de Alfred Leete de 1914. De este cartel, considerado el más famoso de
la Gran Guerra se imprimieron 5 millones de copias. Curiosamente sería adaptado
en 1918 para mostrar un soldado soviético.
A modo de resumen
Para rematar esta primera parte,
hagamos un somero análisis de este instrumento convertido en actividad
sistémica, que combina “diversas técnicas y herramientas que dotan al proceso
de una estructura y organización que permiten hablar de una campaña.) (Rubén
Sánchez Medero: ibid) Orientada, en este caso concreto, hacia unos fines específicos de control de la
opinión pública, e interviniendo en todos los órdenes de la vida nacional. Y el
primer núcleo de esa campaña fue la creación y satanización del enemigo (como
también sería lo primordial en todas las guerras subsiguientes, una actividad
en la que destacó el Sr. Bush).
Este autor señala como
imprescindible en tal campaña, según hemos visto antes, la continuidad. También
la uniformidad y homogeneidad del punto de vista. “Si hay lapsos en el flujo propagandístico o informaciones contrarias a
las tesis oficiales, existen posibilidades de que el individuo recupere el
control de sus ideas y desaparezca el efecto pretendido.” Se requiere,
además, que tal “bombardeo” sea
prolongado, permanente en el tiempo, y que obre especialmente a nivel de
códigos emocionales. La posibilidad de persuadir “no está en relación con el nivel de inteligencia, sino con los
sentimientos.” Y en esta tarea, la imagen como medio directo tuvo una
importancia fundamental; este es el momento en que se popularizan los
noticieros cinematográficos y los documentales.
Fotograma de un noticiero filmado por Dziga Vértov, para Kino-Nedelia, URSS 1918
Hemos visto también que para
lograr la mencionada homogeneidad, es imprescindible filtrar la información –es
decir, una censura institucional previa de los media, que luego se convierte en autocensura- parcializarla,
exagerarla o deformarla. El CIP se erige en organismo centralizador de toda la
información referente a la guerra –tal
como muestra la primera ilustración, el cartel “War Information”- prefigurando ya el monopolio informativo que
detentaría el ejército durante la Guerra del Golfo y utilizando una cuidadosa
estrategia en la utilización de términos y conceptos, y en la creación de
estereotipos. “La persuasión aparece como
resultado de un discurso construido con argumentos elegidos de manera
pertinente, no necesariamente verdaderos, pero sí aceptados.” “Los
acontecimientos no sólo tienen valor como hechos, sino también por los significados
que los emisores institucionales les adscriben, instrumentalizándolos para sus
fines e interpretándolos desde perspectivas ideológicas.”(Ibid) Señalamos asimismo
el refuerzo que supuso el control normativo y represivo, y el respaldo de
intelectuales y académicos en la redacción de múltiples documentos que narraban
las supuestas atrocidades cometidas por los soldados alemanes (técnica de la “atrocity propaganda”, básica para la
obtención de la respuesta emocional pretendida).
En definitiva, “la correcta creación de los mensajes, su
difusión masiva y el adecuado control de la información” por todos los
medios a su alcance, que fueron prácticamente totales, posibilitaron que el Comité Creel cumpliese
la casi totalidad de sus objetivos. Como dijimos, el CIP no sobrevivió a la
paz, pero sus eficacísimos métodos serían utilizados en múltiples ocasiones con
idéntico propósito, y su éxito llega hasta nuestros días.
Notas ampliatorias al sub-módulo I
(1) Acerca del “efecto amoldador”
Vicente Romano (“La formación de la mentalidad sumisa”)
señala el hogar, la escuela y el lugar de trabajo como formadores de opinión,
aunque matizando que todo sitio donde se adquieran informaciones, puede
considerarse escuela. El hogar como punto de contacto primario con el medio
familiar y social, unido a las ideas de refugio, comida y organización de lo
cotidiano es, dice, “donde se forman las
primeras opiniones, valores y juicios” que solemos amoldar al juicio de los
mayores, por simple copia. Los “conocimientos” escolares, luego, con sus listas
de reyes y batallas, es decir la historia del Poder y sus símbolos (pirámides,
catedrales, palacios, castillos) habituará desde pequeños a los individuos al
dominio de los ricos y poderosos. La educación en todas sus primeras fases es
una horma para producir “buenos ciudadanos.”
Imposible no tener en cuenta el
efecto amoldador de las religiones, que se transmite a la sociedad entera
-también a los no creyentes- como presión supuestamente moral. Dios como
respuesta emocional a la necesidad de encontrar un sentido a la vida, da origen
a una casta que se apropia de esa respuesta para “interpretarla” y “guiarnos” por
la vida hacia una recompensa celestial. Esta “administración de la verdad” que
permite a ese grupo detentar su porción de poder y perpetuarla constituye, al
decir de Ramón Reig (“Dioses y diablos
mediáticos”) los “primeros pasos de
la apropiación del mensaje informativo, de la apropiación y creación de valores
para construir una realidad” paralela pero alternativa, propia del Poder.
Señalaré finalmente que, tal como sostiene Walter Benjamin (“El capitalismo como religión”) el sistema entero como
administrador de “verdades”, posee al completo el carácter culpabilizador de la
tradición judeocristiana, que tan útil resulta a las clases dominantes.
(2) Las presiones de UK señaladas por Chomsky,
En todas las guerras de la
humanidad se utilizaron técnicas de desinformación, tanto para desmoralizar o
engañar al enemigo, como para atraer aliados o incentivar a los ejércitos. En
los primeros años de la Gran Guerra, tanto los británicos como los alemanes
procuraron tener de su lado a los estadounidenses, pero los intentos germanos
fueron muy torpes y fallaron.
La propaganda británica, más
eficaz, comenzó con la creación del Ministerio de Información en 1917 y bajo la
dirección de Lord Beaverbrook, siendo –creo- David Lloyd George el Ministro de
la Guerra. Emplearon similares métodos de desinformación que el
CPI, y en especial la “atrocity
propaganda.” Mi expresión “tremendos bulos” hace referencia, por ejemplo, a
la noticia enviada a EEUU por este Ministerio según la cual, durante la
invasión de Bélgica, los soldados alemanes arrancaban los brazos a los niños o
los devoraban.
Otra fuente de presiones
británicas fue la Misión británica de Guerra, de Lord Northcliffe, que procura
crear en EEUU un clima prebélico. Llegará a su apogeo con la publicación de un
documento conocido como “telegrama Zimmermann”, el 1 de marzo 1917 y que
revelaba la intención germana de lograr que México se uniese a su causa e
invadiese EEUU desde el sur, una supuesta proposición muy poco consistente,
dadas las condiciones en que México se hallaba entonces.
(3) El pacifismo del pueblo de EEUU.
En 1823, James Monroe, 5º
presidente de EEUU anuncia una doctrina de política exterior que, muchos años
después, llevará su nombre, según la cual cualquier intervención de una
potencia europea en territorio americano sería considerada como una agresión y
respondida como tal por este país. Esta concepción política que se suele
resumir en la frase “América para los
americanos” tuvo en aquel momento histórico el significado de una oposición
al imperialismo al que se dedicaban las potencias económicas. (Pese a ello, se
darían posteriormente varias ocupaciones coloniales sin que USA dijese nada,
como la de Islas Malvinas en 1833 o la invasión española a República Dominicana
entre 1861 y 65. Pero no hay que olvidar que para ellos, América es USA y nadie
más.)
En el inicio del siglo XX, Theodore Roosevelt reafirma la Doctrina
Monroe con el Corolario de 1904 o Corolario Roosevelt, que establece que si un
país americano amenaza derechos o propiedades de personas o empresas
estadounidenses, el gobierno USA intervendrá en ese país para “reordenarlo” y
restablecer los derechos y patrimonios puestos en peligro. Esta política de
vigilancia y control será el “derecho” que regirá durante gran parte del siglo
en una Latinoamérica convertida en el patio trasero yankee, durante el período
de las republiquetas bananeras.
Al producirse la Gran Guerra,
este corolario es aún solamente una enmienda a la doctrina, y el lema “América para los americanos” conserva
todavía un resto de su sentido de mantener apartada cualquier influencia
europea, y un mucho de aislacionismo ensimismado decimonónico, lejos de la
sociedad internacional. La no intervención en el conflicto imperialista, era la
lógica opción de una aplastante mayoría de la población (aunque no, por
supuesto, la del gran capital y las industrias armamentísticas).
(4) Acerca de la Comisión Creel.
El U.S. Publicy Bureau o Comité de Información Pública (CPI por sus
siglas en inglés), aunque a veces presentado como organismo independiente,
funciona como una institución oficial. Entre figuras destacadas del mundo de
prensa y publicidad, lo integran el Secretario de Estado, Lansing; el
Secretario de Guerra, Lindley Garrison y el Secretario de Marina, J. Daniels.
Contaba con una enorme estructura compuesta de 19 subdivisiones, varias
agencias y numerosas oficinas en el extranjero.
(5) La creación del enemigo.
El primero de los once principios
de propaganda que Goebbels establecerá unos años después, retomando y
redondeando las “enseñanzas” del CPI, es el de simplificación y del enemigo
único. Tomando en cuenta que la (des)información debe llegar incluso a las
personas de más bajo nivel educativo/intelectual, debe ser formulada de la
forma más simple posible. Y esa simplificación comienza por adoptar una única
idea o elemento simbólico para individualizar al enemigo. Este -los llamados Imperios Centrales- era
cuádruple: imperios alemán, austrohúngaro y otomano, más Bulgaria. Demasiado: es necesario unificarlos, y se
reducirán al estereotipo de “el alemán”
como aterrador símbolo de todos.
Lo siguiente es transformarlo en
un engendro maligno, demonizarlo,
como se hará más adelante con “los rojos”, los talibanes, Sadam, Irán y el “eje
del mal.” Crear historias falsas referentes a enemigos/monstruo y asustar con
ellos (las armas de destrucción masiva de Sadam Husein) permite luego atacar “preventivamente” (Irak,
Vietnam) o “como defensa” (Panamá, Granada, ¿Irán?). Esto es también una
simplificación, unida a una actitud abiertamente maniquea: se trata nada menos que de la lucha entre el Bien
(nosotros) y el Mal (cualquier otro circunstancial). Y todo, naturalmente, en
nombre de los ideales de libertad y democracia.
(6) Importancia del Cine.
David W. Griffith, que en 1915
había llevado al cine un tema bélico tan candente como el de la Guerra de
Secesión norteamericana de 1861-65, sería el encargado de distribuir los films
producidos por el CPI. El cine era entonces una novedad tan reciente que
resultaba enormemente atractivo, lo que incrementaba su capacidad de inoculación
del mensaje deseado, ya que la gente no tenía reservas mentales ante lo que se
le mostraba supuestamente como mero entretenimiento.
Importantes realizadores de la
época recibieron el encargo de dirigir, tanto documentales sobre las tropas
aliadas, como películas con títulos tan sugestivos como “El Kaiser, la Bestia
de Berlín” o “Al infierno con el Kaiser”.
Es indudable que el gobierno
Wilson ejerció una gran presión sobre la prensa oral y escrita, pero no lo es
menos que el comportamiento de los media
no se modificó después de la guerra, tal como se verá al hablar del “miedo
rojo”. Por una parte, se va produciendo un proceso de concentración de las empresas periodísticas, cada vez en menos
manos pero con mayor control; por otra, se da un proceso paralelo de
mercantilización de la información, transformada en mercancía que se vende y
consume. De este modo, la difusión de tales mercancías y su índole (calidad,
grado de veracidad) pasará a depender de lo rentable que sea.
El escritor británico G. K. Chesterton –que también era periodista-
emitió en 1917 este duro aunque lúcido juicio: “Hasta nuestros días se ha confiado en los periódicos como
portavoces de la opinión pública. Pero
muy recientemente, algunos nos hemos convencido, y de un modo súbito, de que no
son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los juguetes de unos pocos
hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han
apoderado del mundo. ./. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa
misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad,
y hoy existen para impedir que la verdad se diga.” (Citado por Pascual
Serrano, “Desinformación”)
(8) Las leyes
represoras.
Difícilmente una situación de
histeria ciudadana tan deliberadamente provocada, en la que el ocultamiento de
la verdad y la desinformación son esenciales, puede funcionar sin un aparato
represivo de envergadura. Algunos “comités patrióticos” se hicieron cargo del
trabajo sucio de vigilancia, recelos murmuraciones y denuncias, y el desarrollo
del FBI se apresuró.
Las leyes de Sabotaje y Sedición de
1917-18 penalizan incluso la mera expresión de opiniones que muestren al
gobierno o el esfuerzo de guerra de modo
negativo (“in a negative light”) o
que puedan interferir con la venta de bonos gubernamentales. También se prohíbe
cualquier lenguaje “desleal” (sic) o “abusivo” para referirse al Gobierno, las
fuerzas armadas y sus banderas, o que pueda inducir a otras personas a
menospreciar las instituciones. Todo esto podría parecer hoy disparatado o
absurdo si nosotros mismos no tuviésemos en casa un proyecto como el de la Ley
de Seguridad Ciudadana. Cuanto mayor sea
el temor institucional, más exagerado debe ser el castigo a cualquier
infracción.
(9) El “American Protective
League”
Entre los comités patrióticos que
actuaron en EEUU durante esos años, destacó esta “liga de protección”
responsable del acoso a los grupos de alemanes residentes pero también a
cualquier ciudadano que se les antojase “sospechoso” de colaborar con el
enemigo. Los métodos utilizados –entre ellos, animar a la delación- tuvieron
poco de democráticos. Trabajaron codo con codo con el Departamento de
Investigación del FBI.
Certificado y placa de agente
En toda situación de pánico social aparecen estos seres fanáticos, deseosos de obtener una parcela de poder por mínima que sea, derivando su engreída "autoridad" del hecho de servir a un amo poderoso. Basta a veces un uniforme o una placa como la mostrada abajo, para desatar la altanería.
Una definición de Propaganda de Guerra, para terminar.
También llamada “Guerra
Psicológica” fue definida por W. E. Daugherty
como “el uso planificado de
propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones,
actitudes y comportamientos en grupos extranjeros, enemigos, neutrales y
amigos, de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos
nacionales” (“US
Psychological Warfare Organization in World War II”, en Daugherty y
Janowitz “A Psychological Warfare
Casebook”, 1958.)
Mario España Corrado
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