martes, 27 de marzo de 2012

LO MIO

     Estoy aquí, en lo mío. En esto diminuto, intrascendente, que llamo "lo mío" como si estas palabras fuesen una definición concluyente; como si pudiesen indicar o sugerir algo concreto y bien conocido. Estoy en lo mío porque soy yo (esto último me parece casi indudable, dentro de ciertos límites) y por tanto no podría estar en otra parte. (Aunque... no es seguro que quisiera estar en otra parte. Ni siquiera es seguro que deseara verdaderamente estar.)

     Vivo encaramado a un espléndido árbol otoñal de lustrosas hojas rojo y oro, donde sólo el viento del crepúsculo anida.  Existo absorto, mirando en derredor con una curiosidad apasionada, aunque tan breve que linda con el descuido.  Contemplo fijamente un pájaro que explora la fronda con ojos saltones, o el vertiginoso escabullirse de un insecto -un movimiento de tal intensidad que parece un fin en sí mismo- o el rítmico mecerse de las ramas bajo el soplo fresco del aire. Vigilo, aguardo, busco.  ¿Qué?  No lo sé.  Algo.

     Absorto, observo, soy. La estructura viviente de una hoja -abanico de nervaduras por las que borbotea su sangre verde, nítido contorno de bordes y pecíolos- o su piel firme, tersa, pueden dar origen a una atención reflexiva  terca, intensa. Hasta que otro estímulo eclosiona y se impone, descartando los demás.  Siendo tantos y tan variados e interesantes dichos estímulos, la contemplación deviene incesante, aunque su objeto se desplace permanentemente y cada uno de tales exámenes resulte incompleto por fugaz.  Pero no me importa: soy hombre paciente; no tengo prisa por recopilar todos los datos empíricos para arribar a conclusiones.

     Sin embargo, que no se confunda esto con displicencia. No, no, sin duda tomo muy en serio mi investigación, buscando en todos los fenómenos observados un significado preciso.  Analizo cada uno como una manifestación trascendental que es preciso comprender y explicar (aunque ignore la razón de tal necesidad.)

     No se me oculta que esta metodología experimental conlleva inconvenientes, a causa de la celeridad -que algunos colegas consideran excesiva- con que se suceden las exploraciones. Admito que con frecuencia se solapan imágenes, resultando de ello una mezcla por completo aleatoria de relaciones causales. Así, puedo desarrollar sorprendentes hipótesis acerca del pájaro, originadas por el insecto. O viceversa. (Como lo más probable es que nada tenga en verdad un sentido, esta mínima confusión carece de importancia.  Además considero que así se enriquecen los resultados, dotándolos de un toque de singularidad que puede despertar el interés por las Ciencias en la gran masa ignara, siempre pendiente de lo novedoso.)

     Debo aclarar que, en caso de no haber ave o insecto alguno (o cualquier otra especie de animal vertebrado o invertebrado, incluyendo los mitológicos) yo me lo invento, y  ya se sabe lo árduo que puede ser buscar significados en cosas inventadas.  Aunque muchas veces son las más interesantes. (Y quizás sean, también, las únicas que pueden significar algo.) 

     Mi interés científico nunca se centra en el tronco.  Estoy trepado a él, de modo que carezco de la necesaria perspectiva.  No estoy dispuesto a apearme para estudiarlo correctamente; temo -¡torpe y viejo de mí!- no ser capaz de subir de nuevo. ¿Y qué sucedería si, al pisar el suelo, constatase que también el árbol es inventado?  Uno no puede trepar a un tronco imaginario.  ¿O sí?  (Querer es poder, dicen algunas gentes.)

     En ocasiones me he planteado que mi esfuerzo analítico es inconducente, ya que nunca llego a comprender nada en profundidad. Pero no me desanimo.  No soy hombre fácil de desanimar.  El reconocimiento de la propia ignorancia es inherente a la voluntad de aprender y estímulo sobrado para el esfuerzo.  (Que aprender no sea factible no invalida esta proposición.  Los intentos fútiles son precisamente los que exigen mayor esfuerzo.  Y finalmente:  que una cosa sea imposible es, tal vez, la única razón  para intentarla.)

     Por todo lo dicho, continúo en lo mío.  Por ahora.  ¿Dónde, si  no?


    

METAFISICA DE LAS SOMBRAS AUTONOMAS

                                                          A  Mario

Mírate, no me mires.

Rasgos en el espejo.  ¿Tuyos?  ¿De quién?  Ajenos.
Máscaras.  Rostros otros que rehusan mirarse;
semblante inexpugnable que no se reconoce.
Planos de movimiento
que una mano no propia describe inanimada.
Muecas. Huellas de estrago que tu rostro  -su  rostro.
¿Suyo?  ¿De quién?  De  nadie;  de ti sin ti-  revela,
siempre distinto y otro,  forastero.

Fatiga de los gestos que un "alguien" desdibuja
en huecas, desahuciadas habitaciones sucias.
Voz que a sí misma emplaza:
desconocidas, secas sonoridades.  ¿Cuántos?
Espejos conjugados. Nunca una sola imagen,
nunca una sola voz:   universos dispares
se unifican y escinden en frondas de reflejos.

Cada actitud reitera y anticipa actitudes.
Apariencias... ¿mentiras?
Fatiga de los gestos...
Redoblados rituales de penumbra, la vida
que nos vive, olvidada.
Soliloquios:  inicio de silencios.
Nos vamos hacia espacios suprimidos
que toda voz excluyen.

Cada actitud se copia;  la mano es siempre otra.
Tras el azul destello
del  iris  ¿cuántos laten en porfiados estratos?
Argucias del azogue:  los embozos avanzan;
mosaico de memorias separadas, perdidas,
se recompone, único;
ajeno ayer-mañana, ronda momentos tuyos.

Planos de movimiento.  Puño mío que escribe...
mirar ajeno y propio  se extravía
en la noche por lluvias corrompida.
Sombra de un cuerpo solo...
¿en qué otro muro blanco deslucido ignorado
duplica su misántropa silueta?

Rasgos en el espejo. Mírate, no me mires:
presencia multiforme murmura por tu boca.
¿Cuál su verdad impone?
¿Quién eres?  ¿Todos?  ¿Nadie?
Ejército de rostros se superpone, uno.

BURBUJAS

En la oquedad serena de la tarde
-lo más profundo y frío de un ocaso violeta
surcado por blancuzcas nubes raudas-
el viento trae y lleva, lleva y trae,
retazos de otras vidas,
burbujas coloreadas
-rutilantes quizás, quizás sombrías-
como danzantes pompas jabonosas.

Huye el día.  Se presienten ausencias.
Tal vez por ello, brizna que surca el aire al irse
cárdeno de la tarde, algo, eco de relegados sueños,
mitad recuerdo nuevo,
mitad añejo mito, pajarea
desplegando delgados alirones fugaces
en el azulnocturno firmamento
dócil, acrecentable, de mi reminiscencia.
Entonces, en el alma -eso que llaman alma-
germina taciturna
una huella indeleble menuda, pudorosa.

Y luego trasoñamos.
En un instante, mundos;  en otro instante, nada.

jueves, 15 de marzo de 2012

LA NOCHE QUE NO LLAMA

Morados, oro el aire que reíres no trae;
cristal en llamaradas de mi ventana ciega
-incendio que resbala-
ensangrienta los ásperos geranios.
Rumores de la calle:  mi balcón, la ventana...
colapso de penumbras.

Alas de mariposa la ligera
melancolía aleve.

Aliento leve y solo, el aire de la hora
en despeinar los álamos se empeña;  pensativos
árboles que se miran en el río;
río que canta quedo, de nubes pincelado.
Mi balcón, brisa suave, los geranios...
lasitudes, hastío.
Atmósfera cambiante, tenue plano tendido a la distancia
disolviéndose en púrpuras, morados, en pétalos luctuosos.

Los entreabiertos dedos ramifica la noche
que gira, gime, canta, deshabitada y breve,
pulimentando velos de niebla desvaída.
Discordes esperanzas:  silencio de la calle;
largo instante de pena fútil, desamparada.
Más allá de las cosas, el alma que vacila
busca lo que no sabe, quiere lo que no puede
y, ya en vano, fustiga los confines del sueño.
Lentamente su noche se despierta:
la noche que no llama,
que no espera, no trae.

miércoles, 14 de marzo de 2012

INSISTENCIA

     Amanece y el hombre despierta de estéril ensueño. En distancias de tácito cielo, una estrella resiste bajo el fuego de duras saetas solares. El hombre le dice: "¿Por qué te fatigas?  Tu lucha es inútil."  Pero sigue la estrella brillando:  no puede otra cosa.

     El hombre camina. En distancias de cielo rojizo, parece perdida la única nube, un letargo de púrpura débil y vientre combado.  El hombre le dice: "Holgazana, muy tarde venida al convite del viento, no vuelas, no mudas tu inválido hueco de vaho que lluvias ni sombra depara.  Tu tiempo ha pasado, olvida tu anhelo."  Pero sigue la nube flotando:  no sabe otra cosa.

     El hombre camina y camina por urbes desiertas, por campos vacíos, por sendas borradas, por rutas perdidas. La fatiga en sus huesos es víbora oscura; las manos gastadas, los ojos velados por largos afanes, por ansias perdidas. Camina, camina, camina, camina...  no puede otra cosa.

lunes, 12 de marzo de 2012

ET EGO IN ARCADIA

     En la segunda mitad del siglo XV, un aristocrático guerrero castellano que, además (¡vaya ocurrencia!), era poeta, escribió: "...como a nuestro parescer, cualquiera tiempo pasado fue mejor."  En la segunda mitad del XX, el autor de estas líneas hizo de tales palabras la brújula que habría de guiarlo en su particular búsqueda del tiempo perdido, es decir la infancia: Arcadia, Paraiso. SU Paraiso.
     ¿Paraiso? ¡Con qué facilidad nos mentimos! Ante un presente emborronado por circunstanciales -aunque obstinados- nubarrones (que quizás estén solamente en nuestros ojos), volvemos la vista atrás (¡ahhh, las remotas, tersas, dulces, suaves, espléndidas, maravillosas, etc. etc. horas pasadas! ¡Ahhhhhhhh!)  persiguiendo las luces extinguidas. Y esos distantes parpadeos supuestamente rutilantes nos parecen más cálidos, seguros y felices que cualquier otra cosa presente o futura. Lógico: los vemos como deseamos verlos. Todo es cuestión del punto de vista.

     En los intrincados meandros de la recordación, allí donde las flores del olvido ejercen su piadosa misión aliviadora, se despliegan también  generosos racimos de invención, coloreados de realidad ansiada. El pasado verdadero circula por los alambiques de la fantasía, destilando un híbrido de mayor cuerpo y mejor regusto y aroma, con una graduación alcohólica más adecuada para producir esa dulce embriaguez de la nostalgia por algo que jamás existió, que es la más sublime de las nostalgias.
     Gracias a esta capacidad para idealizar retrospectivamente, la rememoración resulta arma eficaz contra la perenne acechanza de las frustraciones, lluvia ácida del alma que conoce indigencias y se duele. Donde había desvanecidas medias tintas, instauramos un lujurioso blanco de plata con reverberaciones irisadas. Como un prestidigitador extrae conejos de su chistera, hacemos brotar del vacío un simulacro de dicha, y el falso consuelo que nos aporta -no somos codiciosos- es mejor que nada.

     El hombre, que para no sentirse desamparado creó dioses a su imagen y semejanza -idealizando también mucho- reinventa constantemente su mundo interior, dominio único, vedado muchas veces a los otros, paraiso e infierno. Porque todo porta en sí su indiviso contrario.

jueves, 8 de marzo de 2012

UNA ESCENOGRAFIA TEXTIL

     Escenografía para "Acreedores", de August Strindberg. Elenco del Club de Teatro de Casa del Uruguay en Barcelona, 1982. Escenario y dirección:  Mario España Corrado.
     La idea rectora para esta puesta no naturalista fue crear un espacio pequeño y cerrado, casi claustrofóbico;  una trampa en la que se desarrolla el drama de los tres personajes en crisis, empujados por sus pasiones y neurosis.
     Era necesario un alto grado de transparencia, que tamizara pero no impidiera la visión a los espectadores. En consecuencia se optó básicamente  por tules y redes de pescador, complementadas con hilaturas de algodón  de distintos grosores, todo en  tonos de gris y negro. El color está dado por la luz. 
     Los elementos interiores se reducen a formas geométricas de color negro. En las fotos anteriores, dos escenas de esta obra, durante el ensayo general.  Actores: Alberto Laurito, Katusha Sánchez y Mario España.


lunes, 5 de marzo de 2012

ACERCA DE LA ESCULTURA TEXTIL

Tercera  parte.


     Una vez aclarado el tema de materiales y procedimientos técnicos, concluyo con algunos ejemplos de mi propia obra.
   Mis primeros intentos de espacialidad datan de 1971, tratándose de formas irregulares de tejido muy grueso, en técnica mixta con predominancia de fibras vegetales. Formas no autoportantes que luego se modulan y sujetan mediante cables. En la foto superior, "Objeto espacial I". Es típico de ese momento de mi obra el uso de cuerdas agregadas, así como los agujeros o tajos efectuados en la trama.
     En la foto siguiente, "Objeto espacial II". Aquí aumenta la irregularidad de la forma, cuyos dos "vértices" están unidos a una barra que pende por su centro, de modo que el objeto se transforma en móvil, variando enteramente su conformación y posición con sólo tocarlo.
     Como tercer ejemplo incluyo "Maternidad", 1975. El tipo de tejido y sus materiales -sisal, yute, lino, algodón- siguen las pautas señaladas en los casos anteriores. La forma en Y se obtuvo sin agregado alguno, mediante una doble urdimbre, separada posteriormente en sus dos  partes.
     Nunca consideré estas obras exactamente como esculturas pues, más que volúmenes, me parecieron planos modulados en el espacio. En esos últimos años de mi permanencia en Uruguay -1975/76- trabajé en algunas de las "técnicas no tejidas" mencionadas en el comentario anterior. Concretamente en "relleno" (rembourrage) y "envolvente" (wraping) pero no se conservan fotos de esas experiencias.
     En el período 1983-1998 y esporádicamente, retomé la trenza de esparto cosida, siempre sobre la base de derivaciones de círculo, elipse y cilindro, pero procurando un mayor desarrollo espacial. En la foto anterior, "Forma I".
      En esa primera etapa, pese a la utilización de aberturas, la forma total tendía a ser cerrada, con escasa presencia de la superficie interior.  


     El paso siguiente fue, pues, abrir la forma fragmentándola, apartándola de una excesiva adecuación al cilindro, y exponiendo el interior a la luz. Foto anterior: Forma III.
   
     Al mismo tiempo, aumentó la preocupación por los esquemas rítmicos totales -la sucesión de figuras elípticas repetidas en el esquema visual total- que llevaron a una mayor utilización de aberturas tipo "tajo" que habían sido característica de las obras tejidas. Foto anterior: "Forma V".    
     El último ejemplo pertenece a "Ritmos", de 1997, donde estas características están más acentuadas. A comienzos del nuevo siglo todas estas pautas condujeron a la realización de un objeto escultórico de mayor tamaño y complejidad, del que no existe registro fotográfico. Y posteriormente, el "progreso" decretó que la trenza de esparto desapareciese del mercado, tal como ya se dijo.
     Espero haber logrado brindar una idea general de estos temas, fácilmente comprensible.