lunes, 16 de febrero de 2015

PROPAGANDA, LENGUAJE Y MANIPULACION III



La manipulación se hace norma

 


 


No parece exagerado afirmar que el proceso revolucionario iniciado en Rusia en 1905 y culminado en 1917 fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX. Hallándose inmerso en una guerra interna por la primacía imperial, el mundo occidental se estremeció ante los acontecimientos de febrero y la abdicación de Nicolás II, pero aún más con el estallido de octubre y la caída del Gobierno provisional. (Utilizo las fechas según el calendario juliano pues son las que se mencionan usualmente) La amenaza emergente iba más allá de aquel conflicto y podía afectar por igual a todas las partes. Es fácil imaginar el temor y la incertidumbre cuando la contrarrevolución, impulsada por la burguesía y los grandes  terratenientes rusos, apoyada además directamente por los Aliados occidentales, no era capaz de revertir la situación.

Woodrow Wilson, que participaba del sentimiento mesiánico antes apuntado, debió pensar  que la Providencia había tenido un cortocircuito. Era pues necesario intervenir de inmediato para evitar que su “pueblo escogido” fuese tentado por el demonio de las revueltas. Ayudar a la Providencia nunca está de más, y para ello bastaba con incluir a la Rusia revolucionaria en el mismo proceso de control de la opinión pública que tan buen resultado estaba proporcionando con “el Alemán”.

 Primer “Miedo  Rojo”  (1917-1920)

 Período sincrónico con la guerra civil rusa. Dado que la URSS  no fue creada hasta 1922, continuaremos refiriéndonos a esa nación como “Rusia revolucionaria”.

Ciertamente EEUU participó de forma activa junto con los otros Aliados en aquella contienda interna, apoyando a la contrarrevolución –el Movimiento Blanco- con dinero, asesoramiento militar, pertrechos, y un cuerpo expedicionario que intervino especialmente en Siberia. Pero, para nuestro análisis, interesan solamente las repercusiones en EEUU del desmoronamiento del imperio zarista.

El historiador Murray Levin define las tensiones producidas a partir de finales del 17 como “histeria a escala nacional.”  Son el resultado lógico -como adelantamos en el módulo I- de sumar  al pánico incentivado por la Comisión Creel  este nuevo “miedo y ansiedad crecientes ante una inminente Revolución Bolchevique en Estados Unidos. Una revolución que destruiría propiedades, iglesias, hogares, matrimonios y todo el estilo de vida americano.” Tal temor debería haber cedido cuando Alemania pidió el armisticio en noviembre de 1918, pero no fue así a causa de los hechos desencadenados precisamente por ese final: la breve Revolución Alemana de noviembre del 18, con su corolario de Levantamiento Espartaquista y República Soviética de Baviera (5 al 12 de enero 1919), así como la creación de la III Internacional en marzo. La fuerte sensación de inminencia de un estallido  exacerbó la tensión.

Pero no cabe duda de que, pese a las esperanzas del movimiento obrero, ni los espartaquistas tuvieron posibilidad de mantener su sueño de república socialista, ni la Rusia de Lenin la tuvo de “exportar” su revolución, ocupada como estaba simplemente en defenderla. En cambio se le brindó a USA otro Enemigo  perfecto, tan atemorizador como el gorila prusiano (1) pero sin el inconveniente de una campaña bélica directa y con una enorme ventaja inherente: la posibilidad de crear un antagonista adicional, un enemigo interior convenientemente difuminado:  clase obrera organizada, disidencias políticas, prensa independiente…  cualquier posicionamiento crítico.
Ilustración  made in USA. Un torvo, malísimo –y muy  feo- “anarquista” con claras  intenciones satánicas.



Antes de continuar es oportuno hacer algunas consideraciones adicionales acerca de la línea político/ideológica de los gobiernos de EEUU. Ya mencionamos el limitado concepto  de democracia de los Padres Fundadores. La misma clase que conquistó el poder en 1786 lo detentaba en 1917 y lo detenta hoy. De igual modo, los métodos “disuasorios” utilizados por el gobierno Wilson para mantener a raya al rebaño desconcertado,  son una extensión modernizada de los poderosos Razonamientos de Gouverneur Morris. En el módulo anterior dijimos también que los años finales del siglo XX estuvieron marcados por grandes luchas sociales. Un ejemplo muy conocido es la “Revuelta de Haymarket”, Chicago, durante las  protestas de respaldo a la  huelga obrera reclamando la jornada de ocho horas, a principios de mayo de 1886. Las violentas cargas de las fuerzas policiales culminaron con el lanzamiento de una bomba contra ellas. Ocho trabajadores fueron arbitrariamente acusados y condenados, cinco a la pena capital –aunque uno se suicidó antes de ser ahorcado- y tres a reclusión. Tal hecho dio origen a la consideración del 1 de mayo como Día de los Trabajadores, en homenaje a estos  Mártires de Chicago.

Vemos entonces que los asuntos que ahora nos ocupan –la reacción de las instituciones al sentirse amenazadas,  la doctrina estadounidense  de “contención” de la influencia soviética durante la Guerra Fría o el concepto de “enemigo interno”  (esa acusación de “terrorismo” tan útil al sistema) no son otra cosa que más de lo mismo: clara expresión del objetivo, apoyado sin reservas por el poder financiero y empresarial, de quebrar los movimientos populares que intentan –como Shay en el siglo XVIII-  luchar por una sociedad más justa. Y cuando los medios de comunicación -cuya amable dedicación a la atrocity propaganda se había dado ya, en algunas ocasiones, antes de la campaña del CPI (2)- desnaturalizan su función tal como señalaba Chesterton, dedicándose entusiastamente a desinformar,  no están haciendo otra cosa que elegir el bando que más les conviene en esa lucha, y que ideológica y económicamente es el suyo: el del dinero.
Retomemos nuestro tema regresando a 1919, apenas concluida la contienda bélica. El espantajo del “peligro rojo” se revelará como un arma formidable contra la clase trabajadora, en plena rebeldía ante el brutal encarecimiento de la vida causado por la guerra. Durante las huelgas producidas en Seattle aquel año, bastó una acusación de  “comunistas subversivos” y la consiguiente amenaza de un baño de sangre, para que los obreros volvieran, derrotados,  al trabajo.
            A fin de precisar los conceptos utilizados, conviene decir que entenderemos por “manipulación” no sólo la tergiversación de informaciones, sino también cualquier utilización fraudulenta de argumentos o principios, con propósitos coercitivos. Es decir una  deliberada distorsión de la realidad con el propósito de justificar la utilización tortuosa y desmedida del poder. Aplicamos pues ese término a los procedimientos de Alexander Mitchell Palmer que vamos a relatar.
           Fiscal General entre 1919 y 21, este hombre crea una División General de Inteligencia (GID) con la misión de descubrir los “múltiples complots” que “los  rojos” estén realizando y, amparándose en las leyes de Espionaje y de Sedición aún vigentes, encarcelar a los participantes. Esto es aprovechado para lanzar una  verdadera cruzada contra la izquierda anarquista y los partidos Socialista y Comunista. Son fichados por la policía cerca de 200.000 “sospechosos”, cantidad altísima para la época. Después, entre noviembre del 19 y el siguiente enero, tienen lugar las llamadas “Redadas de Palmer” (Palmer Raids) contra residentes extranjeros y trabajadores nacionales sindicados.   Son detenidos por miles sin orden judicial y sin que la Corte Suprema les garantice sus derechos constitucionales. Por el contrario, hay un célebre pronunciamiento señalando que cuando la libre expresión constituya un “claro peligro para la nación”, estará justificado suspender ese derecho.
A riesgo de extenderme excesivamente en este tema, no puedo dejar de señalar que la política reseñada se acompaña de una retórica “patriótica” según la cual todo cuestionamiento del orden establecido es unamerican, antiamericano. El Washington Post defiende que, frente a la amenaza comunista, no se pierda tiempo en “sutilezas sobre violaciones de libertades” y el New York Times alaba “el vigor inteligente del Departamento de Justicia” al acorralar a los Enemigos Rojos, “banda perniciosa” que “urdía  un complot para celebrar una huelga en todo el país.”  Por cierto, señala Chomsky que la prensa había ya avalado un proyecto de ley -propuesto por Palmer- que solicitaba penalizar “hechos, demostraciones, escritos, impresos o divulgaciones de alguna señal, palabra, discurso, dibujo, diseño, disputa o enseñanza, que aconseje, defienda, enseñe o justifique cualquier acto de sedición.”  Más de lo mismo una vez más.
Ya en 1886 las autoridades habían considerado que las “declaraciones sediciosas” de los anarquistas juzgados por la revuelta de Haymarket, eran suficientes para determinar su “responsabilidad moral” por el lanzamiento de la bomba aunque esto no fuese obra de ellos, justificando así su condena. Monstruosa equiparación que Palmer ratificó afirmando que, entre los ideales teóricos de una persona y su violación real de la ley, no había más que “distinciones sutiles”. Tanta aberración fue llevada al extremo de sostener que toda duda acerca de la criminalidad de un sospechoso se disipaba examinando sus fotografías.  Sic. “De la mirada astuta y furtiva ./. brotan la codicia, crueldad, la locura y el crimen; en sus caras desproporcionadas, cejas oblicuas y rasgos deformados, se reconoce el tipo inconfundible del criminal.” (Este “método Palmer” es algo así como un lector biométrico de iris, pero a nivel de Agatha Christie.)
Demasiados despropósitos y abusos. Se cruzó tal vez una línea roja, o bien se trató del cansancio de la guerra, la pérdida de calidad de vida, la popularidad en descenso de un Wilson ya enfermo, o bien una especie de rebote de todo ello junto. Lo cierto es que el apoyo de la ciudadanía se fue perdiendo a lo largo de 1920 y la represión perdió impulso. Por otra parte, los patronos industriales comprendieron que tantas expulsiones de inmigrantes y tantos obreros encarcelados llevaba aparejada una importante reducción de mano de obra barata. El Miedo Rojo se debilitó gradualmente,  no sin que antes los prejuicios raciales desembocaran en otro asesinato legal: la condena de Sacco y Vanzetti. (3)
Este primer Miedo Rojo define ya  los aspectos esenciales del anticomunismo norteamericano: xenofobia, intolerancia ante cualquier disidencia, utilización obsesiva de la idea de conspiración, cercenamiento de libertades en nombre de la seguridad nacional, acusaciones sin fundamento y utilización de una supuesta amenaza exterior para aplastar la oposición interior.  Ayudó a consolidar –si es que todavía no estaba hecho- la estrecha alianza entre la élite intelectual, la clase política dirigente y los gigantes empresariales que apoyan y financian a ambas. También reafirmó el compromiso desinformativo  de los medios de comunicación, transformado ya en campaña sistemática perpetua, en método fijo para completar el lavado de cerebros. Finalmente tuvo como útil resultado complementario la posibilidad de disfrazar de autodefensa una agresiva política exterior intervencionista (Granada, Panamá, Nicaragua, Irak…),  y “dejó como un crucial residuo  institucional la  policía política nacional [el FBI] que  ha proyectado una larga sombra durante los años siguientes.” (Chomsky: “Ilusiones necesarias”)
Al llegar los difíciles años 30, el devastador efecto desmovilizador de la represión ejercida sobre la clase trabajadora se había desvanecido en  parte, y recomienzan los conflictos.
Famosa foto de Dorothea Lange, parte de una serie sobre la Gran Depresión, centrada en Florence Owens Thompson, de 32 años, que en 1936 emigró a California con sus siete hijos  buscando una vida mejor.
 
 
 
El hundimiento social durante la Depresión  fue brutal y marcó toda la década. Para el capitalismo resultó una prueba de fuego y el momento más álgido de su historia, que sólo lograría superar a través de las políticas keynesianas, es decir aceptando a regañadientes un pacto con el mundo del trabajo. Pero hasta su entrada en la II Guerra a raíz del bombardeo de Pearl Harbour en 1941, EEUU vive un período de grandes dificultades económicas y conflictos sociales. La feroz lucha de clases se caracterizó, entre otras cosas, por  transformar en regla lo que hemos llamado “método Palmer”: la manipulación realizada a través de una distorsión deliberada de la realidad. Veremos un único ejemplo, suficientemente representativo: la “Fórmula Mohawk Valley”.
Fue un plan para romper huelgas, atribuido a James Rand Jr., presidente de la Remington Rand, durante un conflicto laboral de 1937 en aquella localidad.  Apareció en un artículo del “Boletín de Relaciones Laborales” de la Asociación Nacional de Fabricantes, siendo luego editado como folleto y ampliamente difundido.  Sus recomendaciones principales eran:
1º - Etiquetar de inmediato a los líderes sindicales como  “minoría de agitadores enemigos de América” (Unamericans). Presionar con  amenazas de llevar la fábrica a otra parte y organizar a banqueros, empresarios y propietarios en un “Comité Ciudadano” contrario a la huelga.
2º - Alzar la bandera “Ley y Orden” para que la propia comunidad solicite acción policial ante imaginarias violencias. Esto consigue separar a los huelguistas de la comunidad ciudadana y promover  un sentimiento público contrario a la huelga y sus “desórdenes.”
3º - Reunir una considerable fuerza policial intimidatoria (efecto psicológico).
4º- Organizar un aparente “regreso al trabajo” utilizando falsos “empleados leales” marionetas. Estos anunciarán una fecha para la supuesta reapertura del lugar de trabajo.
5º- Escenificar esa aparente “reapertura” de modo muy teatral, bien publicitada y visible, con los “obreros leales” marchando protegidos por policías armados, para aumentar el efecto desmoralizador. Debe tratarse de una gran demostración de fuerza, muy exagerada.
6º - Llevar a cabo una campaña publicitaria masiva, resaltando que la planta funciona a pleno rendimiento pero que los huelguistas intentan interferir en la libertad de trabajo; esto puede producir o aumentar el rechazo de la comunidad y justificar ante ella la intervención policial.
Como vemos, romper la unidad popular distanciando a los huelguistas del resto de la población para dificultar la solidaridad, es uno de los puntos importantes de esta “fórmula”, que al parecer fue utilizada múltiples veces y seguramente con éxito. En realidad, buena parte de sus premisas y métodos continúan utilizándose en la actualidad, convenientemente “modernizadas”
La segunda Guerra Mundial, que estalló poco después, suavizó las fricciones USA-URSS sin eliminarlas. Difícil tarea, combatir a un enemigo transformado de momento en aliado… pero la desarrollaron con éxito. Esta vez no resultó necesario otro lavado de cerebros para que el pueblo llano aceptara la intervención: el oportuno ataque a Pearl Harbour –que según algunos autores era sospechado y esperado por el gobierno- disipó toda reticencia  de los pacifistas. Continuaba gruñendo el gorila  alemán –aunque ya no aquel prusiano de casco puntiagudo- y se agregó el “peligro amarillo”.   Pero respecto de la (des)información de guerra, se prosiguió con las mismas pautas utilizadas desde 1917, que rigen aún hoy.
Después, la “Guerra fría” durante  décadas. Y un segundo “Miedo Rojo” -la caza de brujas de McCarthy- tremendo, aberrante, vergonzoso pero tan útil para el sistema como el primero, por más que una  parte de la población comenzara por fin a percibir la impostura. Para el tema que tratamos hay poco de nuevo en estos acontecimientos;   la maquinaria y sus procedimientos estaban ya enteramente definidos y  normalizados. En el próximo módulo concluiremos la parte histórica examinando brevemente los aportes metodológicos realizados en Alemania durante el régimen nazi, que lleva el proyecto manipulatorio a su perfección.
 
Mario España Corrado,  2013-15
NOTAS
 
(1)  Obsérvese, en el cartel británico mostrado en la primera página, que el “demonio” que estrangula a la indefensa Prosperidad es también un gorila aunque con rabo, y la escasa diferencia con el “mad brute” visto en el Módulo I muestra la utilización de los grandes monos como estereotipo simbólico de poderosa bestialidad enloquecida..
(2) William Randolph Hearst (1863-1951), poderoso magnate empresarial que llegó a poseer 28 periódicos nacionales, utilizó toda su influencia para que EEUU declarase la guerra a España en 1898 para así aprovecharse de sus primicias. No dudó en difundir todo tipo de patrañas relativas a la crueldad de los españoles en la isla, muy en la línea “atrocity”. Su controvertida personalidad fue retratada por Orson Welles en “Ciudadano Kane”, film de 1941.
 
(3) Ferdinando Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron dos inmigrantes italianos anarquistas, acusados de robo a mano armada y asesinato del encargado de una nómina gubernamental y un vigilante, el 15 de abril de 1920.  Sufrieron un juicio plagado de irregularidades que más tarde sería declarado nulo. Su condena, injusta y basada en prejuicios,  conmovió a la comunidad internacional, originando movimientos de solidaridad que lucharon inútilmente durante años por salvarlos. Finalmente fueroejecutados en 1927. Cine, teatro, literatura, artes plásticas, comic… los han homenajeado múltiples veces desde entonces.