Inicio de
la prédica hitleriana
Si bien la puesta en marcha de aquella
sistematización se producirá a partir del ascenso del partido
nacionalsocialista al poder en 1933, los elementos teóricos están ya
íntegramente presentes en esa curiosa mezcla de autobiografía idealizada,
patraña pura y manifiesto ideológico que es “Mi lucha” (Mein Kampf), de Adolf Hitler. El primer tomo apareció el 18 de julio de
1925 con el subtítulo «Retrospección»;
el segundo, «El movimiento nacionalsocialista», se publicó en 1928. Estos textos adelantan
cuestiones y proyectos que serán desarrollados más tarde desde el gobierno: el doble
peligro de la conspiración judía mundial
–unido al estereotipo del judío avaro- y
el comunismo ruso, así como la necesidad de obtener más territorio físico para
Alemania, en especial avanzando hacia el
este (Drang nach Osten), un espacio vital (Lebensraum) imprescindible para
realizar el “destino histórico” de su pueblo. Las funciones y técnicas de la
propaganda merecen especial atención y les dedica dos capítulos: el sexto del
primer tomo y el undécimo del segundo. En ese tema, como en su
particular concepto de pueblo (Volk) (1) y de liderazgo, Hitler patentiza una fuerte
influencia de Gustave Le Bon (1841 –
1931), psicólogo social francés que analizó
la propaganda como medio racional idóneo para hacer frente al comportamiento
irracional de las masas. (2)
El capítulo sexto de “Retrospección” comienza diciendo: “Durante
la Gran Guerra empezó a observarse qué gran resultado podía deparar una
propaganda bien llevada. Desgraciadamente todo tenía que ser aprendido del
enemigo”…es decir de los procedimientos del Ministerio de
Información inglés y el CPI que han sido objeto de los módulos anteriores. Hitler
elogia explícitamente tales métodos: “Fue un error fundamental ridiculizar al
adversario como lo hacía la propaganda de las hojas humorísticas de Alemania. //
Opuestamente, la propaganda de guerra de ingleses y americanos era psicológicamente adecuada
.//. Prueba del admirable conocimiento de la emotividad primitiva de la masa la
constituyó su propaganda de las ‘atrocidades alemanas’, [nuevamente
la técnica llamada atrocity propaganda]
perfectamente adaptada a las
circunstancias, que proporcionó, en forma tan inescrupulosa como genial, las
condiciones para el mantenimiento de la
moral en el teatro de la guerra, aun en el caso de derrotas.”
Hitler sostendrá que la propaganda, “arma en verdad
terrible en manos de quien sabe utilizarla” debe
realizarse “de modo tan perfecto que provoque
la convicción de la realidad de un hecho o la necesidad y justicia
de un procedimiento.” Aquí y en la posterior afirmación de la
actitud básicamente subjetiva y unilateral que se debe asumir en relación al
objetivo previsto (“La finalidad de la propaganda no consiste
en reconocer los derechos de los demás, sino en subrayar con exclusividad el
propio”) puesta de relieve con el famoso ejemplo del jabón, se está presuponiendo
la “necesidad y justicia” del
infundio, la tergiversación, la ocultación y todas las modalidades de
manipulación precisas para alcanzar el fin deseado. Efectivamente todo
esto
se llevó a cabo, después de 1933, con tal esmero que podemos decir que el discípulo superó con creces a sus maestros anglosajones.
se llevó a cabo, después de 1933, con tal esmero que podemos decir que el discípulo superó con creces a sus maestros anglosajones.
NOTAS
1)
El equívoco nombre “nacionalsocialista” dado por
el anticomunista Hitler a su partido, es visto por algunos autores como un
intento de atraer a la gran masa trabajadora proponiéndole, en vez del
internacionalismo proletario marxista, una vía estrictamente alemana que uniera
lo nacional con lo social. Esa especie de nacionalismo expresado con el término
völkisch, palabra que tiene
connotaciones de folklórico y de populista, sería la versión germana de cierto
sentimentalismo tradicionalista derivado de una visión romántica del pueblo (Volk) con sentido étnico, tal como se
expresa en los Discursos a la nación alemana de Johann Fichte o en las
reflexiones de Richard Wagner. Para el
nazismo el “pueblo” era, entonces, una comunidad de raza poseedora de una
determinada “esencia” o “espíritu”
nacional (Volkgeist), cuya identidad se mantiene a través de los
siglos. Esto explica en parte el fuerte racismo y la xenofobia de aquel
régimen, o el pangermanismo aducido para la anexión (Anschluss) de Austria.
2) Le
Bon, enemigo acérrimo del socialismo que consideraba irrisoria toda idea de
igualdad, teorizó sobre comportamiento de las muchedumbres, características de
los pueblos y superioridad racial. Sus obras “Leyes psicológicas de la
evolución de los pueblos” de 1894
y “La psicología de las masas” de 1895 cobraron importancia al ser
utilizadas por algunos investigadores de los medios de comunicación
masivos. Se suele señalar su influencia
sobre Hitler, y también sobre Edward Berneys, el teórico de las Relaciones
Públicas mencionado en Módulo I.
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