jueves, 5 de abril de 2012

LA VIDA

               What might have been and what has been
               Point to one end, which is always present.

               Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
               apuntan a un solo fin, siempre presente.
                                             T. S. Eliot: "Burnt Norton"

     Toda  vida es una historia en potencia.  Toda historia se asemeja a un sueño.  Pero ¿podemos tener la certeza de que algo verdaderamente sucede?  Nada parece tan real como el engaño de nuestros sueños: por alerta que uno esté, el trompe-l'oeil siempre resulta creíble.  Eso afirma Descartes con su "duda metódica":  no podemos fiarnos de nuestros sentidos, pues aquello que nos engaña una vez, puede engañarnos siempre.
     Claro que si entramos en la filosofía hay que tener cuidado de no liarse. Aristóteles dice que sin experimentación no hay verdad; y yo apoyo eso pues me gusta probarlo todo.  Luego aparece Kant: "...todos los objetos de nuestra experiencia posible, no [son] más que fenómenos, esto es, meras representaciones" que "no tienen existencia propia e independiente aparte de nuestro pensamiento." (Crítica de la razón pura) Y eso me gusta aún más:  espacio y tiempo como características que la mente impone al sujeto cognoscente -que soy yo- en tanto consecuencia de su actividad.  Estupendo: la mente impera.
     El problema es que antes estuve de acuerdo con la duda cartesiana y debo ser consecuente, de modo que me veo obligado a decir:  ya, bueno, pues... será así... o no.  Para colmos, ahí están Bergson, Bertrand Russell, Ortega y Gasset, los realistas, materialistas, positivistas... y todos hablan, argumentan...  No, no, basta:  "Human kind / Cannot bear very much reality."  Esto  es:  el género humano no puede soportar mucha realidad.  Eso también lo dijo Eliot, que era sujeto cognoscente igual que yo.  Es lo que tenemos en común (algo es algo). A fin de cuentas, a mí tampoco me queda mucho idealismo.
     Será  mejor dejar de  lado la filosofía.  O quedarse simplemente con aquello de la "mera representación" -representación, interpretación, escena, fábula- y volver atrás, al trompe-l'oeil.  No basta con estar atento, no, pues no podemos aprehenderlo todo.  Cada instante es un Aleph de instantes, abriendo múltiples vías factibles al poder ser;  incontables universos viables, superpuestos, coexistentes.  Tiempo.  Momentos.  Cada uno es una burbuja iridiscente que destella, cálida pero cerrada.  Veloces reflejos tornasolados circulan de una en otra, rebotando; se producen colisiones mínimas, zigzagueo de direcciones dispares, roces, estallidos...  Pero los mullidos interiores sedosos, el hueco puro donde cada cosa madura y es o se malogra, permanece hermético.
     Burbujas.  ¿No hay nada que las cohesione, las amalgame?  ¿Existe en verdad un devenir, un decurso ordenado, en esa danza alocada de diminutas esferas brillantes?  ¿O todo es sincrónico, aleatorio... un espejismo?  Así  pues... ¿existe realmente eso que llamé "una  historia" -la mía, la tuya, la de alguien?
     Que esa turbulencia, maremagnum inabordable, parezca una serie de acontecimientos enlazados de modo lineal, a través de un espacio y un tiempo, no implica que en efecto sea así.
     Reflejos.  Líneas huidizas, precipitándose unas sobre otras para separarse de inmediato.  Nebulosas multicolores.  Sujetos cognoscentes con apetencia de plenitud, tendemos las manos hacia ese resplandor inestable.  Apresando por un segundo retazos de su luz, construimos con ellos un mínimo diseño móvil -apenas trazos esbozados- y, satisfechos, llamamos a eso "la vida".

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