miércoles, 25 de abril de 2012

A propósito de una foto


Hace un par de meses, mi buen amigo uruguayo Miguel Font Brisolez publicó en su blog fotográfico: http:www.flickr.com/photos/mirando_por_los_pixeles una imagen que tituló "Ausencias presentes (as time goes by)", que aquí reproduzco.

Esta imagen me impresionó muchísimo, provocando en mí lo que llamo "resonancia", es decir una respuesta mía interior al hecho exterior, que finalmente se concretó en el siguiente poema, al que no pongo título pues depende de la foto, que ya tiene el suyo.

Descolorida imagen que mi olvido alimenta.
Desnuda, sola hierba; sola, tierna,
germinada elegía.

Desmemoria de sol que áridas sombras crea
en un aire sin aire, amortiguado.
¿Dónde tú, dónde yo y adónde todo?
¿A quién aún aguarda esa desguarnecida
rama que, de un vacío, en vano extiende
su sombra acogedora? El verano pasó.
Voces hubo, y canciones como viento de abriles
o risa de muchachas, tibio temblor precario.
Ahora ¿dónde, dónde?

Herbazales y tiempo detenido.
El hoy es sólo ayer; mañana, nada.

viernes, 6 de abril de 2012

OTREDADES

     Asta, personaje de una novela de Barbara Vine, decide llevar un diario.  Esta danesa que vive en Londres aún no habla bien el inglés, por lo que se siente sola. Este hecho, nos dice, "es una de las peores cosas que he de soportar en este horrible país extranjero."  El cuaderno -asegura- aliviará un poco su soledad;  tendrá algo que hacer cuando sus  hijos estén  dormidos, "alguien con quien hablar" y podrá "contar historias."  Le gusta contarse a sí misma esas historias "tanto verdaderas como inventadas", para evadirse de una realidad evidentemente poco gratificante.
    
     Contarse historias. Especialmente, las inventadas. Fantasear. Es una tendencia de la especie.  De niños, los libros, el cine disparan nuestra imaginación, haciéndonos discurrir mil aventureras peripecias.  Más adelante vendrán las play station, juegos de rol, fantasías sexuales... ¿Y qué son las ilusiones, fervientemente sustentadas, sino fabulaciones a las que nuestro anhelo augura un happy-end que casi nunca llega?  Fantasías, castillos de naipes.  Nos fabricamos, con porciones de nuestra realidad-real o sin ellas, una realidad-otra más placentera, confeccionada a medida, como un traje.

     ¿Será acaso que el ser humano mantiene siempre latente, en su trasfondo, la tentación de la otredad?  Está en la naturaleza de las cosas que el crío que lee Salgari desee ser el Tigre de la Malasia.  (Salgari, sí; admito que soy antiguo.  De haber nacido sesenta años después, habría leído a Rowling y deseado ser Harry Potter.)  Es igualmente lógico que la persona que compra un billete de lotería divague -como la lechera del popular cuento- sobre la forma en que gastará el premio.  Casi todos aspiramos a tener una vida extraordinaria, ser alguien especialísimo a quien le suceden cosas especiales.  Es decir: deseamos, en algún momento, ser otra persona...  otro.  Aquello que somos y tenemos no nos satisface por completo.  Nos falta algo.  O nos sobra.
     Bruce Wayne es millonario, poderoso, guapo, etc. etc.... Pero arriesga su vida siendo Batman, un justiciero enmascarado que nada ganará con ello excepto golpes y fatigas.  Y el mismísimo Superman, paradigma del Héroe  ¿no ha deseado varias veces, a lo largo de su dilatada carrera de papel y tinta, ser un terrícola cualquiera, corriente y "normal"?

     La mente forjadora de mitos plasmó en ellos sus propias apetencias inconscientes, que las gentes para quienes ese mito se forjó comparten, sustentan y reiteran.  El ser mítico tiene siempre un elemento diferencial, un atributo que lo destaca.  Es el Otro por antonomasia.  Y en ese atributo reside su grandeza y su miseria, recompensa y castigo.  Porque aquello que nos distingue también nos señala, nos segrega, y puede  ser un riesgo en una sociedad que desconfía y abomina de los diferentes.

     Moraleja:  es preferible ser prudentes en nuestras aspiraciones, pues el Otro modélico, superlativo, que ambicionamos ser, podría resultarnos peor que un fiasco: un tiro por la culata.  A fin de cuentas, lo nuestro no está tan mal.
     ¿O sí?

jueves, 5 de abril de 2012

COSÌ

     Hagamos un breve viaje, mayor en el tiempo que en el espacio: a la Nápoles del siglo XVIII, patria de Luca Giordano, la canzone y la pizza.  Escenario: lujosa casa al borde de  una playa.  En la sala, una mesa engalanada con candelabros de plata, servida fastuosamente.  Dos encantadoras damas ferraresas, que se disponen a contraer matrimonio (falso) con dos (falsos) caballeros albaneses, alzan copas en un brindis que, dada la ocasión, podríamos suponer festivo.  Suena la música... pero nada hay de alegre o bullicioso en ese breve canon, sino una melancolía sin equívocos;  la grave, delicada tristeza del mejor Mozart, teñida de desencanto.

               E nel tuo, nel mio bicchiero
               Si sommerga ogni pensiero
               E non resti più memoria
               Del passato ai nostri cor.

     ¡Que no quede ninguna memoria del pasado!  Ida para siempre la nostalgia...  pero también el preciado recuerdo dichoso que la genera.  Desaparecidas las debilidades, errores, cobardías, claudicaciones, falsedades... la mala fe.  Olvido, además  -y principalmente, en este caso-  de la deslealtad hacia los seres amados, forma exterior de la traición a nosotros mismos. 

     Pero... ¡alto!  Ese ayer que se pretende anonadar, es no sólo nuestra única posesión verdadera, sino también el entero basamento de lo que somos hoy, y por tanto de lo que llegaremos a ser mañana.  Renunciar a él podrá evitarnos las torturas provenientes del infierno interior -único real, y sin duda crudelísimo- pero no significará "salvación", sino solamente la pérdida de nosotros mismos.
     ¿Entonces?  Entonces no queda otra vía que la que siempre tuvimos delante, vista, sabida, y sin embargo insistentemente rechazada: la aceptación.   Aprender a vivir con nuestras indecisiones y fallos, nuestras falsedades, remordimientos, culpas, miedos.  Como aquellas damas ferraresas habrían de vivir, si su singular historia tuviese continuación.  Las cosas son como deben ser; es preciso aceptarlas tal cual vienen, con toda su luz y su oscuridad.  En verdad ¿qué otra salvación podemos tener excepto la de ser nosotros mismos, constantes, fieles a nuestro núcleo profundo, a la esencia intocable del sistema que cada uno de nosotros es?

     Finis coronat opus.  La fábula de las dos hermanas de Ferrara culmina de modo agridulce.  Es un cuento, de modo que cada uno puede recrearlo a su manera y, si lo desea, modificar ese final.  En la vida sucede de otra manera: cada peripecia individual llega a término junto con el sujeto que la protagoniza.  Pero ese finiquito, imprevisto o anunciado, resultará inmodificable nada más producirse, y no será tarea nuestra registrar su crónica. 
     Pocos años después del engañoso brindis mencionado, Fígaro marcará una pauta deseable: "Per finirla lietamente e all'usanza teatrale..."  Focos, proscenio, bambalinas.  Antes de que caiga el telón, digamos nuestro monólogo de la mejor manera posible.  Es lamentable pero nadie nos proporciona el texto, ni dirige ensayos;  habrá que improvisar, evitando tartamudeos.  La escena es harto breve, de modo que no perdamos más tiempo:  actuemos.

        

LA VIDA

               What might have been and what has been
               Point to one end, which is always present.

               Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
               apuntan a un solo fin, siempre presente.
                                             T. S. Eliot: "Burnt Norton"

     Toda  vida es una historia en potencia.  Toda historia se asemeja a un sueño.  Pero ¿podemos tener la certeza de que algo verdaderamente sucede?  Nada parece tan real como el engaño de nuestros sueños: por alerta que uno esté, el trompe-l'oeil siempre resulta creíble.  Eso afirma Descartes con su "duda metódica":  no podemos fiarnos de nuestros sentidos, pues aquello que nos engaña una vez, puede engañarnos siempre.
     Claro que si entramos en la filosofía hay que tener cuidado de no liarse. Aristóteles dice que sin experimentación no hay verdad; y yo apoyo eso pues me gusta probarlo todo.  Luego aparece Kant: "...todos los objetos de nuestra experiencia posible, no [son] más que fenómenos, esto es, meras representaciones" que "no tienen existencia propia e independiente aparte de nuestro pensamiento." (Crítica de la razón pura) Y eso me gusta aún más:  espacio y tiempo como características que la mente impone al sujeto cognoscente -que soy yo- en tanto consecuencia de su actividad.  Estupendo: la mente impera.
     El problema es que antes estuve de acuerdo con la duda cartesiana y debo ser consecuente, de modo que me veo obligado a decir:  ya, bueno, pues... será así... o no.  Para colmos, ahí están Bergson, Bertrand Russell, Ortega y Gasset, los realistas, materialistas, positivistas... y todos hablan, argumentan...  No, no, basta:  "Human kind / Cannot bear very much reality."  Esto  es:  el género humano no puede soportar mucha realidad.  Eso también lo dijo Eliot, que era sujeto cognoscente igual que yo.  Es lo que tenemos en común (algo es algo). A fin de cuentas, a mí tampoco me queda mucho idealismo.
     Será  mejor dejar de  lado la filosofía.  O quedarse simplemente con aquello de la "mera representación" -representación, interpretación, escena, fábula- y volver atrás, al trompe-l'oeil.  No basta con estar atento, no, pues no podemos aprehenderlo todo.  Cada instante es un Aleph de instantes, abriendo múltiples vías factibles al poder ser;  incontables universos viables, superpuestos, coexistentes.  Tiempo.  Momentos.  Cada uno es una burbuja iridiscente que destella, cálida pero cerrada.  Veloces reflejos tornasolados circulan de una en otra, rebotando; se producen colisiones mínimas, zigzagueo de direcciones dispares, roces, estallidos...  Pero los mullidos interiores sedosos, el hueco puro donde cada cosa madura y es o se malogra, permanece hermético.
     Burbujas.  ¿No hay nada que las cohesione, las amalgame?  ¿Existe en verdad un devenir, un decurso ordenado, en esa danza alocada de diminutas esferas brillantes?  ¿O todo es sincrónico, aleatorio... un espejismo?  Así  pues... ¿existe realmente eso que llamé "una  historia" -la mía, la tuya, la de alguien?
     Que esa turbulencia, maremagnum inabordable, parezca una serie de acontecimientos enlazados de modo lineal, a través de un espacio y un tiempo, no implica que en efecto sea así.
     Reflejos.  Líneas huidizas, precipitándose unas sobre otras para separarse de inmediato.  Nebulosas multicolores.  Sujetos cognoscentes con apetencia de plenitud, tendemos las manos hacia ese resplandor inestable.  Apresando por un segundo retazos de su luz, construimos con ellos un mínimo diseño móvil -apenas trazos esbozados- y, satisfechos, llamamos a eso "la vida".