Primera  parte  
La poesía de Rilke es una reflexión filosófica, una indagación  en torno al problema de la existencia.  En la primera de las cartas a Franz X. Kappus (Cartas a un joven poeta, 1903) el Rilke de 28 años establece ya un precepto  que aplicará en su propio vivir: volver hacia  uno mismo, y en ese descenso al mundo propio clarificar la profunda necesidad interior que vertebra nuestra vida. Luego “construya  su vida según esta necesidad; su vida tiene que ser, hasta en su hora más insignificante, un signo y testimonio de este impulso.”
Construcción, pues, pero también extremo rigor. El pensamiento y la voluntad deben ser aplicados a la vida, como dirección de todo el ser,  por duras que sean las consecuencias. “Pues el creador tiene que ser un mundo para sí, y hallar todo en sí y en la naturaleza, a la que se ha incorporado.”  Más adelante dirá, en uno de  sus Cantos de 1914:   “Yo velo por mí, y en mí está la casa  /  yo me protejo y en mí está la protección.”  El universo interior es todo el universo, y su evolución  se perturbaría “si mira a lo exterior o si de lo exterior espera respuestas … que sólo su íntimo sentimiento, en la hora más propicia, acaso pueda responder.”
En ese proceso de  autoconstrucción de la vida, se produce un ahondamiento en la soledad y la dificultad. “…porque en el fondo, y  justamente en las cosas más profundas  y más  importan-tes, estamos indeciblemente solos”  (Ibid, Carta II)  “Somos solitarios. Uno puede acerca de esto ilusionarse y hacer como si no fuese así. Eso es todo.” (Carta VIII)  Pero tal  soledad es  vivida como germen creativo. “Estar solo es bueno porque la soledad es difícil. Que algo sea difícil, debe sernos un motivo más para hacerlo.” (Carta VII) Porque “es lo arduo lo que nos fue encomendado.” “trate de amar los problemas mismos como a cerrados aposentos” “No busque ahora respuestas; no le pueden ser dadas porque no podría vivirlas. Y de eso se trata: vivirlo todo. Viva usted ahora los problemas. Viviéndolos, tal vez en un lejano día, insensiblemente, penetre en la respuesta.” (Carta IV)  Y de ahí a: “También es bueno amar, porque el amor es difícil.  Tener  amor un  ser humano  por otro:  esto es quizá lo más  difícil,  lo  supremo,  el  trabajo ante el  cual todos  los otros trabajos no  son más que  preparación” “ …el  amor que consiste en que dos soledades  mutuamente se protejan, se limiten  y se reverencien.”  (Carta VII)  Quienes  realicen “lo  difícil” -dirá Rilke años después-  obtendrán el beneficio del  “viraje” (umschlag) un cambio brusco en el que la dificultad (schwer, que  en alemán, es al mismo tiempo “difícil”  y “pesado”) deja de ser pesada; así, la tristeza causada por la soledad se transforma en la alegría que proporciona la obra realizada en soledad. Volveremos a este concepto al hablar de los Requiem de 1908/09.
El único valor que se nos exige en nuestra tarea de autoconstrucción es ser animosos ante lo más extraño e inexplicable que pueda sucedernos.  “Dios habla a cada cual sólo al crearlo: // deja que todo te acontezca: // lo bello y lo terrible.” (Libro de Horas) Si nos atenemos a lo difícil,  “aquello que todavía nos parece lo más extraño nos resultará lo más familiar y fiel.” Y recordando los viejos cuentos de dragones que se transforman en princesas: “Todos los dragones de nuestra vida tal vez sean princesas que sólo esperan vernos un día hermosos y atrevidos.” (Carta VIII)  Porque el destino, agregará, nace de nosotros, lo forjamos,  no nos llega desde fuera.
Un trabajo de modelaje-construcción similar al que ejecuta con su vida, lo realiza Rilke con su arte, especialmente a partir de los Nuevos Poemas (1903-08) En una carta a su esposa  dirá,  a propósito de estos  libros que son “trabajo, el  paso de la inspiración que viene totalmente sola, a lo que uno llama y retiene.” Ha aprendido, de su contacto con Auguste Rodin, la necesidad de dominar su oficio con “la paciencia de un artesano”, cosa que realiza ampliando su dominio del idioma mediante diccionarios. El objeto de arte  debe ser “sustraído al menor azar, a la menor incertidumbre” y es “la silenciosa y creciente realización del deseo de ser” (de una carta a Lou Andreas-Salomé) así como “una transformación integral del mundo”:  borrarse en la obra, pues en ella está contenido ese mundo.   Los Nuevos Poemas son, también, esfuerzo de objetivación, aunque siempre atento a las relaciones entre interior y exterior, corazón y mundo: la no distinción entre ambos;  relación en la que aparece lo que llamará “espacio interior del mundo” (Weltinnenraum) la línea de separación que es a la vez mundo interiorizado y yo exteriorizado. En uno de los Cinco Cantos de 1914, dirá: “a través de todas las criaturas va  un espacio único: espacio interior del mundo” En él se neutralizan los límites  entre interior y exterior haciendo de ambos un lugar interior único que luego llamará lo Abierto.  Es el espacio común a muertos (lo invisible)  y vivos (lo visible); espacio propio de los ángeles, intermediarios entre unos  y  otros;   ángeles  cuya esencia “es el  flujo que  pasa  a través de  los dos  reinos.”
 
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