lunes, 30 de mayo de 2011

LLUVIA NEGRA: CIELO ROTO


INTERMINABLEMENTE

Cielo de luto; duradero llanto
percutiendo insistente. Los cristales surcados
por mil resbaladizas líneas raudas,
en charcos congregadas.

Inundado trastorno el aire todo,
ululando insistente. Huele a lodo la tierra,
y el lodo huele a eternidad amarga
donde gotas destilan.

¿De qué dolor se duelen nubes tantas?
Nada que lo detenga ni nada que lo evite.
Insistente percute, surca y cae,
y cae, cae, cae.

Solamente clepsidras subsistiendo;
sólo insistentes llantos determinan el tiempo.
Horas y charcas, fango, surcos, gotas,
interminablemente.

¡Ah, nada puede acelerar las horas!

ESTUDIO DE FORMA

NAUFRAGIO

Ojos de graves mieles. ¿Dónde, aquéllos? Del mirar entrañable, la sosegada límpida corriente; claridad de remansos en una como música de luces.
Tras rebozos de ausencia -cáliz de temblorosa orquídea breve, ronco tallo de azúcar- la voz leve, entre los escorpiones del olvido.
La piel de musgo tibio, desnudada; el abrazo que eterno se creía; los cabellos de cálido azabache... ¿qué son, sino distancia acrecentada? ¿Qué, sino mengua, herida y agonía?
Vana noche sin faros, buque ciego. De hundimiento y quebranto, dilatadas mareas advirtieron.

Soledades, silencio. Nada resulta ser como quisimos; ni siquiera nosotros, caricatura de inservibles ansias.

ROMANCE DE LA TRISTEZA SOLA

La niebla viene del  río
y va al aire que la espera.
El  aire viene del  tiempo
dulce de las azucenas
y se aquieta en la enramada
soñando con sol y siestas.

Una tristeza sin dueño
viene del alma, va al alma,
y en el camino se queda
en el rojo de la tarde
sin sueños ni sol ni esperas.

martes, 24 de mayo de 2011

MADRUGADA

Son las siete; madrugan los recuerdos. Amanecer de nieve no mitiga sus agridulces voces. Noviembre ronronea en mi ventana; sus deslustradas orlas de rocío, desdibujan tejados que huelen a desvelo, sueño y alba.
Sábado gris sin prisas. Son las siete. Silencio. Yo querría dormir  pero no son dique las sábanas que aplaque, que contenga al pasado cuando llega en púdicas oleadas. Barahúnda de gestos, acentos y palabras... la manera tan triste en que mi madre sonreía; otras sonrisas, otras bocas, besos; visiones de momentos, gozo y daños.
"Quiero dormir, marcharos" -les imploro. Y se van... pero entonces, sordamente, tan lentas como crece la alborada, otras memorias, otras voces vienen de anónimos ayeres.
"Deteneos -les digo- no sois mías". Pero no me responden; agitan sus harapos de nostalgia y en torrentes, en trombas se abalanzan. Maremagnum informe de figuras, gestos, rostros, espacios... episodios de raras existencias ignoradas.
¿Ayer o porvenir? ¿Ajeno? ¿Mío? ¿Otra vida me acecha, otra vida que fue o será? ¿Soñada?
Sábado gris. Silencio. Son las siete. Quiero dormir... mas la memoria canta. No importa si es mi copla o la de otros:  la melodía es triste, dulce, clara. Y es así, recordando, como existo; sabré que vivo mientras oiga el canto.

CATEDRAL

ACEÑA DEL TORMES

A veces en la noche, cuando lunas cansadas
yacen adormecidas en su edredón de nubes
y el cielo es una blonda de azabaches disueltos,
se olvida de sí misma la aceña, se abandona.
Todo es entonces cauce detenido, silencio
de los árboles negros, mansedumbre de peces
que en vidrio esmerilado sus imágenes sueñan.

¿Es el alma esa noche de abandonos?
¿Alma de junquerales, soledad de agua oscura
que acalla su corriente distraída?

Silencio de los chopos.
A sí mismas se nombran las memorias
de junco, cauce, cielo reflejado.
Sombras como de voces descartadas
que un aire fútil trajo de muy lejos;
sombras como de esperas impacientes
cayendo en rancios copos con las horas.

Soledad de agua oscura.
Alma con hornacinas de nostalgia, de duda,
mirándose al espejo de los desasosiegos.
Alma con turbiedades, como un cielo de enero,
cuando entre velos húmedos, fatigada, indecisa,
se demora la luz, inútilmente triste.

lunes, 23 de mayo de 2011

MIRADA RETROSPECTIVA SOBRE LOS LIRIOS DE MAR

Detalle de texturas

MIRADA RETROSPECTIVA SOBRE LOS LIRIOS DE MAR

Tapiz. Técnica mixta.

VENUS ANADIOMENA

En  lúgubres portales, aguacero:
escupitajos de  la medianoche
alcoholizada, en  vela, salaz, tiesa,
con matones y chulos y ladrones,
buscavidas y broncas.
Los tubos  fluorescentes del  señuelo
guiñan cómplices ojos
a  los oscuros tordos del  malogro.
Hay zumbidos de trueque en  las esquinas,
fatigados colmillos
de la náusea y  las conchas amarillas
del disimulo en olas fraudulentas.

Encarnada  la  falda  más que breve.
Mano abierta exigiendo;
roídas uñas, labios opulentos
pendencieros, que  mercan, sonríen  y se niegan.
Iris de acero, bruno helor que tasa,
que  incita mas desprecia.
Edades y fatigas de las venas
en la arritmia del  lento taconeo.

lunes, 16 de mayo de 2011

DECLARACION DE PRINCIPIOS

Acumulo palabras como ardides; palabras como redes, como anzuelos. Oscuras, inconstantes, maliciosas. Las nombro y se resisten; dicen lo que yo quiero y lo deforman; mienten y no lo saben... o lo saben, mintiendo.
Palabras-comodines; un juego de atributos donde el azar impera. Modelo para armar; caleidoscopio: las fugaces visiones no son más que artificio. Palabras-camaleones: aquí blanca, allí negra, sombría o transparente. Vírgenes cortesanas que se ofrecen negando.
Fabrico con palabras murallas defensivas; las rodeo con fosos de palabras. Tiendo puentes de frases... ¿quién los cruza? Recrea mi discurso portales y pasillos, engalanados aposentos tibios, lucientes y curvadas escaleras marmóreas. ¿Qué pie las reconoce? ¿Qué pupila inocente parpadea, deslumbrada por oros y brocados?
Palabras como velos, como azogues. En un  instante, mundos; en  otro instante, nada.

CONCIENCIA OCASIONAL DEL FIGURANTE DE UN CUADRO (A propósito de Brueghel)

El cielo otoñal, pálido tras las distantes montañas, se ensombrece hacia el este. Como picas penetran los nubarrones azulgrises por encima del picacho que domina la aldea. Los he visto tantas veces... Despierto y están allí, densos, amenazantes, alargando sus dedos de tormenta.
Mugen las vacas y los hombres las espolean. El Caballero se impacienta, al ver bloqueado su camino por ellas, pero nosotros estamos tranquilos. ¿Para qué apresurarse? Llegar, partir... siempre lo mismo, de un lado para otro como si verdaderamente hubiese algo importante que hacer.  Tal vez lo haya para él, que tiene la bolsa llena, pero no para nosotros, simples hombres de escolta. Nosotros no tenemos prisa, nos da igual aquí que allá, un día que otro. La vida del pobre nunca cambia, del amanecer a la noche, invierno tras verano, de la cuna a la fosa. Así que no nos impacientamos.
Las vacas se amontonan en la senda. Una de ellas, blanca y negra, vuelve la cabeza y mira, con sus ojos ingenuos y dulces, algo situado a mis espaldas. Mira intensamente, como si toda su existencia consistiera sólo en mirar; como si hubiese sido creada sólo para eso. ¿Qué ve? Lo ignoro. Para saberlo tendría que darme vuelta, pero nunca  me  he  decidido  a moverme.

¿Qué habrá detrás de mí? Con frecuencia oigo  rumor de pasos lentos, pero no sobre la tierra del camino, sino como deslizándose por pulidos suelos. Y voces, muchas, distintas, hablando extrañas lenguas, aunque apenas en murmullos. Es entonces cuando despierto y contemplo los campos, el  río, el  firmamento abierto y claro por encima de los montes verdiazules, entre las ramas desnudas de los árboles. Nos dicen que ese cielo es para nosotros, pero no es cierto; está desierto, vacío. Nunca hubo y nunca habrá nada en él, excepto  las agujas  lóbregas de las nubes, y un pájaro oscuro que se niega a volar.

El Caballero aguarda, embozado en su capa. Siguiéndolo, mis compañeros y yo descendemos por el estrecho sendero. ¿Por qué le sigo? ¿Por qué seguimos siempre a alguien, por qué esperamos siempre algo de alguien? ¡Me gustaría tanto que las cosas cambiaran! Despertar y que mi vida fuese otra, totalmente distinta, mejor.  Pero  no sé qué  podría  yo  hacer  para  lograrlo... y  entonces sigo al señor.
A veces creo adivinar en  todo y en todos -el  jinete, el zagal  que azuza  las terneras, la  pintoja que vuelve la  cabeza, yo mismo- una especie de... predestinación. Algo de ineludible destino que nos ha sido impuesto, obligándonos a ser eternamente lo que somos. Caminamos, cabalgamos, conducimos indolentes reses... ¿y para qué todo esto, bajo una  indiferente atmósfera que se encapota interminablemente?  Acaso alguien lo sabe?

BRUMA

No supieron tus ansias, en la noche primera
que brújula ni faro atemperaba,
el sendero encontrar,
o cualquier altozano desde donde
un atisbo de aurora permitiera
vislumbrar la segura huella de amigos pasos.

Maridaron tus sueños con la noche
y un fruto de tinieblas malhechoras
alzó ante el sol cendales falseadores.
Bruma de lentos dedos era todo
el paisaje imposible.

Ah, extraviado, extraviado.

Cansado pie desnudo, torpes ojos. Y ahora
en apretados círculos concéntricos
la misma angustia gris que tantas veces
siembra de vidrios ásperos mis días.

martes, 10 de mayo de 2011

RETALES

La vida -vida otra, como los otros, muda -parece construida con fragmentos, con retazos dispersos. Mesa de saldos, rebajas de febrero en una pañería pueblerina. Y todos los recortes son tan breves, tan mediocre su forma y su factura, que parece difícil confeccionar con ellos -sastre imposible- algo, una aseada, decente vestimenta.
Cuando al fin lo consigues, denodado, resulta claramente un traje de retales, apenas Arlequín  funambulesco.

lunes, 9 de mayo de 2011

SIEMPRE BUSCANDO (Canción)

¿Pero dónde, dónde estaba?

Busqué por los pabellones
de la sangre; no encontraba
hierbabuena ni narcisos
sino espinas enconadas.

Busqué luego en los cercados
de la gente distanciada;
busqué lumbre, busqué puertas
y sólo encontré palabras.

¿Pero dónde, dónde estaba?

Busqué por valles y montes,
busqué por islas pobladas,
busqué en desiertos de mármol
y en el agua que cantaba.

Siempre buscando yo estaba
bajo sol o lunas claras.
Busqué el gesto verdadero
y hallé las manos atadas.

¿Pero dónde, dónde estaba?