jueves, 23 de junio de 2011

EL FLAMENCO

   Llevo mucho tiempo trabajando sobre mí mismo para ser un flamenco. (Phoenicopterus roseus... ya desde el nombre, todo en él es un compendio de dignidad, elegancia, belleza.) Ninguna aspiración puede ser más elevada y noble que esta, a la que me consagro con total determinación y firmeza.
   El esfuerzo requerido es ciertamente enorme. Necesité meses para alcanzar y perfeccionar una correcta Postura Erguida con Pata Flexionada. La pierna -aún no me acostumbro a llamarla "pata"- comenzaba a doler al cabo de pocos minutos, y acababa cediendo. Hubiese podido comenzar la práctica apoyando en algo la rodilla, pero me pareció improcedente.  Las cosas hechas a  medias nunca salen  bien, y  por fortuna yo no soy de esos blandengues que flaquean ante las dificultades. Querer es poder. Y pude.
   Habituarme al régimen de pescado crudo -¡detesto los crustáceos!- resultó más dificultoso. ¡Semanas para aprender a zampar de un bocado sin que me molestara el roce de las escamas en mi garganta! No puedo decir que digiera bien, pero ya se acostumbrará el estómago.
   Lo cierto es que hoy consideré cumplida esta primera fase del cambio, y decidí realizar un ensayo, aunque parcial, de la nueva vida que estoy construyendo. Me fui al Centro y busqué una parada de autobús suficientemente concurrida. Algo apartado pero en  lugar bien visible -el experimento incluía un desinteresado componente didáctico-  flexioné  la  pier... ¡pata! y me erguí ostensiblemente. (Ah, todo -expresión, estilo, porte- todo fue cumplido de modo irreprochable, en un único movimiento ascensional, como... como un florecimiento. Por supuesto, tal perfección sólo podía ser apreciada en su justo valor por mis pares. Lástima que no era el caso.)
   Al principio me miraron con sorna; luego, totalmente desconcertados. Los seres humanos son muy peculiares. Desean llamar la atención, pero pocos se atreven a ser personales, auténticos. La mayoría -personas dejadas, opacas, neutras; mentes aplanadas por la TV- siente una compulsiva necesidad de integrarse imitando a los demás, copiando vestimentas, actitudes, conductas, sin cuestionar nada ni cuestionarse. De modo que instantes después, una adolescente intentó imitarme, creyendo sin duda que mi gesto era la última moda, lo más "megaguay" de lo "fashion". Después, una cincuentona de apabullante busto, pintada como una puerta, con su imponente trasero embutido trabajosamente en unos pantalones turquesa. Y el infaltable mini-ejecutivo de traje y corbata, con su maletín. ¡Hasta una monja! Vino un autobús y sólo yo monté en él, dejando a los otros trastabillando y chocando entre ellos bajo la marquesina de la parada, hundidos en el bochorno total.
   Sonado triunfo. ¡Tanto esfuerzo comenzaba a rendir frutos! Ya estaba listo para preparar la experiencia del vuelo.


2 comentarios:

  1. Bravo!!!!!... un bravo fuerte como solo lo grite a la Enana!!!! de lo mejor que has escrito!!!! experimentacion practica delsentido gregario!!!!!!!!!!!!

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