miércoles, 25 de julio de 2018

LO MIO



Estoy aquí, en lo mío.  En esto diminuto, intrascendente, casi sin sustancia que llamo “lo mío” como si eso fuese una definición total, concluyente y fácilmente comprensible. Estoy en lo mío porque soy yo (esto último me parece casi indudable, dentro de ciertos límites) y no podría estar en otra parte. Aunque… no es seguro que deseara estar en otra parte. (De hecho, ni siquiera es seguro que deseara estar.)

Vivo encaramado a un espléndido árbol otoñal de lustrosas hojas rojidoradas, en el que solo el viento del crepúsculo anida. Existo completamente absorto, analizando mi entorno con una curiosidad apasionada (aunque tan breve que en ocasiones linda con el descuido). Observo fijamente un pájaro que explora el ramaje con ojos saltones, o el vertiginoso escabullirse de un insecto, un movimiento de tal intensidad que parece un fin en sí mismo. Vigilo, aguardo, busco. ¿Qué? No lo sé. Algo importante, significativo, que ha de ocurrir o no.

Enajenado en esa espera, estudio, verifico, catalogo, soy. La estructura viviente de una hoja –abanico de nervaduras por las que borbotea su sangre verde- o su piel firme, tersa, pueden dar origen a una atención especialmente reflexiva e intensa, hasta que otro estímulo potente hace eclosión y se impone descartando al anterior. Siendo tantos y tan variados dichos acicates, la contemplación deviene incesante, variada y muy provechosa.

Suele reprochárseme que el permanente desplazamiento del objeto de estudio vuelve incompleto cada uno de los exámenes. Pero eso a mí no me preocupa. Soy hombre paciente; no tengo ninguna prisa por recopilar todos los datos empíricos ni por arribar a conclusiones. No obstante, que no se confunda con displicencia esta total amplitud de miras. No, no. no. Tomo muy en serio mi investigación, considerando cada fenómeno como una manifestación esencial que es imprescindible, apremiante conocer y explicar. Y procuro extraer de ella un significado preciso (por más que yo no alcance a identificar las razones de tal apremio.)

Bien sé que esta metodología experimental conlleva contrariedades.  La celeridad del proceso de exploración puede solapar imágenes, produciendo una mezcla por completo aleatoria de relaciones causales.  Y admito que así podría desarrollar asombrosas hipótesis acerca del pájaro, originadas por el insecto. O viceversa. Pero me da igual; como lo más probable es que nada de lo real tenga sentido, estas confusiones carecen de importancia. (Además considero que el azar puede enriquecer los resultados, dotándolos de un toque de singularidad capaz de despertar el interés por la Ciencia en la gran masa ignara, siempre pendiente de lo insólito.)

Me parece pertinente aclarar aquí que, en caso de no descubrir en las inmediaciones ningún ave, artrópodo o cualquier otra especie de animal, tanto invertebrado como vertebrado (sin descartar los mitológicos), yo lo invento. Naturalmente esto supone mayor esfuerzo, pues ya se sabe lo complicado que llega a ser encontrar significados relevantes en cosas imaginarias. (Aunque, muchas veces, estas son las únicas que pueden significar algo.)

Señalo también que mi interés científico nunca se centra en el tronco. Me mantengo trepado a él, de modo que carezco de la necesaria perspectiva, y de ninguna manera estoy dispuesto a descender para apreciarlo correctamente. Temo muchísimo -¡torpe y viejo de mí!- ser incapaz de  subir de nuevo. Además ¿qué sucedería si, al apearme, constato que también el árbol es figurado? No podría encaramarme a él. (¿O sí? Querer es poder, dicen las gentes.)

En ocasiones me he planteado que semejante labor analítica es inconducente,  pues debo admitir que nunca aprehendo nada en profundidad. Pero no me desanimo. No soy hombre que se desanime con facilidad. El reconocimiento de la dificultad del aprendizaje es inherente a la voluntad de aprender. Que aprender no sea factible, no invalida esta proposición.  Los proyectos más fútiles son precisamente los que exigen más dedicación y sacrificio.

Finalmente subrayaré que la total imposibilidad de un plan, cualquiera sea, es tal vez la razón más válida para intentarlo. O la única. Por todo lo que antecede, estoy en lo mío. ¿Dónde, si no?

No hay comentarios:

Publicar un comentario