martes, 14 de febrero de 2012

DEL ESCRITOR Y LA ESCRITURA - Borges y el Tiempo (Segunda parte)

Tras el anterior análisis de las tesis borgeanas relativas al tiempo, entresacadas de sus ensayos del período 1928-52, veremos ahora, aunque de modo fragmentario, de qué manera las mismas toman forma poética en su obra posterior. Para mayor claridad expositiva, dividiremos el comentario en subtemas aunque, como se verá por los versos que citaremos, esa obra es tan homogénea y plural que todas estas ideas se entrelazan, omnipresentes e inseparables.



I - Tiempo y Laberinto


De: El hacedor (1960): Elvira de Alvear

el goce de perderse en el errante

río del tiempo (río y laberinto)


Esta relación tiempo-laberinto aparecía ya en Nueva refutación...: el absoluto tiempo uniforme, como "un laberinto infatigable, un caos, un sueño."


Igualmente en A una moneda (El otro, el mismo):

...envidia

de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberinto

y que no lo sabes.


De: Elogio de la sombra (1969): A cierta sombr

Que por sus laberintos de tiempo

erren sin fin los que odian.



II - Heráclito y el río



Oda compuesta en 1960 (ibid)

...que yo, la gota, hable contigo, el río,

que yo, el instante, hable contigo, el tiempo.


Aquí va directamente al "somos el minucioso presente" señalado en la primera parte, estableciendo una nueva relación, gota-río, que parece derivada del budismo -el argentino cita en varias ocasiones estas creencias- y su identificación del Ser como ola del océano sin orillas. En el mismo poema dirá: "este sueño, mi destino". Y por si la reminiscencia calderoniana no fuese de por sí evidente, veamos otro poema del mismo libro: Arte poética.


Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño

que sueña no soñar...

finalizando:

También es como el río interminable

que pasa y queda y es cristal de un mismo

Heráclito inconstante, que es el mismo

y es otro, como el río interminable.


En El otro, el mismo, 1964, hay otros ejemplos en la misma línea (A quien está leyéndome, A un poeta menor de la antología...) a los que dirijo al lector, pues sería abusivo citar.



Terminaremos este apartado con la mención a Elogio de la sombra (1969): Heráclito (fragmento):

¿Qué trama es ésta

del será, del es y del fue?

¿Qué río es éste

por el cual corre el Ganges?

para finalizar:

El río me arrebata y soy ese río.

De una materia deleznable fui hecho, de misterioso tiempo.

Acaso el manantial está en mí.

Acaso de mi sombra

Surgen, fatales e ilusorios, los días.


Y, en el mismo libro: James Joyce:

En un día del hombre están los días

del tiempo

donde sugiere las nociones, antes vistas, de simultaneidad y presente sólo.




III - Somos tiempo y sueño


El verso "de una materia deleznable fui hecho" que hemos citado, y los pareados finales de El ápice transcriptos en mi comentario "Borges, los laberintos y yo", nos introducen de lleno en este concepto capital, al que también hace referencia en el prólogo a El otro, el mismo agregado a la edición de las Obras Completas, donde, hablando de sus hábitos, dice: "...la contradicción del tiempo que pasa y de la identidad que perdura, mi estupor de que el tiempo, nuestra substancia, pueda ser compartido."


Del mismo libro, estos fragmentos de El Tango:

...hecho de polvo y tiempo, el hombre dura

Menos que la liviana melodía,

Que sólo es tiempo.


De: El Hacedor (1960), Ajedrez II:

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonías?


De: Elogio de la sombra (1969): Rubaiyat:

Torne en mi voz la métrica del persa

a recordar que el tiempo es la diversa

trama de sueños ávidos que somos

y que el secreto Soñador dispersa.


Torne a afirmar que el fuego es la ceniza,

la carne el polvo, el río la huidiza

imagen de tu vida y de mi vida

que lentamente se nos va de prisa.






Para finalizar:

Hoy es ayer. Eres los otros

cuyo rostro es el polvo. Eres los muertos.




IV - Solamente presente




De: El otro, el mismo (1964): El instante:

¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño

de espadas que los tártaros soñaron,

dónde los fuertes muros que allanaron,

dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?

El presente está solo. La memoria

erige el tiempo. Sucesión y engaño

es la rutina del reloj. El año

no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo

de agonías, de luces, de cuidados;

el rostro que se mira en los gastados

espejos de la noche no es el mismo.

El hoy fugaz es tenue y es eterno;

otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.


De: El oro de los tigres (1972): El pasado:

No hay otro tiempo que el ahora, este ápice

del ya será y del fue, de aquel instante

en que la gota cae en la clepsidra.

ilusorio ayer es un recinto

de figuras inmóviles El de cera

o de reminiscencias literarias

que el tiempo irá perdiendo en sus espejos.


Curiosamente, habiendo establecido la eternidad del ahora, Borges se permite un retroceso en A una espada en York Minster, perteneciente a El otro, el mismo:

... Soy un instante

y el instante ceniza, no diamante

y sólo lo pasado es verdadero.


Aunque en el mismo libro, pocas páginas más adelante, rechazará tal "ceniza" en 1964, II:

...un instante cualquiera es más profundo

y diverso que el mar.

Volverá al pasado y la simultaneidad en Llueve, de El oro de los tigres:

¿En qué ayer, en que patios de Cartago

cae también esta lluvia?

para, en El amenazado, ensayar, a sus setenta y tres años, una aproximación diferente a ese obsesivo tiempo:

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Y luego:

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.


Este conjunto de referencias podría ser ampliado; pero proseguirlo sólo agregaría detalles abundando sobre lo mismo.

He procurado en lo posible que las citas, casi nunca completas, se limitasen a guiar al hipotético lector hacia las ideas reseñadas en la primera parte, con un mínimo de comentarios personales. Si estas páginas impulsan a dicho lector hacia los textos originales, o a buscar por sí mismo nuevas referencias o a bucear en la obra tras otros de los varios símbolos borgeanos recurrentes (bibliotecas, espejos, espadas...) habrán cumplido eficazmente su cometido.




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