lunes, 18 de julio de 2011

DEL ESCRITOR Y LA ESCRITURA - Algunas ideas acerca de las relaciones entre las artes.

     Del mismo modo que, en música, los sonidos nacen del silencio y se confrontan con él, las formas, colores y texturas confrontan el vacío, del cual nacen separándose por contraste. Percibimos las formas -o "figuras"- a causa de las relaciones entre ellas y ese entorno neutro, vacío, que llamamos "fondo". Formas, color, texturas -al igual que notas, palabras, espacio, signos, gestos- son expresivos en sí mismos, hablan su propio lenguaje.
     Una auténtica obra de creación con finalidad expresiva -cuadro, escultura, sinfonía, danza, poema- es un tipo de transformación simbólica de la experiencia con la que su autor, a través de determinada técnica, estilo, género, manifiesta su visión del mundo externo, y sus vivencias interiores. Para la apreciación de tales obras a nivel de expresión, es útil pero no imprescindible conocer aquel lenguaje, "entender". Lo realmente importante es abrir por completo nuestros sentidos y conciencia a eso que vemos -u oímos o leemos- y sentir, buscando en nosotros una resonancia -intelectual, emocional o sensible- a lo percibido.
     Pintura, música, literatura, cerámica... pese a las diferencias entre las varias manifestaciones artesanales y artísticas, existen elementos comunes que nos permiten trazar paralelismos entre ellas. "El arte no se sitúa fuera de la vida." -dice W. Kandinsky (1866-1944) nombre fundamental en el desarrollo de la pintura contemporánea. Y agrega:  "Su ley fundamental es el ritmo, como en la Naturaleza." Este creador teoriza acerca de ciertas equiparaciones entre forma y color, y busca semejanzas o trasposiciones formales entre las diversas artes. Por ejemplo, a propósito de la danza, señala la conjunción de gestos redondeados -derivados del círculo- y angulares, puntiagudos -del triángulo-, paralelismo que traslada incluso a la escritura: letra "i" como movimiento quebrado, breve, frente a "u" redondeada. Asimismo menciona la relación establecida en música entre sonoridad (basada en el timbre, característica del sonido propio de cada instrumento) y "color", efecto producido por los grupos instrumentales y su interacción en el todo orquestal, según determinadas correspondencias entre impresiones acústicas y visuales.

     Centrémonos ahora en las dos manifestaciones artísticas presentes en este blog: escritura y artes plásticas. Hemos mencionado la base rítmica común. ¿Qué podríamos decir acerca de elementos plásticos, como color y claroscuro, en su uso literario?
     El poeta francés Arthur Rimbaud (1854-1891) propuso, antes que Kandinsky, su personal concepción de correspondencias sonido-matiz en su famoso soneto "Vocales": A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul. Visión subjetiva, sin duda, como también lo es aquella que establece, en la apreciación cromática, valores simbólicos: la verde esperanza, el negro infortunio. Más basada en la experiencia, la instituida mediante asociaciones de ideas: rojo-sangre-ira, o azul-cielo-agua. Así, Antonio Machado puede escribir "En el azul fulguraba / un lucero diamantino" y el nombre del color basta para aludir al "cielo" omitido. O decir "La blanca juventud", haciendo una equiparación ya no tan obvia pero igualmente entendible.
     Sin embargo, no todas las trasposiciones son tan simples y claras. "La lejanía / es de limón y violeta" (Machado) implica un mayor grado de subjetividad, al plantear una visión totalmente personal. Porque en su obra el creador proyecta, he dicho, sus propios estados interiores, sus sentimientos, traduciendo a un determinado lenguaje -en este caso, el poético- su mundo anímico, espiritual, cambiante de acuerdo a las circunstancias. De este modo, un mismo elemento externo -en el caso que propondré, el color amarillo, puede dar lugar a interpretaciones totalmente distintas. Veámoslo.
     El primer ejemplo pertenece también a Machado ("Canciones a Guiomar"): "No sabía / si era un limón amarillo / lo que tu mano tenía, / o el hilo de un claro día, / Guiomar, en dorado ovillo." Aquí, el cálido matiz amarillo, que es el más próximo a la luz y por ello suele relacionarse con sentimientos de alegría y gozo, es usado con esa función, en una estrofa de tono brillante; "luminosa" diría en referencia al claroscuro.
     El segundo caso ("Campo") muestra otro carácter. "La tarde está muriendo / como un hogar humilde que se apaga. / Allá, sobre los montes, / quedan algunas brasas. / Y ese árbol roto en el camino blanco / hace llorar de lástima. / ¡Dos ramas en el tronco herido, y una / hoja marchita y negra en cada rama! / ¿Lloras? ... Entre los álamos de oro, / lejos, la sombra del amor te aguarda."  Se insinúa el rojo -brasas-, otro color cálido, fuerte, pero "apagándose." El amarillo aún es "oro" pero se vincula inmediatamente a lejanía y sombra y se desvirtúa -como el blanco del camino contrapuesto a la opacidad y el destrozo del árbol- en una atmósfera penumbrosa, mortecina, de indudable tristeza que la doble mención al llanto refuerza. El gris, sugerido sin nombrarlo, predomina.
     Como último ejemplo tomaré los versos finales del primer poema de "El rayo que no cesa", de Miguel Hernández. "Sigue, pues, sigue, cuchillo / volando, hiriendo. Algún día / se pondrá el tiempo amarillo / sobre mi fotografía." Poco queda de luz dorada y nada de alegría, en este matiz envejecido y opaco; es el signo de un irrevocable deterioro, que identifica el futuro del hombre retratado con el marchito, gastado material del retrato. Es la señal del paso del tiempo con su inevitable significado de declive y ruina. La oscuridad de la muerte está presente en el verso.
     No tenemos entonces un único amarillo sino tres, diferenciados en tono e intensidad, porque el color que nos presenta el hecho literario es imaginado, no visto. El matiz presente en un cuadro posee corporeidad, es concreto, se nos impone con una individualidad total e ineludible. Es él mismo y nada más. Un matiz mencionado en un poema será abstracto, confiado a la subjetividad, ofreciendo múltiples interpretaciones posibles en relación al contexto. La literatura puede describir un paisaje, una escena, todo lo detalladamente que quiera; el efecto será siempre aproximado, dependiendo de la fantasía del lector y de sus estados emocionales en el momento de la lectura. La pintura muestra (aunque dejando un gran margen de interpretación de lo mostrado); el hecho literario evoca, sugiere solamente, y en esta inconcreción radica parte de su misterio. En ambos casos, el tema -la parte anecdótica de lo mostrado o sugerido- no es lo importante.
     Volveré sobre estos temas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario