miércoles, 30 de abril de 2014

PROPAGANDA Y MANIPULACIÓN



Sub-módulo I  - Conformando la  Opinión Pública

A lo largo de todo el año 2013 se ha reiterado, por múltiples vías, el asombro por la pasividad de una parte esencial de nuestra población ante “la que está cayendo” o incluso la aquiescencia –por acción o por omisión- con los responsables de aquello “que cae”. Se manejan, para intentar explicar este hecho, hipótesis de distinta índole y calado: miedo; creencia de que todo volverá a ser como antes o, peor aún, pensar que verdaderamente hemos vivido por encima de nuestras posibilidades –culpa que quieren inocularnos- y por tanto ahora tocan los inevitables y merecidísimos  sacrificios.

Quienes intentamos desentrañar este embrollo para proporcionar explicaciones verosímiles, nos encontramos con que casi todas contienen elementos de verdad, pero también otros que no satisfacen. A veces estamos ante simplificaciones excesivas, faltan datos o tendemos a ceñirnos en demasía a lo local/nacional como si viviéramos en un mundo aparte. O nos olvidamos de condicionantes intangibles aunque evidentes. El Poder, por ejemplo; cómo supedita desde siempre nuestras estructuras de pensamiento y modos de relación; cómo tal sistema de fuerzas atraviesa toda la sociedad transversalmente afectando a clases, grupos y personas. O la religión, con sus dogmas, prejuicios e intolerancias. Y el efecto amoldador, igualador de la educación (familiar, escolar, social) o la costumbre. (1)

Así pues, para aproximarnos a la verdad, múltiple y compleja, deberemos ampliar nuestros criterios de análisis, abrirlos a más vías de exploración y profundizarlos con el aporte de nuevos conocimientos.  Comenzaremos con un tema que es también un “efecto amoldador” y ciertamente de una enorme importancia: la manipulación de la opinión de una sociedad entera. Veremos cómo se creó el procedimiento de conformación (deformación) de esa opinión pública, y luego cómo se profundiza constantemente a través de la desinformación impuesta por los medios de comunicación, así como por la creación de un efectivo, perverso metalenguaje, enteramente funcional al poder.

Propaganda  y  Relaciones Públicas

La primera gran operación fraudulenta de configuración de la opinión pública tuvo lugar en EEUU durante la Gran Guerra. El 4 de marzo de 1916 Thomas Woodrow Wilson toma posesión como 28º presidente de EEUU. Ha ganado las elecciones con un eslogan abiertamente pacifista –Paz sin victoria- y es señalado como el hombre neutral que mantendrá a su pueblo lejos de la guerra. Pero ciertamente la situación bélica no era, en aquel momento, favorable a sus aliados naturales. Dos meses antes,  británicos y franceses se habían retirado de Gallípoli tras un costoso fracaso; en febrero había comenzado la terrible batalla de Verdún, de tan incierto resultado a lo largo de todo el año; a finales de abril, el ejército británico capitulará en Irak ante los turcos.

Noam Chomsky (charla en el Z Media Institute”, junio 1997) señala que el Ministerio de Información británico realizó todo tipo de presiones  -incluyendo noticias falsas y tremendos bulos sobre la crueldad germana- para convencer a los estadounidenses de que se sumaran a la guerra. (2) Los USA no eran entonces un actor importante en el panorama mundial, ni mucho menos el país hegemónico que llegaría a ser. Pero sí eran extraordinariamente ricos y mantenían intensas relaciones comerciales con Francia y Gran Bretaña. Esta realmente necesitaba ayuda y Wilson era consciente de las posibilidades de expansión que resultarían para su país si intervenía en la guerra. El elemento determinante fue económico. Los aliados franco-británicos debían aprovisionarse permanentemente de víveres y armamento, que se adquirían gracias a créditos facilitados por Wall Street. EEUU era, pues, acreedor de astronómicas sumas de dinero, de las que no vería ni un céntimo si Francia y Reino Unido perdían la guerra.   Finalmente, el 6 de abril de 1917, EEUU entra en el conflicto.

Y se presenta el problema. ¿Cómo convencer a un pueblo pacifista, alejado de una contienda considerada “cosa de los europeos” y que eligió un gobierno declaradamente neutral, de que la situación ha dado un giro de 180º y ahora sí hay que ir a matar alemanes? (3)Era imprescindible modificar el sentir de la población. La hábil solución fue la creación del Comittee on Public Information (Comité de Información Pública, también llamado CPI o Comisión Creel), una enorme agencia federal de propaganda destinada a manipular la opinión pública. Funcionó increíblemente bien.


  Cartel “Información de Guerra” editado por el CPI

La Comisión  Creel

Creada el 13 de abril bajo la dirección del periodista y político George Creel (1876-1853) de quien toma su nombre, esta Comisión (4) desarrolló el primer intento de utilización gubernamental de las técnicas de psicología de masas más eficaces y modernas, con el deliberado propósito de controlar la opinión mayoritaria de los estadounidenses. En sólo seis meses, no sólo inyectó en la sociedad la idea de que había que hacer la guerra para preservar la paz en el mundo, sino que generó un fanático aborrecimiento de todo lo alemán presentado como monstruoso. Nos encontramos, así, ante una formidable y eficaz maquinaria institucional de propaganda, cuyo éxito determinó el nacimiento y evolución de las “Relaciones Públicas.”

Wilson se enfrentaba a varios problemas derivados de su decisión de entrar en guerra. Había que transformar al imperio alemán, al austrohúngaro y a los turcos -hasta poco antes, simples potencias coloniales que no interesaban a nadie- en el Enemigo. (5) Era imprescindible fomentar el alistamiento y formar un ejército; vender bonos para solventar los descomunales gastos y reconfigurar el lugar de la mujer en la sociedad, pues dependerían de que ellas se incorporasen a los puestos de trabajo dejados vacantes por los hombres, para no detener la producción industrial

Durante 28 meses, hasta agosto de 1919, la “División of Pictorical Publicity” de Creel utilizó gran cantidad de artistas para crear miles de carteles, historietas, libros, pinturas,  y cualquier otro medio imaginable para obtener el apoyo a la guerra. Hizo imprimir casi 60 millones de panfletos y octavillas que fueron repartidos con el concurso de los Boy Scouts y contrató unos 75.000 “four minutes men”, hombres de cuatro minutos (promedio de atención de las personas, según las técnicas de la venta a domicilio) para que, introducidos en reuniones sociales o espectáculos, hablaran durante ese tiempo sobre las razones para participar en el conflicto. Se calcula en más de 7 millones los mini-discursos realizados de esta manera.

Carteles de ambos bandos, mayoritariamente de la II Guerra. Obsérvese en “He’s watching You” el claro antecedente de Darth Vader.


Paralelamente, el CPI recogió apoyos de clubes sociales y recreativos, así como de instituciones religiosas, y tuvo como punta de lanza la industria cinematográfica de Hollywood, que también resultaría fundamental para sostener el esfuerzo durante la II Guerra Mundial, como recordará cualquier amante del cine de los años 40. Naturalmente, la visión del enemigo en ambos casos, no va más allá de una caricatura como demuestra el poco agraciado “prusiano” del siguiente ejemplo (otro claro antecedente, en este caso de King Kong.) (6)


En semejante campaña propagandística, convertida en actividad sistémica sin ningún límite de presupuesto o de recursos humanos, en la que cada instrumento, cada mensaje, cada idea desempeña una función persuasoria, resultaba ciertamente imprescindible contar con los medios de comunicación. Para ello se solicitó la colaboración de los grandes propietarios, algunos de los cuales incluso integraron el Comité. Según algunos historiadores, en una sola semana de actividad éste aportaba material para más de 20.000 columnas de prensa, de modo de unificar completamente lo que decía el gobierno, con  la “información” facilitada por periódicos y emisoras de radio. (7)

Pero muy pronto resultó evidente que la información que llegaba de los campos de batalla europeos, no era precisamente la más adecuada para mantener la moral de la ciudadanía y fomentar el reclutamiento. No olvidemos que la Gran Guerra fue una carnicería terrible en la que perdieron la vida 9 millones de personas. Había, pues, que filtrar, recortar, retocar o censurar noticias: manipular en nombre del bien de la patria, seleccionando la información diaria (técnica conocida como“gate keeper”) y publicando sólo lo que el gobierno consideraba más adecuado para ser conocido. Siempre guiándose por la máxima de que en propaganda es preferible decir apenas una parte de la verdad, pero igualmente por aquella otra que insiste en que una inexactitud o incluso falsedad, repetida incansablemente, acaba por ser creída.


  Imágenes como esta, tomada en las trincheras,  fueron censuradas entonces.


Dice Rubén Sánchez Medero (“Campañas propagandísticas: su uso en la formación de la opinión pública.”) que “la única forma que hace posible destruir la resistencia de la gente, para arrebatarle su capacidad de tomar decisiones, es un bombardeo continuo de propaganda en todos los ámbitos  de la cultura.” “La propaganda moderna [que en 1916-19 sienta las bases de lo que será hasta el presente] es una astuta combinación de información, verdades a medias, juicios de valor, exageraciones y distorsión de la realidad” (Naief Yehya, “Guerra y propaganda. Medios masivos y el mito bélico en Estados Unidos”). La disposición de los destinatarios a confiar en la sinceridad del emisor del mensaje, sumada a la importancia que concedan al medio difusor (“lo dijo la tele” o “expertos consultados aseguran…”) hace el resto, y se logra controlar lo que piensa la gente. Veremos más adelante cómo estos métodos son retomados y llevados a su perfección por Goebbels y su Ministerio de Propaganda durante el nazismo.

La sección exterior de la Comisión desarrolla varias actividades. Una, dedicada a los soldados, es la publicación de un periódico “The Stars  and stripes” (Estrellas y barras). El Departamento de Prensa Extranjera supervisa toda noticia enviada por las agencias de prensa, y se crea una “Sección de propaganda” para las fuerzas aliadas, que elaboró millones de panfletos antimilitaristas para ser arrojados sobre las filas enemigas. Todo esto tenía como misión convencer a los alemanes y al mundo, de que USA no pueden ser vencidos, que son tierra de libertad y democracia y por tanto merecen confianza, y que gracias a su visión del mundo llevarán a este a una era de paz y confianza.

Pero en el interior es fundamental, al mismo tiempo,  impedir la difusión de ideas o noticias desacordes, incluso si se trata de informaciones veraces; eliminar cualquier disparidad de puntos de vista es imprescindible a la hora de controlar la mente de los ciudadanos. Para ello se dictan  leyes fuertemente represoras hacia cualquier disidencia: la “Ley de Espionaje” (Espionage Act) de junio de 1917 y su complemento la Ley de Sedición (Sedition Act) de mayo 1918. La presión disuasoria y punitiva creada entre ambas es enorme; establecían penas desmesuradas (veinte años de prisión por interferir en la venta de bonos o “estimular la deslealtad”) y produjeron detenciones masivas. Podemos suponer que una campaña llevada en tales condiciones tuvo escasa resistencia interna. (8)

Imposible entrar aquí en detalles de la situación de histeria vivida en esos dos años. Los alemanes residentes en el país sufrieron vejaciones y hostigamientos reiterados por parte de la población. Tampoco se libraron otros extranjeros, cualquiera fuese su nacionalidad, y en muchos casos se llegó a deportaciones sin juicio. El relato –por momentos casi increíble- de aquellos sucesos, abarca situaciones absurdas casi cómicas, como las actividades de la “American Protective League”, que además de fomentar la delación de todo aquello que resultase “sospechoso”, organizaba piquetes de búsqueda de espías en los barrios de las grandes ciudades (no logro imaginar por dónde o cómo los buscarían, ni de qué forma los identificarían como espías). (9) Pero también da cuenta de las muy dramáticas circunstancias producidas por la persecución y represión de los sindicatos socialistas, que al entender la guerra como un conflicto capitalista en el que los trabajadores no debían participar, se oponían a los alistamientos. Sobre estos  temas  el interesado encontrará abundantísimo material en Internet.

Como hemos dicho, el CPI logró un éxito impresionante, cumpliendo la casi totalidad de sus objetivos y sentando las bases de lo que serían las Relaciones Públicas actuales (es decir el engaño convertido en arte). Pero sobrevivió muy poco al fin de la guerra. Un desafortunado incidente –verdadera metedura de pata- ocurrido en los días de la conferencia de paz en Versalles, que irónicamente fue ventilado por la misma prensa que antes había posibilitado aquel triunfo,  desató una considerable tormenta política,  precipitando el cese de las actividades oficiales del Comité, el 12 de noviembre de 1919. Sin embargo, la simiente controladora entonces sembrada, rebrotaría muy poco tiempo después –McCarthy, el “Miedo Rojo”, la campaña de la industria del tabaco para lograr que las mujeres fumaran, la correspondiente a la II Guerra, Nixon, Reagan, Bush…- y continúa rebrotando en nuestros días. Pero de eso hablaremos en el próximo submódulo.

Famoso cartel conocido como “El Tío Sam te necesita”, obra de James Montgomery Flagg, 1917, basado en otro  británico de Alfred Leete de 1914.  De este cartel, considerado el más famoso de la Gran Guerra se imprimieron 5 millones de copias. Curiosamente sería adaptado en 1918 para mostrar un soldado soviético.

A modo de resumen

Para rematar esta primera parte, hagamos un somero análisis de este instrumento convertido en actividad sistémica, que combina “diversas técnicas y herramientas que dotan al proceso de una estructura y organización que permiten hablar de una campaña.) (Rubén Sánchez Medero: ibid) Orientada, en este caso concreto,  hacia unos fines específicos de control de la opinión pública, e interviniendo en todos los órdenes de la vida nacional. Y el primer núcleo de esa campaña fue la creación y satanización del enemigo (como también sería lo primordial en todas las guerras subsiguientes, una actividad en la que destacó el Sr. Bush).

Este autor señala como imprescindible en tal campaña, según hemos visto antes, la continuidad. También la uniformidad y homogeneidad del punto de vista. “Si hay lapsos en el flujo propagandístico o informaciones contrarias a las tesis oficiales, existen posibilidades de que el individuo recupere el control de sus ideas y desaparezca el efecto pretendido.” Se requiere, además, que tal “bombardeo” sea prolongado, permanente en el tiempo, y que obre especialmente a nivel de códigos emocionales. La posibilidad de persuadir “no está en relación con el nivel de inteligencia, sino con los sentimientos.” Y en esta tarea, la imagen como medio directo tuvo una importancia fundamental; este es el momento en que se popularizan los noticieros cinematográficos y los documentales.



Fotograma de un noticiero filmado por Dziga Vértov,  para Kino-Nedelia, URSS 1918

Hemos visto también que para lograr la mencionada homogeneidad, es imprescindible filtrar la información –es decir, una censura institucional previa de los media, que luego se convierte en autocensura- parcializarla, exagerarla o deformarla. El CIP se erige en organismo centralizador de toda la información  referente a la guerra –tal como muestra la primera ilustración, el cartel “War Information”- prefigurando ya el monopolio informativo que detentaría el ejército durante la Guerra del Golfo y utilizando una cuidadosa estrategia en la utilización de términos y conceptos, y en la creación de estereotipos. “La persuasión aparece como resultado de un discurso construido con argumentos elegidos de manera pertinente, no necesariamente verdaderos, pero sí aceptados.” “Los acontecimientos no sólo tienen valor como hechos, sino también por los significados que los emisores institucionales les adscriben, instrumentalizándolos para sus fines e interpretándolos desde perspectivas ideológicas.”(Ibid) Señalamos asimismo el refuerzo que supuso el control normativo y represivo, y el respaldo de intelectuales y académicos en la redacción de múltiples documentos que narraban las supuestas atrocidades cometidas por los soldados alemanes (técnica de la “atrocity propaganda”, básica para la obtención de la respuesta emocional pretendida). 

En definitiva, “la correcta creación de los mensajes, su difusión masiva y el adecuado control de la información” por todos los medios a su alcance, que fueron prácticamente totales,  posibilitaron que el Comité Creel cumpliese la casi totalidad de sus objetivos. Como dijimos, el CIP no sobrevivió a la paz, pero sus eficacísimos métodos serían utilizados en múltiples ocasiones con idéntico propósito, y su éxito llega hasta nuestros días.





Notas ampliatorias  al sub-módulo I  

(1) Acerca del “efecto amoldador”

Vicente Romano (“La formación de la mentalidad sumisa”) señala el hogar, la escuela y el lugar de trabajo como formadores de opinión, aunque matizando que todo sitio donde se adquieran informaciones, puede considerarse escuela. El hogar como punto de contacto primario con el medio familiar y social, unido a las ideas de refugio, comida y organización de lo cotidiano es, dice, “donde se forman las primeras opiniones, valores y juicios” que solemos amoldar al juicio de los mayores, por simple copia. Los “conocimientos” escolares, luego, con sus listas de reyes y batallas, es decir la historia del Poder y sus símbolos (pirámides, catedrales, palacios, castillos) habituará desde pequeños a los individuos al dominio de los ricos y poderosos. La educación en todas sus primeras fases es una horma para producir “buenos ciudadanos.”

Imposible no tener en cuenta el efecto amoldador de las religiones, que se transmite a la sociedad entera -también a los no creyentes- como presión supuestamente moral. Dios como respuesta emocional a la necesidad de encontrar un sentido a la vida, da origen a una casta que se apropia de esa respuesta para “interpretarla” y “guiarnos” por la vida hacia una recompensa celestial. Esta “administración de la verdad”  que permite a ese grupo detentar su porción de poder y perpetuarla constituye, al decir de Ramón Reig (“Dioses y diablos mediáticos”) los “primeros pasos de la apropiación del mensaje informativo, de la apropiación y creación de valores para construir una realidad” paralela pero alternativa, propia del Poder. Señalaré finalmente que, tal como sostiene Walter Benjamin (“El capitalismo como religión”) el sistema entero como administrador de “verdades”, posee al completo el carácter culpabilizador de la tradición judeocristiana, que tan útil resulta a las clases dominantes.

(2) Las presiones de UK señaladas por Chomsky,

En todas las guerras de la humanidad se utilizaron técnicas de desinformación, tanto para desmoralizar o engañar al enemigo, como para atraer aliados o incentivar a los ejércitos. En los primeros años de la Gran Guerra, tanto los británicos como los alemanes procuraron tener de su lado a los estadounidenses, pero los intentos germanos fueron muy torpes y fallaron.

La propaganda británica, más eficaz, comenzó con la creación del Ministerio de Información en 1917 y bajo la dirección de Lord Beaverbrook, siendo –creo- David Lloyd George el Ministro de la Guerra.  Emplearon  similares métodos de desinformación que el CPI, y en especial la “atrocity propaganda.” Mi expresión “tremendos bulos” hace referencia, por ejemplo, a la noticia enviada a EEUU por este Ministerio según la cual, durante la invasión de Bélgica, los soldados alemanes arrancaban los brazos a los niños o los devoraban.

Otra fuente de presiones británicas fue la Misión británica de Guerra, de Lord Northcliffe, que procura crear en EEUU un clima prebélico. Llegará a su apogeo con la publicación de un documento conocido como “telegrama Zimmermann”, el 1 de marzo 1917 y que revelaba la intención germana de lograr que México se uniese a su causa e invadiese EEUU desde el sur, una supuesta proposición muy poco consistente, dadas las condiciones en que México se hallaba entonces.

(3) El pacifismo del pueblo de EEUU.

En 1823, James Monroe, 5º presidente de EEUU anuncia una doctrina de política exterior que, muchos años después, llevará su nombre, según la cual cualquier intervención de una potencia europea en territorio americano sería considerada como una agresión y respondida como tal por este país. Esta concepción política que se suele resumir en la frase “América para los americanos” tuvo en aquel momento histórico el significado de una oposición al imperialismo al que se dedicaban las potencias económicas. (Pese a ello, se darían posteriormente varias ocupaciones coloniales sin que USA dijese nada, como la de Islas Malvinas en 1833 o la invasión española a República Dominicana entre 1861 y 65. Pero no hay que olvidar que para ellos, América es USA y nadie más.)

En el inicio del siglo XX,  Theodore Roosevelt reafirma la Doctrina Monroe con el Corolario de 1904 o Corolario Roosevelt, que establece que si un país americano amenaza derechos o propiedades de personas o empresas estadounidenses, el gobierno USA intervendrá en ese país para “reordenarlo” y restablecer los derechos y patrimonios puestos en peligro. Esta política de vigilancia y control será el “derecho” que regirá durante gran parte del siglo en una Latinoamérica convertida en el patio trasero yankee, durante el período de las republiquetas bananeras.

Al producirse la Gran Guerra, este corolario es aún solamente una enmienda a la doctrina, y el lema “América para los americanos” conserva todavía un resto de su sentido de mantener apartada cualquier influencia europea, y un mucho de aislacionismo ensimismado decimonónico, lejos de la sociedad internacional. La no intervención en el conflicto imperialista, era la lógica opción de una aplastante mayoría de la población (aunque no, por supuesto, la del gran capital y las industrias armamentísticas).

(4) Acerca de la Comisión Creel. 

El U.S. Publicy Bureau o Comité de Información Pública (CPI por sus siglas en inglés), aunque a veces presentado como organismo independiente, funciona como una institución oficial. Entre figuras destacadas del mundo de prensa y publicidad, lo integran el Secretario de Estado, Lansing; el Secretario de Guerra, Lindley Garrison y el Secretario de Marina, J. Daniels. Contaba con una enorme estructura compuesta de 19 subdivisiones, varias agencias y numerosas oficinas en el extranjero.

(5) La creación del enemigo. 

El primero de los once principios de propaganda que Goebbels establecerá unos años después, retomando y redondeando las “enseñanzas” del CPI, es el de simplificación y del enemigo único. Tomando en cuenta que la (des)información debe llegar incluso a las personas de más bajo nivel educativo/intelectual, debe ser formulada de la forma más simple posible. Y esa simplificación comienza por adoptar una única idea o elemento simbólico para individualizar al enemigo.  Este -los llamados Imperios Centrales- era cuádruple: imperios alemán, austrohúngaro y otomano, más Bulgaria.  Demasiado: es necesario unificarlos, y se reducirán al estereotipo de “el alemán” como aterrador símbolo de todos.

Lo siguiente es transformarlo en un engendro maligno, demonizarlo, como se hará más adelante con “los rojos”, los talibanes, Sadam, Irán y el “eje del mal.” Crear historias falsas referentes a enemigos/monstruo y asustar con ellos (las armas de destrucción masiva de Sadam Husein)  permite luego atacar “preventivamente” (Irak, Vietnam) o “como defensa” (Panamá, Granada, ¿Irán?). Esto es también una simplificación, unida a una actitud abiertamente maniquea: se trata nada menos que de la lucha entre el Bien (nosotros) y el Mal (cualquier otro circunstancial). Y todo, naturalmente, en nombre de los ideales de libertad y democracia.


(6) Importancia del Cine.

David W. Griffith, que en 1915 había llevado al cine un tema bélico tan candente como el de la Guerra de Secesión norteamericana de 1861-65, sería el encargado de distribuir los films producidos por el CPI. El cine era entonces una novedad tan reciente que resultaba enormemente atractivo, lo que incrementaba su capacidad de inoculación del mensaje deseado, ya que la gente no tenía reservas mentales ante lo que se le mostraba supuestamente como mero entretenimiento. 

Importantes realizadores de la época recibieron el encargo de dirigir, tanto documentales sobre las tropas aliadas, como películas con títulos tan sugestivos como “El Kaiser, la Bestia de Berlín” o “Al infierno con el Kaiser”.

 Carteles de los dos films mencionados
(7) El CPI y los medios de comunicación. 

Es indudable que el gobierno Wilson ejerció una gran presión sobre la prensa oral y escrita, pero no lo es menos que el comportamiento de los media no se modificó después de la guerra, tal como se verá al hablar del “miedo rojo”. Por una parte, se va produciendo un proceso de concentración de  las empresas periodísticas, cada vez en menos manos pero con mayor control; por otra, se da un proceso paralelo de mercantilización de la información, transformada en mercancía que se vende y consume. De este modo, la difusión de tales mercancías y su índole (calidad, grado de veracidad) pasará a depender de lo rentable que sea.

El escritor británico  G. K. Chesterton –que también era periodista- emitió en 1917 este duro aunque lúcido juicio: “Hasta nuestros días se ha confiado en los periódicos como portavoces  de la opinión pública. Pero muy recientemente, algunos nos hemos convencido, y de un modo súbito, de que no son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los juguetes de unos pocos hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han apoderado del mundo. ./. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad, y hoy existen para impedir que la verdad se diga.” (Citado por Pascual Serrano, “Desinformación”)


(8) Las leyes represoras. 

Difícilmente una situación de histeria ciudadana tan deliberadamente provocada, en la que el ocultamiento de la verdad y la desinformación son esenciales, puede funcionar sin un aparato represivo de envergadura. Algunos “comités patrióticos” se hicieron cargo del trabajo sucio de vigilancia, recelos murmuraciones y denuncias, y el desarrollo del FBI se apresuró.

Las leyes de Sabotaje y Sedición de 1917-18 penalizan incluso la mera expresión de opiniones que muestren al gobierno o el esfuerzo de guerra  de modo negativo (“in a negative light”) o que puedan interferir con la venta de bonos gubernamentales. También se prohíbe cualquier lenguaje “desleal” (sic) o “abusivo” para referirse al Gobierno, las fuerzas armadas y sus banderas, o que pueda inducir a otras personas a menospreciar las instituciones. Todo esto podría parecer hoy disparatado o absurdo si nosotros mismos no tuviésemos en casa un proyecto como el de la Ley de Seguridad Ciudadana.  Cuanto mayor sea el temor institucional, más exagerado debe ser el castigo a cualquier infracción.


(9) El “American Protective League”

Entre los comités patrióticos que actuaron en EEUU durante esos años, destacó esta “liga de protección” responsable del acoso a los grupos de alemanes residentes pero también a cualquier ciudadano que se les antojase “sospechoso” de colaborar con el enemigo. Los métodos utilizados –entre ellos, animar a la delación- tuvieron poco de democráticos. Trabajaron codo con codo con el Departamento de Investigación del FBI.

 Certificado y placa de agente

En toda situación de pánico social aparecen estos seres fanáticos, deseosos de obtener una parcela de poder por mínima que sea, derivando su engreída "autoridad" del hecho de servir a un amo poderoso. Basta a veces un uniforme o una placa como la mostrada abajo, para desatar la altanería.


Una definición de Propaganda de Guerra, para terminar.

También llamada “Guerra Psicológica” fue definida por W. E. Daugherty  como “el uso planificado de propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos extranjeros, enemigos, neutrales y amigos, de tal modo que apoyen el cumplimiento de fines y objetivos nacionales (“US Psychological Warfare Organization in World War II”, en Daugherty y Janowitz “A Psychological Warfare Casebook”, 1958.)


Mario España Corrado








No hay comentarios:

Publicar un comentario