Introducción
Eric Hobsbawm
señalaba como “uno de los fenómenos más
característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX” la pérdida de
la memoria histórica, es decir la destrucción de los mecanismos que vinculan la experiencia de los sujetos con
aquella de las generaciones que lo han precedido. El presente personal y social parece ahora
derivarse de una especie de desarrollo aleatorio, que no guarda ninguna
relación causal con situaciones o sucesos anteriores; desmemoria que conviene
sobremanera al sistema para ver aceptadas acríticamente sus falsedades, es
decir para “vencer convenciendo”, si se me permite parafrasear por la contraria
las palabras de Unamuno.
Sin embargo, la
profunda crisis económica, social y moral del presente –el derrumbe de viejas creencias,
principios y escalas de valores, e incluso de las propias pautas rectoras de
las interrelaciones humanas- deriva de modo lógico de las décadas iniciales del
siglo XX, período en que los seres humanos se mataron entre sí en un número más elevado que en cualquier otro
período histórico.
Dos acontecimientos
simultáneos de 1917 determinarán el desarrollo del capitalismo: el ingreso de USA
en la Gran Guerra –en abril- y la Revolución Rusa, febrero-octubre.
Participar en la
guerra europea es una complicada decisión del gobierno de Woodrow Wilson, en la
que consideraciones económicas y de posibilidad de expansión tienen crucial importancia. Ocasionará la
primera operación gubernamental sistemática de manipulación fraudulenta de la
opinión pública, y la fusión estratégica del cuarto poder, los media, con
el capital. (En este fraude tuvo papel importante Walter Lippman, intelectual
de gran influencia y asesor del Presidente, de quien volveremos a hablar.) Pero su mayor consecuencia fue el inicio de un movimiento bascular de hundimiento
del Reino Unido como potencia imperial y el ascenso paralelo de la supremacía de EEUU. Tal relevo
de sujeto hegemónico mundial, consolidado tras la II Guerra, implicará cambios en
la evolución del sistema.
Peculiaridades
ideológicas del nuevo imperio apoyan su agresividad natural: un mesianismo de
“pueblo elegido”, la Doctrina del Destino Manifiesto, declarada en un artículo periodístico de
1845: “nuestro destino manifiesto es
extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia
para el gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el de
un árbol de obtener aire y tierra necesarios para el crecimiento que tiene como
destino.” Tal idea fue ampliamente aceptada por la ciudadanía y utilizada
para legitimar las atrocidades cometidas contra la población indígena y el
expolio de sus territorios o de los arrebatados a México durante la guerra de
1846-48, entre otros. Curiosamente, el mismo “derecho” será reclamado más
tarde por Hitler: “los alemanes tienen el
derecho moral de adquirir territorios ajenos con los que atender al crecimiento
de la población.”, Es la Teoría del
Espacio Vital (Lebensraum) que
llevará a la incorporación de Austria al III Reich en marzo del 38 y
las posteriores invasiones de Checoeslovaquia y Polonia que precipitarán la segunda guerra.
La Revolución Rusa producirá una larga serie de efectos: participación
directa de los Aliados en la guerra civil, anticomunismo visceral -Miedo Rojo, macartismo- y las tensiones y
riesgos de la Guerra Fría. Hacia el fin
de la Gran Guerra parece inminente un estallido social generalizado. Recién se
han acallado los fragores de la Revolución Mexicana (1910-17) o de la Xinhai en
China (1911-12) que también ha depuesto a un emperador. El profundo temor despertado se incrementa con
la breve Revolución Alemana de noviembre 1918 y su efímero corolario de
República Soviética de Baviera (6 de abril a 3 de mayo 1919). Nada sucede, pero
el fantasma del “peligro rojo” continuará
siendo funcional al sistema para desarticular cualquier disidencia.
Como dijimos,
el Imperio Británico debilitado, sumido en
deudas comienza su eclipse. EEUU en cambio experimentará las ventajas de su
posición de acreedor y principal exportador. Superadas las dificultades
iniciales de volver a una economía de paz crece vertiginosamente, apoyado también
en innovaciones técnicas que reducen
costes y aumentan producción y beneficios, como las cadenas de montaje de Ford.
Otra novedad –introducción de la venta a plazos- lleva a un consumismo con
doble efecto: acelera el desarrollo aunque al precio de endeudar a la población. Lo mismo sucederá en
los 50 con la introducción de las tarjetas de crédito tales como las conocemos
hoy. El Sistema comenzará a aplicar una variante moderna de la esclavitud por
deudas.
Esos años de
prosperidad y optimismo, los felices o
locos años 20 ocultan bajo su brillo las sombras de la Ley Volstead de 1919 o Ley
Seca que implementaba la prohibición del alcohol: contrabando, corrupción,
gangsterismo, violencia. Al mismo tiempo, se estaba generando la burbuja
especulativa bursátil que revienta entre
el jueves 24 de octubre de 1929 y el martes siguiente, seguida del crack
bancario: es la Gran Depresión, que se extenderá a todo el mundo a causa del
papel central de EEUU.
El capitalismo estuvo al borde de un colapso
terminal. Se intentó evitarlo por dos vías muy diferentes. Roosevelt con el
Nuevo Trato: intervención estatal proteccionista para incrementar la demanda y
con ella el crecimiento económico. Hitler, y su Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores, desplegando una
ideología totalitaria que imponía el rol absoluto del estado encarnado en el
líder o guía (Führer). Este exaltado
nacionalismo étnico, encarnado en la consigna “Un pueblo. Un imperio. Un líder” debía conducir a la conquista de
los pueblos no arios, considerados inferiores. Trotsky analizará el fascismo como expresión de la
crisis estructural del capitalismo maduro y su imposibilidad de proseguir una
acumulación “natural” de capital; por lo tanto, como una verificación más de
las leyes que rigen este modo de producción.
Para la élite
industrial y financiera, el New Deal constituyó un hueso duro de roer.
Intervención estatal en la economía, libertad de sindicación para los
trabajadores, control bancario para evitar especulaciones… Demasiado. Sobre
todo porque al mismo tiempo Hitler
estaba logrando erradicar paro e inflación y relanzar la economía, con la ventaja de prohibir sindicatos y
huelgas, ser radicalmente anticomunista, controlar por completo la sociedad y hasta convencerla con sus proclamas.
El fascismo se presentaba, pues, como un eficaz sistema de equilibrio social,
alejado de ideas izquierdistas o protección al trabajo, aunque procurara salarios
adecuados.
Mucha gente
desconoce u olvida que el Estado del Bienestar producto del predominio
keynesiano, los 30 años dorados de
la segunda postguerra, es una anomalía en la historia del capitalismo. No
existió antes ninguna clase de pacto entre el capital y la clase trabajadora. Tal
singularidad sólo fue admitida y tolerada por aquel, a causa de la amenazante
existencia de la URSS como sistema alternativo. Era el mal menor necesario para
evitar un estallido social de imprevisibles consecuencias. Sin embargo, al
principio de su adopción produjo grandes resistencias en el empresariado.
La presunta trama golpista de Wall Street
(Business Plot)
En noviembre
1934, un general de marines muy condecorado, Smedley Butler, denunció ante el
Comité Especial de Actividades Antiestadounidenses un complot encabezado por un
poderoso grupo, la Liga Norteamericana por la Libertad, para lograr la caída del gobierno Roosevelt
mediante una marcha sobre Washington. El dinero necesario se canalizaría a
través de una corporación bancaria dirigida por el senador Prescott Bush, padre
y abuelo de Presidentes. Resultaba
creíble; las conexiones del III Reich con altos directivos de Chevrolet, General
Motors, Ford o IBM eran conocidas. Pero la falta de pruebas y la formidable
campaña mediática para desacreditar a Butler y burlarse de sus declaraciones,
llevaron a que nadie fuese inculpado.
Roosevelt tuvo que esperar hasta 1936 para arremeter contra la ultraderechista
Liga, y a 1942 para frenar a Prescott Bush. Fuese cierta o no esta
conspiración, no se repitió nada similar. Sin embargo la contraofensiva del
capital no tardaría en comenzar.
I - HACIA UN RENACER LIBERAL
El Coloquio Walter Lippman
El fracaso del
liberalismo clásico para solucionar la crisis, produjo un fuerte sentimiento
contrario a esa corriente económica, especialmente tras la publicación en 1936
de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes.
Pero algunos pensadores y catedráticos se mantenían fieles a la vieja escuela. Walter Lippman, que acababa de publicar “Una línea de investigación sobre los Principios de la Buena Sociedad”, considerada la primera obra netamente neoliberal, toma la iniciativa de convocar el encuentro internacional que llevará su nombre, celebrado en París en agosto de 1938.
Pero algunos pensadores y catedráticos se mantenían fieles a la vieja escuela. Walter Lippman, que acababa de publicar “Una línea de investigación sobre los Principios de la Buena Sociedad”, considerada la primera obra netamente neoliberal, toma la iniciativa de convocar el encuentro internacional que llevará su nombre, celebrado en París en agosto de 1938.
Los asistentes estuvieron
de acuerdo en formular un llamado para un nuevo proyecto liberal, y
constituirán al año siguiente el Comité
Internacional de Estudio para la Renovación del Liberalismo. Todos rechazan
el colectivismo y la planificación, y buscan una vía que sea a un tiempo
antifascista y anticomunista, pero aparecen entre ellos importantes
diferencias. Algunos -Lippman, Rougier, Rüstow, que propone el término “nuevos
liberales”- creen que el laissez-faire
ha fracasado y propugnan la intervención del Estado para corregir “efectos
indeseables”. Pero von Mises y Hayek no creen en ese fracaso y rechazan
cualquier intervención estatal. De todos modos, el comienzo de la Segunda
Guerra desarticula el recién creado Comité, aplazando cualquier otro análisis y
planteamiento.
Segunda postguerra
Más aún que la
primera, la II Guerra significará una
enorme transferencia de capitales hacia USA y la consiguiente acumulación. A su
término será la principal economía planetaria, concentrando casi la mitad del
PIB mundial. Los países europeos, en
cambio, se enfrentan a la descolonización y subsiguiente pérdida de ingresos.
Desde antes de
sumarse a la contienda a causa del ataque a Pearl Harbour (07.12.1941), Roosevelt planeaba crear un
nuevo orden económico que garantizase prosperidad a EEUU. A raíz de la Gran Guerra,
las monedas de los países más industrializados habían dejado de guardar un
patrón con el valor del oro, pues al
financiar el conflicto emitiendo más y más moneda, producían una enorme
inflación. No existiendo la convertibilidad,
aunque en 1945 las reservas de oro del Banco de Inglaterra estaban muy
mermadas, la libra esterlina continuaba teniendo, en la práctica, el rol
central del funcionamiento económico global. EEUU está resuelto a terminar con esta
situación.
Ya en
agosto del 41, la Carta del Atlántico
esbozada junto con Churchill había presentado claramente los objetivos
rooseveltianos de acceso a materias primas y libertad de comercio. Pero será
recién en la conferencia monetaria y financiera de Bretton Woods, julio 1944, cuando el desenlace de la guerra ya está
claro, donde se pondrán las cartas sobre la mesa… y los ases que se llevaban en
la manga.
Las
circunstancias del Reino Unido en 1939 habían sido muy complejas y delicadas; el oro que le quedaba se esfumó con
el esfuerzo necesario para iniciar la guerra. No tenían otra alternativa que
volver a endeudarse. Conscientes de ello, los EEUU –que poseían el 70% de la disponibilidad
mundial de oro- ofrecieron su ayuda en términos tan leoninos que Keynes declaró:
“nos están tratando peor de lo que
nosotros mismos hubiéramos considerado poco adecuado para tratar a la más
humilde y poco responsable nación de los
Balcanes.” El objetivo expreso era agotar completamente al Imperio y forzar
su desplazamiento del centro del sistema monetario internacional. Lo
comprende Churchill –aunque sin poder
evitarlo- cuando eleva su protesta ante Roosevelt: “Pienso que Ud. desea abolir el Imperio Británico. ../.. Todas sus
declaraciones lo confirman. A pesar de esto, sabemos que Ud. es nuestra única
esperanza. Y Ud. sabe que nosotros lo sabemos. Sin América, el Imperio
Británico no podrá aguantar.” En efecto no hay otra salida; aceptan las
condiciones. Bretton Woods no fue un
acuerdo entre iguales sino un despojo.
En los meses previos
se habían estudiado dos propuestas, una británica elaborada por Keynes y otra
estadounidense de Harry Dexter White. Keynes proponía un órgano internacional
de compensación que emitiría una moneda internacional, el bancor, canjeable por medio de un cambio fijo; además, otras
medidas para equilibrar democráticamente las balanzas comerciales. Esto no convenía
a unos EEUU en situación privilegiada, y presionaron para rechazarlo. Churchill
pretendía cierta consideración especial, pero USA negoció con todos por
separado para dividir y reinar. El grado
de manipulación de la Conferencia por parte de los estadounidenses ya desde la
organización, dejó claro que se trataba de una parodia y que todas las
decisiones substanciales habían sido tomadas unilateralmente mucho antes. La
estrategia de chantaje, engaño y distracción fue tan efectiva, que la delegación británica
sólo comprendió cabalmente su fracaso después de la conferencia. El acuerdo más
importante, verdadero hito del nuevo imperio, fue la creación de un
ordenamiento económico internacional basado en el dólar, adoptando un patrón
que debía mantener el precio del oro en 35 dólares la onza, con la posibilidad
irrestricta de cambiar moneda por metal (convertibilidad). Al mantenerse fijo
el dólar, las demás monedas debían reglar su precio en relación con él.
Para financiar déficits
en las balanzas de pago se creó el FMI, que supuestamente crearía estabilidad
al armonizar las políticas monetarias, y podría proveer asistencia a países con
dificultades. Otro organismo creado entonces, el Banco Internacional para
Reconstrucción y Desarrollo, o Banco Mundial, estaría a cargo de otorgar
préstamos destinados a reconstrucción o proyectos de desarrollo para naciones empobrecidas y perjudicadas por la
guerra. Posteriormente se agregaría el Acuerdo general de Aranceles y Comercio
que desembocaría en la OMC. Tanto FMI como BM fueron directamente influenciados
por la guerra fría y la caza de brujas macartista. Lo que realmente hicieron y significaron
es bien conocido.
Comenzando la renovación
Prosiguiendo
la lógica del Coloquio Lippman, Friedrich von Hayek se moviliza para organizar
un nuevo fórum liberal y en abril de 1947 funda, con apoyo financiero de industriales y banqueros suizos, la Sociedad
Mont Pelerin.
Recordemos
que en el Coloquio habían surgido dos opiniones contrarias. La mayoría seguía en líneas generales las tesis de
Alexander Rüstow: separarse del liberalismo clásico en favor de una economía de mercado bajo el control de un Estado fuerte. De otra
parte los austríacos, Mises y Hayek, que negaban el fallo del liberalismo
clásico y rechazaban el control estatal, aunque sí eran partidarios de algún
tipo de renovación. La intención de Hayek era reunir a los relegados pensadores
liberales pero, consciente de que los partidarios del laissez faire eran minoritarios, abrió la Sociedad a todas las
tendencias. Acabaría creando lo que en
inglés se llama think-tank, una
plataforma organizativa en la que discutir, trabajar y reflexionar, y desde la
cual influir sobre la política. Sin embargo, hasta finales de los 70 solamente
pudo desarrollarse poco a poco.
Durante ese
tiempo el término “neoliberalismo” se mantuvo impreciso, identificando ideas diferentes, pues también
lo eran las tendencias dentro del grupo aunque todos se uniesen en la condena
del keynesianismo y el marxismo. Lo más relevante como organización, y una de
las bases de su posterior éxito, fue el
cúmulo de contactos y lazos que establecieron con fundaciones, otros think-tanks, organizaciones políticas o
grupos de presión, a los que fueron influyendo gradualmente.
Ordoliberalismo
Las ideas intervencionistas
preconizadas por Rüstow encuentran su oportunidad en 1949 cuando Ludwig Erhard
accede al Ministerio de Economía de la RFA, en el gobierno de Konrad Adenauer y
produce el llamado milagro económico
alemán. Las propuestas liberales
se complementan con otras de Estado subsidiario que crean incentivos al
pleno empleo y cierto nivel de asistencia social. Tal fusión entre estado
social y economía de mercado será llamada Economía Social de Mercado y estará
basada en los postulados del ordoliberalismo con aportes de una ética
cristiana.
El ordoliberalismo es una
corriente económica iniciada en los años 30, ligada al grupo de la Universidad
de Friburgo fundado por Walter Eucken, a la que se adscriben también Rüstow,
Alfred Müller-Armack, Leonhard Miksch y Wilhelm Röpke, quien la consideraba una
propuesta liberal conservadora opuesta a al capitalismo del laissez-faire, y
afirmaba que “la libertad de mercado
necesita una política activa y extremadamente vigilante.”
Müller-Armack creía que un mercado ordenado y
competitivo era la mejor forma de organización social, pero que el Estado
necesitaba una política social permanente para crear un orden ético “saludable”. En caso
contrario podrían surgir monopolios u oligopolios que distorsionarían la
competencia. Tal función de control legitimaría la existencia del Estado. Así,
aunque aceptaban la privatización de algunos servicios como telecomunicaciones
o transporte, defendían a la par la necesidad de una educación pública gratuita
y se preocupaban especialmente de la Justicia Social. Esta corriente
abandonaría pronto la calificación de “neoliberal”
Michel Foucault en una de las
clases dictadas en el Collège de France (14 de febrero 1979) sostiene que “del rechazo de esa política social, se
desarrollará el anarcocapitalismo norteamericano [que promueve eliminar el
Estado pero afirma la soberanía individual, la propiedad privada y un mercado
libre incluso para servicios de policía,
seguridad y defensa] y, segundo, es
importante ver que, al menos en los países que se ajustan cada vez más al
neoliberalismo, la política social muestra una tendencia creciente a seguir ese
camino.” Es decir a rechazar la política social keynesiana. Y agrega
Foucault: “Esa es la línea de pendiente:
la política social privatizada.”
Fin de Bretton Woods y crisis
Tras Bretton Woods se produce un notable incremento
del comercio mundial pero a finales de los 60 el sistema keynesiano revela
signos de una crisis de acumulación de capital. Gracias a su posición de
dominio los EEUU pueden crear todo el dinero que quieran y efectivamente lo
hacen, cayendo finalmente en déficit comercial. A él contribuyen los
descomunales gastos de la guerra de Vietnam, que inciden en sus presupuestos y
distorsionan cualquier posibilidad de política financiera estable. Francia y UK
demandan la conversión a oro de sus excedentes de dólares sobrevalorados, y las
reservas de Fort Knox disminuyen, en un momento en que la recuperación de
Europa y Japón ha comenzado a mermar la hegemonía económica USA. Finalmente, el
15 de agosto 1971, Nixon da por finalizada la convertibilidad. En diciembre, el
dólar es devaluado un 8%. EEUU no acierta a crear un nuevo sistema cambiario
estable y las monedas empiezan a fluctuar. En marzo 73 Alemania anuncia que deja de
respaldar al dólar; otros países la siguen y el sistema Bretton Woods se
derrumba por completo.
El 23 agosto, la Organización de
Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) miembros árabes de la OPEP más
Egipto, Siria y Túnez) sumada a Irán, deciden no exportar más petróleo a las
naciones que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kippur contra Egipto y
Siria, es decir USA y sus aliados europeos. Comenzará la crisis de 1973 o primera
crisis del petróleo. En octubre se detiene la producción de crudo y se
establece un embargo para los envíos que durará varios meses. Los precios suben
drásticamente y se producen cortes de suministro. Todo ello acelera la etapa
económica negativa ya insinuada tras las oscilaciones que siguieron al fin de
la convertibilidad, y que desemboca al
año siguiente en recesión global e inflación.
Los países árabes productores,
hasta entonces dominados por las potencias industriales, han descubierto su
poder y toman el control de un producto fundamental. (La parte correspondiente
al petróleo en el consumo global de energía ha pasado de un tercio a dos,
mientras el consumo se triplica cada año.)
Desde 1974 los precios se multiplicarán por cuatro. El flujo de capitales se invierte y los
petrodólares se acumulan en Oriente Medio; por el contrario la Bolsa de Nueva
York cae un 45% y la de Londres un 75%.
Es mayor caída bursátil desde el 29.
La situación se suavizará, pero
los efectos de la crisis energética se harán notar toda la década, pudiendo
decirse que remodeló la economía del planeta entero. La inflación llegó a
niveles inesperados; junto con paro y la recesión produjo un fenómeno sin
precedentes que se llamó estanflación (stagflation). Las naciones desarrolladas
tocaron fondo. UK no recuperará los niveles previos al crack hasta 1987. La
segunda crisis del petróleo, en 1979, desbaratará los pequeños repuntes
conseguidos. Tales rupturas del crecimiento afectaron también a la URSS y
países del este, y produjeron una crisis de confianza en la efectividad de la
intervención estatal en la economía.
Para comprender esto en sus
justos términos, volveremos atrás para retomar al amigo Hayek y sus Peregrinos.
Porque otro hecho histórico de 1973, el pinochetazo chileno, originó un
experimento económico de gran importancia posterior para los liberales.
Los Chicago Boys
Uno de los miembros de la
Sociedad del Mont Pelerin fue Milton Friedman, partidario del mercado libre, y
profesor en la Universidad de Chicago. Chicago Boys es el nombre dado a un
grupo de economistas, en su mayoría titulados en la Universidad Pontificia de
Chile, que realizaron estudios de postgrado con Friedman en aquella ciudad
estadounidense durante los años 60. Fueron los autores de las reformas sociales
y económicas impuestas por la dictadura de Pinochet, basadas en las ideas de
Friedman: monetarismo, economía libre de mercado, privatizaciones, reducción
del gasto fiscal.
Desde mediados
de siglo 50 Friedman, que era minarquista, se oponía a cualquier intervención
económica estatal; también negaba la idea keynesiana de relación inversa inflación-desempleo y tenía razón, como el
fenómeno de la estanflación corroboró. Cuando los postulados de Keynes –el
llamado liberalismo embridado-
fracasan en resolver el nuevo escenario, el monetarismo de la Escuela de
Chicago comienza a ganar credibilidad y adeptos; también renombre en 1976 con el “Nobel” a
Friedman por sus aportes a la Teoría Monetaria. Estos economistas y los
fundamentalistas del mercado libre de la escuela austríaca de Hayek, crearán lo
que hoy conocemos como teoría económica neoliberal, aunque
en su momento no se la llamara así.
Durante casi tres décadas los
liberales del Mont Pelerin han quedado en las sombras; pero, como señalamos
antes, han formado una tupida red de contactos, infiltrándose en universidades
e instituciones y ganando influencia, apoyados por la oligarquía que espera
recuperar el poder de clase perdido con el pacto capital-trabajo. A principios
de los 80 llega la ocasión propicia para ambos.
Toda crisis es favorable al cambio;
algo viejo gastado o insuficiente se desecha y algo nuevo –no necesariamente
mejor- lo sustituye. Es el momento
adecuado para reajustar las partes en el todo. El movimiento pendular de la
historia alterna a veces posturas opuestas.
La crisis del 29 destronó al liberalismo; la del 73 le quita el polvo y vuelve
a coronarlo. Como dijimos al principio, los pueblos tienen memoria breve y su
comportamiento es generalmente irracional. Ante el incremento de inflación y
desempleo, la gente olvidó la bonanza pasada y aupó
al poder a los
representantes de un orden opuesto a cualquier bonanza que no sea la propia:
Reagan y Thatcher.
Gramsci afirmó: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y
esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados
orgánicos, infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y
universitarios.” Y esta fue exactamente la tarea de los intelectuales neoliberales
(tradicionales, en la terminología
gramsciana) y la razón de su hegemonía. Crearon una racionalidad específica con
su propia escala valorativa, un “sentido común” basado en el ideal de la
libertad individual completa, que permite que la ciudadanía asuma aquellos
valores insolidarios como lógicos, naturales
y por ello incuestionables. Es decir, construyeron un consentimiento político
suficientemente generalizado, favorable a su proyecto.
II – NEOLIBERALISMO Y GLOBALIZACION
David Harvey define los años
finales de la séptima década como “un punto de inflexión revolucionario en la
historia social y económica del mundo.” Revolución contra el proteccionismo
estatal, el estado del bienestar, el poder obrero, contra cualquier regulación
al capital… una revolución de derechas: la contrarrevolución liberal. Definamos
algunas características del nuevo orden.
“El neoliberalismo es, ante todo, una teoría político-económica que
afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en
no restringir el desarrollo de las capacidades y libertades empresariales del
individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de
propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio. El papel del
Estado es crear y preservar ese marco apropiado para tales prácticas.” (Harvey:
Breve Historia del Neoliberalismo) En
esta concepción, un Estado del Bienestar al modo de Keynes o cualquier modalidad
de proteccionismo social resulta inaceptable. Se propugna reducir el gasto público,
costes laborales, “flexibilizar” el trabajo,
desregular finanzas y comercio, y todo
en nombre de una libertad individual que acaba siendo, en la práctica, libertad
para la gran empresa.
El programa neoliberal
convertido en plan de acción desarrolla –como expresara Pierre Bourdieu- un proyecto político de destrucción metódica
de todo obstáculo para su utopía del mercado puro y perfecto, incluyendo la misma
soberanía nacional, cuyo espacio de maniobra decrece sin cesar.
Consecuentemente con la afirmación thatcheriana de que no existe la sociedad
sino sólo hombres y mujeres individuales, tampoco deben existir asociaciones
laborales sino sólo la relación directa entre trabajador y contratante. Como
tal programa expresa los intereses de la clase social a la que sirve, la
competitividad es extendida al individuo devenido “empresario de sí mismo.”
Este deberá resolver su existencia por sus propios medios -cualquier
paternalismo, dicen, genera súbditos dependientes- y si tiene capacidad
suficiente para apartarse de la masa
indiscriminada de los perdedores, ganar
un lugar en el podio y obtener dinero y prestigio social.
De esta forma, dice Bourdieu,
emerge un mundo darwiniano de lucha de todos contra todos. El miedo o la resignación
que domestica a los desocupados del ejército de reserva, lleva también al
conformismo, muchas veces interesado, de niveles más elevados de la pirámide
social: el ejército de los intermediarios –jefes, gerentes, directores, pequeños
ejecutivos- igualmente funcional al poder puesto que deriva su existencia de
él. Utopía transformada en fe dice Bourdieu, y resuenan aquí las palabras de
Walter Benjamin en Capitalismo como
religión (1921) al identificar el pecado y la culpa de la tradición
judeocristiana con la deuda (Schuld en
alemán significa ambas cosas). Pero volvamos a nuestro tema.
Las múltiples contradicciones
lógicas del pensamiento neoliberal y entre teoría y praxis han sido reiteradamente señaladas. No existe
identidad total entre las medidas adoptadas por Reagan y las de Thatcher, o las
tomadas por los distintos gobiernos que se adscribieron a este sistema en los
años 80, incluyendo los provenientes del ámbito socialdemócrata, como el PSOE
de Felipe González o el socialismo de Mitterrand. En términos generales las
políticas neoliberales se pueden englobar en el llamado Consenso de Washington,
un paquete de medidas estándar que se creían necesarias para países
latinoamericanos afectados por la crisis, muy utilizado por BM o FMI en los años 90:
Reducción del déficit–
Modificación de prioridades del gasto
público – Reforma impositiva – Liberalización financiera y del comercio
internacional, con tipos de cambio competitivos – Eliminación de barreras a las
inversiones – Privatización de las empresas públicas – Desregulación de los
mercados – Protección jurídica de la propiedad privada.
Se intentaron todo tipo de
justificaciones para aplicar estas medidas a nivel nacional, como la teoría del goteo (trickle-down economics)
de Reagan o el llamado “egoísmo sano” acorde con el individualismo thatcheriano. Pero tal aplicación sí tuvo un incontestable
efecto perverso: la gradual transferencia de rentas del trabajo al capital y el
empobrecimiento masivo de la población. En el mundo anglosajón este proceso
tuvo su propio nombre: middle-class squeeze, el exprimido de la clase media.
En estas condiciones se produce
el casi repentino derrumbe de la URSS a fines de 1991. Las consecuencias son
importantes. El viejo sueño del mercado único mundial se ve favorecido con el
progreso tecnológico, que incrementa la veloz movilidad de los capitales. La
globalización integra las economías locales en un mercado planetario
competitivo, y la aldea global entera tenderá a producir la asimilación de los
valores occidentales y, en el plano ideológico, el abandono de valores
colectivistas a favor del cosmopolitismo de una sociedad ególatra y consumista.
Como señalamos antes,
el capital se ha preparado durante décadas para restablecer su dominio.
Desaparecida la URSS, transformada la socialdemocracia en socioliberalismo,
desmantelado el poder sindical y con unos trabajadores que en occidente ya no
son proletarios sino una adormecida, desprotegida clase media, la élite empresarial
pone manos a la tarea ayudada por los gobernantes cipayos de siempre. A todo lo
ya dicho se sumará otro frente de combate y otra arma: los tratados de libre
comercio. El primero –NAFTA- se negociará de inmediato y será firmado el
01.01.1994. Sus efectos son ya plenamente visibles. En el inicio del siglo XXI
le seguirán otros que intentarán cimentar la hegemonía USA amenazada por el
ascenso de los BRICS. Nos están acometiendo uno tras otro, y cada uno replantea
lo que haya sido rechazado en el anterior. La gota de agua orada la piedra. Pero en
realidad no están diseñados para facilitar el comercio sino para afirmar una
estructura acumulativa de gobierno transnacional, que sustituya definitivamente
la soberanía de las naciones y complete el Nuevo Orden Mundial capitalista
reclamado por Bush en su momento de
gloria: el Novus Ordo Seclorum.
Mientras tanto otro
triunfo liberal aportará consecuencias. En 1999, la ley Glass-Steagall,
producto del New Deal que establecía la separación entre banca de depósito y de
inversión, e impedía que se utilizase el dinero de los depósitos para
actividades especulativas, es derogada. Los bancos podrán ahora tomar nuevos riesgos, apalancarse
más.
Si a finales del XX,
Maastricht había podido crear ilusión en la población europea, la adopción
formal del euro en aquel mismo año fue, vista desde hoy, sólo un engranaje más
de la gigantesca trituradora liberal. El tercer milenio comenzará aún peor, con
los atentados del 11 de septiembre 2001. No entraré en teorías conspiratorias,
pero es indudable que el principal beneficiado por ete ataque fue el gobierno
Bush, que pudo poner en marcha de inmediato la Guerra Global contra el
Terrorismo (Global War on Terror) medio
ideológico requerido para justificar la virtual militarización de regiones
africanas, invasión de Afganistán, Irak o cualquier operación guerrera conveniente
para los intereses imperiales. Especialmente útil para especificar una nueva
clase de enemigo: el “terrorista”, categoría ambigua que acabará por comprender
a cualquiera que se rebele contra las injusticias del sistema, como constatamos
hoy en España.
La tolerancia con la
especulación, tan grande como la permisividad a los paraísos fiscales, lleva a
la constante formación de burbujas y así llegamos al crack 2007-8. Y aquí habría que repetir todo lo dicho con
referencia a 1929 y a 1973, pues la historia humana es una espiral ciega que
repite siempre lo mismo aunque en versión retocada, clonada; la misma piedra con la que tropezar.
No conseguimos aprender
nada y estamos nuevamente ante una crisis-estafa que el sistema utiliza como
excusa para continuar y aumentar el saqueo. (Otra vez el pecado: habéis vivido
por encima de vuestras posibilidades. Y la ciudadanía asiente, consiente.) Estamos
también ante otra clase de peligro que el sistema oculta por todos los medios:
el colapso inminente por el doble efecto del cambio climático y el agotamiento
de los recursos naturales, en especial los combustibles fósiles. El tiempo para
reaccionar se está agotando. ¿Contempla la agenda del capitalismo la
aniquilación de una parte de la humanidad, tal como Holloway sospecha?
Y ahora ¿qué?
Algunos
autores nos dicen que lo peor, la fase
de expansión ya pasó y ahora vendrá el
retroceso ¿Tiene esto importancia cuando
el sistema detenta una tan notable ventaja en la relación de fuerzas? Parece
innegable que los treinta “años dorados” tuvieron un efecto desmovilizador
sobre la clase trabajadora. Al llegar la enorme crisis de 2007-8, la relación
de fuerzas capital-trabajo hacía muy
difícil un nuevo viraje en las estructuras de poder. Apenas si se insinúa,
especialmente en América Latina (Venezuela,
Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil), el renacer de una socialdemocracia
reformista de viejo cuño que plantea las antiguas reivindicaciones. Pero su
actual estancamiento es tan evidente como sus límites ideológicos. Igualmente indudable en todas partes es la
ausencia de un discurso político capaz de proporcionar la tan necesaria
racionalidad postcapitalista, alternativa para el nacimiento de un mundo mejor.
Porque la lucha política va más allá de la conquista del Estado –que, cuando se
logró, no arrojó resultados muy positivos para los de abajo- y comprende
principalmente la regeneración de los
mecanismos rectores del pensamiento de una sociedad, produciendo un marco
conceptual democrático sugerente, persuasivo y justo.
¿Existen soluciones a largo plazo para el
conjunto de la humanidad dentro del sistema? Y en caso de que
pensemos que no ¿creemos posible construir una nueva sociedad por la vía de acceder
al gobierno del Estado, cuando es evidente que este ya no detenta el Poder? Los verdaderos problemas comienzan el día
después de tomar un palacio de invierno, pues es suicida destruir un sistema
para, después, intentar crear su sustituto: lo viejo debe ser demolido al
mismo tiempo que se construye lo nuevo.
Y lo primero a modificar somos nosotros mismos, inevitablemente
permeables a las sugestiones del Poder.
Mejorarnos, crearnos como sujetos del cambio desde abajo. Luego unirnos,
organizarnos y luchar. Como sugiere Holloway, ir abriendo grietas en el sistema
y luego profundizarlas, comunicarlas.
Construir una red de apoyos mutuos, unas relaciones sociales no monetarizadas,
no mercantilizadas, que edifiquen formas de comunidad democráticas y justas, con fines
colectivamente decididos y buscados.
¿Podrá todo esto, en algún mañana, dejar de ser una utopía?
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
Hobsbawm, Eric – Historia del
Siglo XX
-
Cómo cambiar el mundo
España Corrado, Mario –
Propaganda, lenguaje y manipulación – Módulos I y II
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necesarias
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R. Borja
Jover, Josep – La Doctrina del
destino Manifiesto
DW Akademie
Donnelly, Michael – El fallido
golpe de Wall Street en 1934
Foucault, Michel – Cursos del
Collège de France
Steinberg, Federico – Tasa
Tobin: el ordoliberalismo vence al neoliberalismo
Ghersi, Enrique – El mito del
neoliberalismo
Dávalos, Pablo – Distopía y
violencia neoliberal
Toussaint, Eric – Acerca de la
fundación de las instituciones de Bretton Woods
Munevar, Daniel – La batalla de
Bretton Woods
Fernández Sabater, Amador – John
Holloway: “Podemos o Syriza pueden mejorar las cosas, pero el desafío es salir
del capitalismo”
Sader, Emir – El socialismo
liberal francés
Bourdieu, Pierre – La esencia
del neoliberalismo
Keenan, Jeremy – Redefiniendo a
los pobres como “terroristas”
Harvey, David – Breve historia
del Neoliberalismo
Gramsci, Antonio – Cartas desde
la cárcel.
Benjamin, Walter – Capitalismo
como religión
Wikipedia, blogs y páginas
varias (Arte Historia, Clases historia, Rincón del vago, Rebelión)
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