miércoles, 21 de enero de 2015

EL CAPITALISMO EN EL SIGLO XX

Un  capitalismo  a  la  medida del  nuevo  Imperio

Introducción


Eric Hobsbawm señalaba como “uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX” la pérdida de la memoria histórica, es decir la destrucción de los mecanismos  que vinculan la experiencia de los sujetos con aquella de las generaciones que lo han precedido.  El presente personal y social parece ahora derivarse de una especie de desarrollo aleatorio, que no guarda ninguna relación causal con situaciones o sucesos anteriores; desmemoria que conviene sobremanera al sistema para ver aceptadas acríticamente sus falsedades, es decir para “vencer convenciendo”, si se me permite parafrasear por la contraria las palabras de Unamuno.

Sin embargo, la profunda crisis económica, social y moral del presente –el derrumbe de viejas creencias, principios y escalas de valores, e incluso de las propias pautas rectoras de las interrelaciones humanas- deriva de modo lógico de las décadas iniciales del siglo XX, período en que los seres humanos se mataron entre sí en un  número más elevado que en cualquier otro período histórico.

Dos acontecimientos simultáneos de 1917 determinarán el desarrollo del capitalismo: el ingreso de USA en la Gran Guerra –en abril- y la Revolución Rusa, febrero-octubre.

Participar en la guerra europea es una complicada decisión del gobierno de Woodrow Wilson, en la que consideraciones económicas y de posibilidad de expansión  tienen crucial importancia. Ocasionará la primera operación gubernamental sistemática de manipulación fraudulenta de la opinión pública, y la fusión estratégica del cuarto poder, los media, con el capital. (En este fraude tuvo papel importante Walter Lippman, intelectual de gran influencia y asesor del Presidente, de quien volveremos a hablar.)   Pero su mayor consecuencia  fue el inicio de un movimiento bascular de hundimiento del Reino Unido como potencia imperial y el ascenso  paralelo de la supremacía de EEUU. Tal relevo de sujeto hegemónico mundial, consolidado tras la II Guerra, implicará cambios en la evolución del sistema.

Peculiaridades ideológicas del nuevo imperio apoyan su agresividad natural: un mesianismo de “pueblo elegido”, la Doctrina del Destino Manifiesto, declarada en un artículo periodístico de 1845: “nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el de un árbol de obtener aire y tierra necesarios para el crecimiento que tiene como destino.” Tal idea fue ampliamente aceptada por la ciudadanía y utilizada para legitimar las atrocidades cometidas contra la población indígena y el expolio de sus territorios o de los arrebatados a México durante la guerra de 1846-48, entre otros. Curiosamente, el mismo “derecho” será reclamado más tarde por Hitler: “los alemanes tienen el derecho moral de adquirir territorios ajenos con los que atender al crecimiento de la población.”,   Es la Teoría del Espacio Vital (Lebensraum) que llevará a la incorporación  de Austria al III Reich en marzo del 38 y las posteriores invasiones de Checoeslovaquia y Polonia que precipitarán la  segunda guerra.

 La Revolución Rusa  producirá una larga serie de efectos: participación directa de los Aliados en la guerra civil, anticomunismo visceral  -Miedo Rojo, macartismo- y las tensiones y riesgos de la Guerra Fría.  Hacia el fin de la Gran Guerra parece inminente un estallido social generalizado. Recién se han acallado los fragores de la Revolución Mexicana (1910-17) o de la Xinhai en China (1911-12) que también ha depuesto a un emperador.  El profundo temor despertado se incrementa con la breve Revolución Alemana de noviembre 1918 y su efímero corolario de República Soviética de Baviera (6 de abril a 3 de mayo 1919). Nada sucede, pero el fantasma del “peligro rojo” continuará siendo funcional al sistema para desarticular cualquier disidencia.

Como dijimos, el  Imperio Británico debilitado, sumido en deudas comienza su eclipse. EEUU en cambio experimentará las ventajas de su posición de acreedor y principal exportador. Superadas las dificultades iniciales de volver a una economía de paz crece vertiginosamente, apoyado también en  innovaciones técnicas que reducen costes y aumentan producción y beneficios, como las cadenas de montaje de Ford. Otra novedad –introducción de la venta a plazos- lleva a un consumismo con doble efecto: acelera el desarrollo aunque al precio de  endeudar a la población. Lo mismo sucederá en los 50 con la introducción de las tarjetas de crédito tales como las conocemos hoy. El Sistema comenzará a aplicar una variante moderna de la esclavitud por deudas.

Esos años de prosperidad y optimismo, los felices o locos años 20 ocultan bajo su brillo  las sombras de la Ley Volstead de 1919 o Ley Seca que implementaba la prohibición del alcohol: contrabando, corrupción, gangsterismo, violencia. Al mismo tiempo, se estaba generando la burbuja especulativa bursátil que  revienta entre el jueves 24 de octubre de 1929 y el martes siguiente, seguida del crack bancario: es la Gran Depresión, que se extenderá a todo el mundo a causa del papel central de EEUU.

 El capitalismo estuvo al borde de un colapso terminal. Se intentó evitarlo por dos vías muy diferentes. Roosevelt con el Nuevo Trato:  intervención estatal  proteccionista para incrementar la demanda y con ella el crecimiento económico. Hitler, y su Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores,  desplegando una ideología totalitaria que imponía el rol absoluto del estado encarnado en el líder o guía (Führer). Este exaltado nacionalismo étnico, encarnado en la consigna “Un pueblo. Un imperio. Un líder” debía conducir a la conquista de los pueblos no arios, considerados inferiores. Trotsky  analizará el fascismo como expresión de la crisis estructural del capitalismo maduro y su imposibilidad de proseguir una acumulación “natural” de capital; por lo tanto, como una verificación más de las leyes que rigen este modo de producción.

Para la élite industrial y financiera, el New Deal constituyó un hueso duro de roer. Intervención estatal en la economía, libertad de sindicación para los trabajadores, control bancario para evitar especulaciones… Demasiado. Sobre todo porque al mismo tiempo  Hitler estaba logrando erradicar paro e inflación y relanzar la economía,  con la ventaja de prohibir sindicatos y huelgas, ser radicalmente anticomunista, controlar por completo  la sociedad y hasta convencerla con sus proclamas. El fascismo se presentaba, pues, como un eficaz sistema de equilibrio social, alejado de ideas izquierdistas o protección  al trabajo, aunque procurara salarios adecuados.

Mucha gente desconoce u olvida que el Estado del Bienestar producto del predominio keynesiano, los 30 años dorados de la segunda postguerra, es una anomalía en la historia del capitalismo. No existió antes ninguna clase de pacto entre el capital y la clase trabajadora. Tal singularidad sólo fue admitida y tolerada por aquel, a causa de la amenazante existencia de la URSS como sistema alternativo. Era el mal menor necesario para evitar un estallido social de imprevisibles consecuencias. Sin embargo, al principio de su adopción produjo grandes resistencias en el empresariado.
 
La presunta trama golpista de Wall Street (Business Plot)
En noviembre 1934, un general de marines muy condecorado, Smedley Butler, denunció ante el Comité Especial de Actividades Antiestadounidenses un complot encabezado por un poderoso grupo, la Liga Norteamericana por la Libertad,  para lograr la caída del gobierno Roosevelt mediante una marcha sobre Washington. El dinero necesario se canalizaría a través de una corporación bancaria dirigida por el senador Prescott Bush, padre y abuelo de Presidentes.  Resultaba creíble; las conexiones del III Reich con altos directivos de Chevrolet, General Motors, Ford o IBM eran conocidas. Pero la falta de pruebas y la formidable campaña mediática para desacreditar a Butler y burlarse de sus declaraciones, llevaron a que nadie fuese  inculpado. Roosevelt tuvo que esperar hasta 1936 para arremeter contra la ultraderechista Liga, y a 1942 para frenar a Prescott Bush. Fuese cierta o no esta conspiración, no se repitió nada similar. Sin embargo la contraofensiva del capital no tardaría en comenzar.
 
I - HACIA UN RENACER LIBERAL
El Coloquio Walter Lippman
 
El fracaso del liberalismo clásico para solucionar la crisis, produjo un fuerte sentimiento contrario a esa corriente económica, especialmente tras la publicación en 1936 de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes.
Pero algunos pensadores y catedráticos se mantenían fieles a la vieja escuela.  Walter Lippman, que acababa de publicar “Una línea de investigación sobre los Principios de la Buena Sociedad”, considerada la primera obra netamente neoliberal, toma la iniciativa de convocar el encuentro internacional que llevará su nombre, celebrado en París en agosto de 1938.
Los asistentes estuvieron de acuerdo en formular un llamado para un nuevo proyecto liberal, y constituirán al año siguiente el Comité Internacional de Estudio para la Renovación del Liberalismo. Todos rechazan el colectivismo y la planificación, y buscan una vía que sea a un tiempo antifascista y anticomunista, pero aparecen entre ellos importantes diferencias. Algunos -Lippman, Rougier, Rüstow, que propone el término “nuevos liberales”- creen que el laissez-faire ha fracasado y propugnan la intervención del Estado para corregir “efectos indeseables”. Pero von Mises y Hayek no creen en ese fracaso y rechazan cualquier intervención estatal. De todos modos, el comienzo de la Segunda Guerra desarticula el recién creado Comité, aplazando cualquier otro análisis y planteamiento.
 
Segunda postguerra
Más aún que la primera, la II Guerra  significará una enorme transferencia de capitales hacia USA y la consiguiente acumulación. A su término será la principal economía planetaria, concentrando casi la mitad del PIB mundial.  Los países europeos, en cambio, se enfrentan a la descolonización y subsiguiente pérdida de ingresos.
Desde antes de sumarse a la contienda a causa del ataque a Pearl Harbour  (07.12.1941), Roosevelt planeaba crear un nuevo orden económico que garantizase prosperidad a EEUU. A raíz de la Gran Guerra, las monedas de los países más industrializados habían dejado de guardar un patrón con el valor del oro, pues  al financiar el conflicto emitiendo más y más moneda, producían una enorme inflación. No existiendo la convertibilidad, aunque en 1945 las reservas de oro del Banco de Inglaterra estaban muy mermadas, la libra esterlina continuaba teniendo, en la práctica, el rol central del funcionamiento económico global.  EEUU está resuelto a terminar con esta situación.
Ya en agosto del 41, la Carta del Atlántico esbozada junto con Churchill había presentado claramente los objetivos rooseveltianos de acceso a materias primas y libertad de comercio. Pero será recién en la conferencia monetaria y financiera de Bretton Woods, julio 1944, cuando el desenlace de la guerra ya está claro, donde se pondrán las cartas sobre la mesa… y los ases que se llevaban en la manga.
Las circunstancias  del Reino Unido en 1939  habían sido muy  complejas y  delicadas; el oro que le quedaba se esfumó con el esfuerzo necesario para iniciar la guerra. No tenían otra alternativa que volver a endeudarse. Conscientes de ello, los EEUU –que poseían el 70% de la disponibilidad mundial de oro- ofrecieron su ayuda en términos tan leoninos que Keynes declaró: “nos están tratando peor de lo que nosotros mismos hubiéramos considerado poco adecuado para tratar a la más humilde y poco responsable  nación de los Balcanes.” El objetivo expreso era agotar completamente al Imperio y forzar su desplazamiento del centro del sistema monetario internacional. Lo comprende  Churchill –aunque sin poder evitarlo- cuando eleva su protesta ante Roosevelt: “Pienso que Ud. desea abolir el Imperio Británico. ../.. Todas sus declaraciones lo confirman. A pesar de esto, sabemos que Ud. es nuestra única esperanza. Y Ud. sabe que nosotros lo sabemos. Sin América, el Imperio Británico no podrá aguantar.” En efecto no hay otra salida; aceptan las condiciones.  Bretton Woods no fue un acuerdo entre iguales sino un despojo.
En los meses previos se habían estudiado dos propuestas, una británica elaborada por Keynes y otra estadounidense de Harry Dexter White. Keynes proponía un órgano internacional de compensación que emitiría una moneda internacional, el bancor, canjeable por medio de un cambio fijo; además, otras medidas para equilibrar democráticamente las balanzas comerciales. Esto no convenía a unos EEUU en situación privilegiada, y presionaron para rechazarlo. Churchill pretendía cierta consideración especial, pero USA negoció con todos por separado para dividir y reinar.  El grado de manipulación de la Conferencia por parte de los estadounidenses ya desde la organización, dejó claro que se trataba de una parodia y que todas las decisiones substanciales habían sido tomadas unilateralmente mucho antes. La estrategia de chantaje, engaño y distracción  fue tan efectiva, que la delegación británica sólo comprendió cabalmente su fracaso después de la conferencia. El acuerdo más importante, verdadero hito del nuevo imperio, fue la creación de un ordenamiento económico internacional basado en el dólar, adoptando un patrón que debía mantener el precio del oro en 35 dólares la onza, con la posibilidad irrestricta de cambiar moneda por metal (convertibilidad). Al mantenerse fijo el dólar, las demás monedas debían reglar su precio en relación con él.
Para financiar déficits en las balanzas de pago se creó el FMI, que supuestamente crearía estabilidad al armonizar las políticas monetarias, y podría proveer asistencia a países con dificultades. Otro organismo creado entonces, el Banco Internacional para Reconstrucción y Desarrollo, o Banco Mundial, estaría a cargo de otorgar préstamos destinados a reconstrucción o proyectos de desarrollo para  naciones empobrecidas y perjudicadas por la guerra. Posteriormente se agregaría el Acuerdo general de Aranceles y Comercio que desembocaría en la OMC. Tanto FMI como BM fueron directamente influenciados por la guerra fría y la caza de brujas macartista. Lo que realmente hicieron y significaron es bien conocido.
 
Comenzando la renovación
Prosiguiendo la lógica del Coloquio Lippman, Friedrich von Hayek se moviliza para organizar un nuevo fórum liberal y en abril de 1947 funda, con apoyo financiero de  industriales y banqueros suizos, la Sociedad Mont Pelerin.
Recordemos que en el Coloquio habían surgido dos opiniones contrarias.  La mayoría  seguía en líneas generales las tesis de Alexander Rüstow: separarse del liberalismo clásico en favor  de una economía de mercado  bajo el control de un Estado fuerte. De otra parte los austríacos, Mises y Hayek, que negaban el fallo del liberalismo clásico y rechazaban el control estatal, aunque sí eran partidarios de algún tipo de renovación. La intención de Hayek era reunir a los relegados pensadores liberales pero, consciente de que los partidarios del laissez faire eran minoritarios, abrió la Sociedad a todas las tendencias.  Acabaría creando lo que en inglés se llama think-tank, una plataforma organizativa en la que discutir, trabajar y reflexionar, y desde la cual influir sobre la política. Sin embargo, hasta finales de los 70 solamente pudo desarrollarse poco a poco.
Durante ese tiempo el término “neoliberalismo” se mantuvo impreciso,  identificando ideas diferentes, pues también lo eran las tendencias dentro del grupo aunque todos se uniesen en la condena del keynesianismo y el marxismo. Lo más relevante como organización, y una de las bases de su posterior éxito,  fue el cúmulo de contactos y lazos que establecieron con fundaciones, otros think-tanks, organizaciones políticas o grupos de presión, a los que fueron influyendo gradualmente.
Ordoliberalismo
Las ideas intervencionistas preconizadas por Rüstow encuentran su oportunidad en 1949 cuando Ludwig Erhard accede al Ministerio de Economía de la RFA, en el gobierno de Konrad Adenauer y produce el llamado milagro económico alemán. Las propuestas liberales se complementan con otras de Estado subsidiario que crean incentivos al pleno empleo y cierto nivel de asistencia social. Tal fusión entre estado social y economía de mercado será llamada Economía Social de Mercado y estará basada en los postulados del ordoliberalismo con aportes de una ética cristiana.
El ordoliberalismo es una corriente económica iniciada en los años 30, ligada al grupo de la Universidad de Friburgo fundado por Walter Eucken, a la que se adscriben también Rüstow, Alfred Müller-Armack, Leonhard Miksch y Wilhelm Röpke, quien la consideraba una propuesta liberal conservadora opuesta a al capitalismo del laissez-faire, y afirmaba que “la libertad de mercado necesita una política activa y extremadamente vigilante.”
 Müller-Armack creía que un mercado ordenado y competitivo era la mejor forma de organización social, pero que el Estado necesitaba una política social permanente  para crear un orden ético “saludable”. En caso contrario podrían surgir monopolios u oligopolios que distorsionarían la competencia. Tal función de control legitimaría la existencia del Estado. Así, aunque aceptaban la privatización de algunos servicios como telecomunicaciones o transporte, defendían a la par la necesidad de una educación pública gratuita y se preocupaban especialmente de la Justicia Social. Esta corriente abandonaría pronto la calificación de “neoliberal”
Michel Foucault en una de las clases dictadas en el Collège de France (14 de febrero 1979) sostiene que “del rechazo de esa política social, se desarrollará el anarcocapitalismo norteamericano [que promueve eliminar el Estado pero afirma la soberanía individual, la propiedad privada y un mercado libre incluso para servicios de  policía, seguridad y defensa] y, segundo, es importante ver que, al menos en los países que se ajustan cada vez más al neoliberalismo, la política social muestra una tendencia creciente a seguir ese camino.” Es decir a rechazar la política social keynesiana. Y agrega Foucault: “Esa es la línea de pendiente: la política social privatizada.”
Fin de Bretton Woods y crisis
Tras Bretton Woods se produce un notable incremento del comercio mundial pero a finales de los 60 el sistema keynesiano revela signos de una crisis de acumulación de capital. Gracias a su posición de dominio los EEUU pueden crear todo el dinero que quieran y efectivamente lo hacen, cayendo finalmente en déficit comercial. A él contribuyen los descomunales gastos de la guerra de Vietnam, que inciden en sus presupuestos y distorsionan cualquier posibilidad de política financiera estable. Francia y UK demandan la conversión a oro de sus excedentes de dólares sobrevalorados, y las reservas de Fort Knox disminuyen, en un momento en que la recuperación de Europa y Japón ha comenzado a mermar la hegemonía económica USA. Finalmente, el 15 de agosto 1971, Nixon da por finalizada la convertibilidad. En diciembre, el dólar es devaluado un 8%. EEUU no acierta a crear un nuevo sistema cambiario estable y las monedas empiezan a fluctuar.  En marzo 73 Alemania anuncia que deja de respaldar al dólar; otros países la siguen y el sistema Bretton Woods se derrumba por completo.
 
El 23 agosto, la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) miembros árabes de la OPEP más Egipto, Siria y Túnez) sumada a Irán, deciden no exportar más petróleo a las naciones que apoyaron a Israel en la guerra del Yom Kippur contra Egipto y Siria, es decir USA y sus aliados europeos. Comenzará la crisis de 1973 o primera crisis del petróleo. En octubre se detiene la producción de crudo y se establece un embargo para los envíos que durará varios meses. Los precios suben drásticamente y se producen cortes de suministro. Todo ello acelera la etapa económica negativa ya insinuada tras las oscilaciones que siguieron al fin de la convertibilidad,  y que desemboca al año siguiente en recesión global e inflación.
Los países árabes productores, hasta entonces dominados por las potencias industriales, han descubierto su poder y toman el control de un producto fundamental. (La parte correspondiente al petróleo en el consumo global de energía ha pasado de un tercio a dos, mientras el consumo se triplica cada año.)  Desde 1974 los precios se multiplicarán por cuatro.  El flujo de capitales se invierte y los petrodólares se acumulan en Oriente Medio; por el contrario la Bolsa de Nueva York  cae un 45% y la de Londres un 75%. Es mayor caída bursátil desde el 29.
La situación se suavizará, pero los efectos de la crisis energética se harán notar toda la década, pudiendo decirse que remodeló la economía del planeta entero. La inflación llegó a niveles inesperados; junto con paro y la recesión produjo un fenómeno sin precedentes que se llamó estanflación (stagflation). Las naciones desarrolladas tocaron fondo. UK no recuperará los niveles previos al crack hasta 1987. La segunda crisis del petróleo, en 1979, desbaratará los pequeños repuntes conseguidos. Tales rupturas del crecimiento afectaron también a la URSS y países del este, y produjeron una crisis de confianza en la efectividad de la intervención estatal en la economía.
Para comprender esto en sus justos términos, volveremos atrás para retomar al amigo Hayek y sus Peregrinos. Porque otro hecho histórico de 1973, el pinochetazo chileno, originó un experimento económico de gran importancia posterior para los liberales.
Los Chicago Boys
Uno de los miembros de la Sociedad del Mont Pelerin fue Milton Friedman, partidario del mercado libre, y profesor en la  Universidad de Chicago. Chicago Boys es el nombre dado a un grupo de economistas, en su mayoría titulados en la Universidad Pontificia de Chile, que realizaron estudios de postgrado con Friedman en aquella ciudad estadounidense durante los años 60. Fueron los autores de las reformas sociales y económicas impuestas por la dictadura de Pinochet, basadas en las ideas de Friedman: monetarismo, economía libre de mercado, privatizaciones, reducción del gasto fiscal.
Desde mediados de siglo 50 Friedman, que era minarquista, se oponía a cualquier intervención económica estatal; también negaba la idea keynesiana de relación inversa  inflación-desempleo y tenía razón, como el fenómeno de la estanflación corroboró. Cuando los postulados de Keynes –el llamado liberalismo embridado- fracasan en resolver el nuevo escenario, el monetarismo de la Escuela de Chicago comienza a ganar credibilidad y adeptos;  también renombre en 1976 con el “Nobel” a Friedman por sus aportes a la Teoría Monetaria. Estos economistas y los fundamentalistas del mercado libre de la escuela austríaca de Hayek, crearán lo que hoy conocemos como teoría económica neoliberal, aunque en su momento no se la llamara así.
Durante casi tres décadas los liberales del Mont Pelerin han quedado en las sombras; pero, como señalamos antes, han formado una tupida red de contactos, infiltrándose en universidades e instituciones y ganando influencia, apoyados por la oligarquía que espera recuperar el poder de clase perdido con el pacto capital-trabajo. A principios de los 80 llega la ocasión propicia para ambos.
Toda crisis es favorable al cambio; algo viejo gastado o insuficiente se desecha y algo nuevo –no necesariamente mejor- lo sustituye. Es el  momento adecuado para reajustar las partes en el todo. El movimiento pendular de la historia alterna a veces posturas  opuestas. La crisis del 29 destronó al liberalismo; la del 73 le quita el polvo y vuelve a coronarlo. Como dijimos al principio, los pueblos tienen memoria breve y su comportamiento es generalmente irracional. Ante el incremento de inflación y desempleo, la gente olvidó la bonanza pasada  y  aupó al  poder  a  los representantes de un orden opuesto a cualquier bonanza que no sea la propia: Reagan y Thatcher.
 Gramsci afirmó: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos, infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios.” Y esta fue exactamente la tarea de los intelectuales neoliberales (tradicionales, en la terminología gramsciana) y la razón de su hegemonía. Crearon una racionalidad específica con su propia escala valorativa, un “sentido común” basado en el ideal de la libertad individual completa, que permite que la ciudadanía asuma aquellos valores insolidarios como  lógicos, naturales y por ello incuestionables. Es decir, construyeron un consentimiento político suficientemente generalizado, favorable a su proyecto.
II – NEOLIBERALISMO Y GLOBALIZACION
David Harvey define los años finales de la séptima década  como “un punto de inflexión revolucionario en la historia social y económica del mundo.” Revolución contra el proteccionismo estatal, el estado del bienestar, el poder obrero, contra cualquier regulación al capital… una revolución de derechas: la contrarrevolución liberal. Definamos algunas características del nuevo orden.
 
“El neoliberalismo es, ante todo, una teoría político-económica que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el desarrollo de las capacidades y libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio. El papel del Estado es crear y preservar ese marco apropiado para tales prácticas.” (Harvey: Breve Historia del Neoliberalismo) En esta concepción, un Estado del Bienestar al modo de Keynes o cualquier modalidad de proteccionismo social resulta inaceptable. Se propugna reducir el gasto público,  costes laborales, “flexibilizar” el trabajo, desregular finanzas y comercio,  y todo en nombre de una libertad individual que acaba siendo, en la práctica, libertad para la gran empresa.
 
El programa neoliberal convertido en plan de acción desarrolla –como expresara Pierre Bourdieu-  un proyecto político de destrucción metódica de todo obstáculo para su utopía del mercado puro y perfecto, incluyendo la misma soberanía nacional, cuyo espacio de maniobra decrece sin cesar. Consecuentemente con la afirmación thatcheriana de que no existe la sociedad sino sólo hombres y mujeres individuales, tampoco deben existir asociaciones laborales sino sólo la relación directa entre trabajador y contratante. Como tal programa expresa los intereses de la clase social a la que sirve, la competitividad  es extendida  al individuo devenido “empresario de sí mismo.” Este deberá resolver su existencia por sus propios medios -cualquier paternalismo, dicen, genera súbditos dependientes- y si tiene capacidad suficiente para  apartarse de la masa indiscriminada de los perdedores,  ganar un lugar en el podio y obtener dinero y prestigio social.
 
De esta forma, dice Bourdieu, emerge un mundo darwiniano de lucha de todos contra todos. El miedo o la resignación que domestica a los desocupados del ejército de reserva, lleva también al conformismo, muchas veces interesado, de niveles más elevados de la pirámide social: el ejército de los intermediarios –jefes, gerentes, directores, pequeños ejecutivos- igualmente funcional al poder puesto que deriva su existencia de él. Utopía transformada en fe dice Bourdieu, y resuenan aquí las palabras de Walter Benjamin en Capitalismo como religión (1921) al identificar el pecado y la culpa de la tradición judeocristiana con la deuda (Schuld en alemán significa ambas cosas). Pero volvamos a nuestro tema.
 
Las múltiples contradicciones lógicas del pensamiento neoliberal y entre teoría y  praxis  han sido reiteradamente señaladas. No existe identidad total entre las medidas adoptadas por Reagan y las de Thatcher, o las tomadas por los distintos gobiernos que se adscribieron a este sistema en los años 80, incluyendo los provenientes del ámbito socialdemócrata, como el PSOE de Felipe González o el socialismo de Mitterrand. En términos generales las políticas neoliberales se pueden englobar en el llamado Consenso de Washington, un paquete de medidas estándar que se creían necesarias para países latinoamericanos afectados por la crisis, muy utilizado por BM o FMI  en los años 90:
Reducción del déficit– Modificación de  prioridades del gasto público – Reforma impositiva – Liberalización financiera y del comercio internacional, con tipos de cambio competitivos – Eliminación de barreras a las inversiones – Privatización de las empresas públicas – Desregulación de los mercados – Protección jurídica de la propiedad privada.
Se intentaron todo tipo de justificaciones para aplicar estas medidas a nivel nacional, como la teoría del goteo (trickle-down economics) de Reagan o el llamado “egoísmo sano” acorde con el individualismo thatcheriano.  Pero tal aplicación sí tuvo un incontestable efecto perverso: la gradual transferencia de rentas del trabajo al capital y el empobrecimiento masivo de la población. En el mundo anglosajón este proceso tuvo su propio nombre: middle-class squeeze,  el exprimido de la clase media.
 
En estas condiciones se produce el casi repentino derrumbe de la URSS a fines de 1991. Las consecuencias son importantes. El viejo sueño del mercado único mundial se ve favorecido con el progreso tecnológico, que incrementa la veloz movilidad de los capitales. La globalización integra las economías locales en un mercado planetario competitivo, y la aldea global entera tenderá a producir la asimilación de los valores occidentales y, en el plano ideológico, el abandono de valores colectivistas a favor del cosmopolitismo de una sociedad ególatra y consumista.
Como señalamos antes, el capital se ha preparado durante décadas para restablecer su dominio. Desaparecida la URSS, transformada la socialdemocracia en socioliberalismo, desmantelado el poder sindical y con unos trabajadores que en occidente ya no son proletarios sino una adormecida, desprotegida clase media, la élite empresarial pone manos a la tarea ayudada por los gobernantes cipayos de siempre. A todo lo ya dicho se sumará otro frente de combate y otra arma: los tratados de libre comercio. El primero –NAFTA- se negociará de inmediato y será firmado el 01.01.1994. Sus efectos son ya plenamente visibles. En el inicio del siglo XXI le seguirán otros que intentarán cimentar la hegemonía USA amenazada por el ascenso de los BRICS. Nos están acometiendo uno tras otro, y cada uno replantea lo que haya sido rechazado en el anterior.  La gota de agua orada la piedra. Pero en realidad no están diseñados para facilitar el comercio sino para afirmar una estructura acumulativa de gobierno transnacional, que sustituya definitivamente la soberanía de las naciones y complete el Nuevo Orden Mundial capitalista reclamado por Bush  en su momento de gloria: el Novus Ordo Seclorum.
Mientras tanto otro triunfo liberal aportará consecuencias. En 1999, la ley Glass-Steagall, producto del New Deal que establecía la separación entre banca de depósito y de inversión, e impedía que se utilizase el dinero de los depósitos para actividades especulativas, es derogada.  Los bancos  podrán ahora tomar nuevos riesgos, apalancarse más.
Si a finales del XX, Maastricht había podido crear ilusión en la población europea, la adopción formal del euro en aquel mismo año fue, vista desde hoy, sólo un engranaje más de la gigantesca trituradora liberal. El tercer milenio comenzará aún peor, con los atentados del 11 de septiembre 2001. No entraré en teorías conspiratorias, pero es indudable que el principal beneficiado por ete ataque fue el gobierno Bush, que pudo poner en marcha de inmediato la Guerra Global contra el Terrorismo (Global War on Terror) medio ideológico requerido para justificar la virtual militarización de regiones africanas, invasión de Afganistán, Irak o cualquier operación guerrera conveniente para los intereses imperiales. Especialmente útil para especificar una nueva clase de enemigo: el “terrorista”, categoría ambigua que acabará por comprender a cualquiera que se rebele contra las injusticias del sistema, como constatamos hoy en España.
La tolerancia con la especulación, tan grande como la permisividad a los paraísos fiscales, lleva a la constante formación de burbujas y así  llegamos al crack 2007-8.  Y aquí habría que repetir todo lo dicho con referencia a 1929 y a 1973, pues la historia humana es una espiral ciega que repite siempre lo mismo aunque en versión retocada, clonada;  la misma piedra con la que tropezar.  
No conseguimos aprender nada y estamos nuevamente ante una crisis-estafa que el sistema utiliza como excusa para continuar y aumentar el saqueo. (Otra vez el pecado: habéis vivido por encima de vuestras posibilidades. Y la ciudadanía asiente, consiente.) Estamos también ante otra clase de peligro que el sistema oculta por todos los medios: el colapso inminente por el doble efecto del cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales, en especial los combustibles fósiles. El tiempo para reaccionar se está agotando. ¿Contempla la agenda del capitalismo la aniquilación de una parte de la humanidad, tal como Holloway sospecha?
Y ahora ¿qué?
Algunos autores  nos dicen que lo peor, la fase de expansión ya pasó  y ahora vendrá el retroceso  ¿Tiene esto importancia cuando el sistema detenta una tan notable ventaja en la relación de fuerzas? Parece innegable que los treinta “años dorados” tuvieron un efecto desmovilizador sobre la clase trabajadora. Al llegar la enorme crisis de 2007-8, la relación de fuerzas capital-trabajo  hacía muy difícil un nuevo viraje en las estructuras de poder. Apenas si se insinúa, especialmente en América Latina (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Brasil), el renacer de una socialdemocracia reformista de viejo cuño que plantea las antiguas reivindicaciones. Pero su actual estancamiento es tan evidente como sus límites ideológicos.  Igualmente indudable en todas partes es la ausencia de un discurso político capaz de proporcionar la tan necesaria racionalidad postcapitalista, alternativa para el nacimiento de un mundo mejor. Porque la lucha política va más allá de la conquista del Estado –que, cuando se logró, no arrojó resultados muy positivos para los de abajo- y comprende principalmente la regeneración  de los mecanismos rectores del pensamiento de una sociedad, produciendo un marco conceptual democrático sugerente, persuasivo y justo.
¿Existen soluciones a largo plazo para el conjunto de la humanidad dentro del sistema? Y en caso de que pensemos que no ¿creemos posible construir una nueva sociedad por la vía de acceder al gobierno del Estado, cuando es evidente que este ya no detenta el Poder?   Los verdaderos problemas comienzan el día después de tomar un palacio de invierno, pues es suicida destruir un sistema para,  después, intentar crear su sustituto: lo viejo debe ser demolido al mismo tiempo que se construye lo nuevo.  Y lo primero a modificar somos nosotros mismos, inevitablemente permeables  a las sugestiones del Poder. Mejorarnos, crearnos como sujetos del cambio desde abajo. Luego unirnos, organizarnos y luchar. Como sugiere Holloway, ir abriendo grietas en el sistema y luego profundizarlas, comunicarlas. Construir una red de apoyos mutuos, unas relaciones sociales no monetarizadas, no mercantilizadas, que edifiquen formas de comunidad  democráticas y justas, con fines colectivamente decididos y buscados.  ¿Podrá todo esto, en algún mañana, dejar de ser una utopía?
 Y, naturalmente, terminaré con una cita, un verso de Rainer María Rilke muy utilizado  por los antifascistas en la Alemania de los años 30: “¿Quién habla de victorias? Resistir lo es todo.”
 Mario España Corrado, enero 2015
 
BIBLIOGRAFIA  UTILIZADA
 
Hobsbawm, Eric – Historia del Siglo XX
                           -          Cómo cambiar el mundo
España Corrado, Mario – Propaganda, lenguaje y manipulación – Módulos I y II
Chomsky, Noam – Ilusiones necesarias
Enciclopedia de la Política, de R. Borja
Jover, Josep – La Doctrina del destino Manifiesto
DW Akademie
Donnelly, Michael – El fallido golpe de Wall Street en 1934
Foucault, Michel – Cursos del Collège de France
Steinberg, Federico – Tasa Tobin: el ordoliberalismo vence al neoliberalismo
Ghersi, Enrique – El mito del neoliberalismo
Dávalos, Pablo – Distopía y violencia neoliberal
Toussaint, Eric – Acerca de la fundación de las instituciones de Bretton Woods
Munevar, Daniel – La batalla de Bretton Woods
Fernández Sabater, Amador – John Holloway: “Podemos o Syriza pueden mejorar las cosas, pero el desafío es salir del capitalismo”
Sader, Emir – El socialismo liberal francés
Bourdieu, Pierre – La esencia del neoliberalismo
Keenan, Jeremy – Redefiniendo a los pobres como “terroristas”
Harvey, David – Breve historia del Neoliberalismo
Gramsci, Antonio – Cartas desde la cárcel.
Benjamin, Walter – Capitalismo como religión
Wikipedia, blogs y páginas varias (Arte Historia, Clases historia, Rincón del vago, Rebelión)
 
 







 
 
 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario